Valladolid. Esta vez el Lagun Aro GBC superó los 39 puntos. Lo hizo holgadamente además. Pero la visita a Pisuerga un año después sacó a la luz todas las miserias del equipo de Laso, que fue arrollado y por momentos ridiculizado por un Blancos de Rueda Valladolid que le dio todo un ejemplo de juego y actitud y que le dio una buena paliza (90-73) El conjunto vallisoletano es igual de modesto o más que el guipuzcoano, pero la ambición que demuestra sobre la cancha es bastante superior a la de su rival ayer. El resultado salta a la vista: a priori ambos tenían allá por octubre un potencial deportivo parecido, pero unos meses después el Valladolid es sexto y peleará hasta el final por un puesto en el play-off, mientras el Lagun Aro lleva semanas en tierra de nadie, sin apenas opciones para subir puestos y tranquilo no por sus méritos, sino porque los equipos que tienen por debajo son realmente flojos.

El Lagun Aro dio una imagen verdaderamente pésima. Fue un equipo sin garra, sin actitud, que no creyó en ningún momento en la victoria y que no opuso ninguna resistencia a su rival. En las caras de los jugadores había resignación, conformismo. El equipo llegó a Pisuerga derrotado de antemano y en cuanto su rival pisó un poco el acelerador se deshizo como un azucarillo. Sus buenos partidos ante el Bilbao Basket y el Real Madrid -pese a las derrotas- no parecen haberles servido de acicate. Parece que les han hundido un poco más. Desde aquel balance 7-5 a mediados de diciembre, el Lagun Aro solo ha ganado dos de los siguientes trece partidos. Ha habido derrotas de todo tipo, pero la de ayer fue de las peores, porque su rival le arrolló en actitud, que es lo único que no se puede permitir en el deporte. Al equipo se le ha puesto cara de perdedor y el final de temporada puede ser agónico.

Sin confianza Ni siquiera cuando empató a 24 en el inicio del segundo cuarto confió en sus posibilidades. Todo el mundo que estaba ayer en el Pisuerga, incluso los propios protagonistas, sabían que ayer iba a ganar el Valladolid. Entre la defensa de uno y otro equipo media un abismo. Pero hay más. El equipo de Fisac juega bastante bien al baloncesto, aprovechando al máximo los mimbres que tiene. Mueve el balón, busca tiros cómodos. Ni siquiera se notó la baja de Lamont Barnes. Enfrente había un equipo que vivió de las individualidades, sin un patrón de juego, totalmente dominado. Nadie sabe a qué jugaron ayer los de Laso, y no es la primera vez. El Valladolid ganó en todo: en porcentaje de tiro, en rebotes, en asistencias, en valoración, perdió menos balones…

Casi todos los jugadores importantes estuvieron desaparecidos. Cuando los rivales tapan a Jimmy Baron Jr., sus compañeros se quedan sin saber qué hacer. Lo de Panko es incomprensible. Hace cuatro días jugó el partido de su vida y ayer deambuló sobre la cancha para adornar sus números cuando ya no valía para nada. Doblas y Salgado son la sombra de lo que fueron a principio de temporada y ya ni se espera que recuperen aquel nivel. El banquillo casi nunca ofrece ninguna solución verdadera. Encima, los jugadores y Laso parecen obsesionados con los árbitros, como si tuvieran la culpa de todos sus males. Se pasaron todo el primer cuarto protestando las decisiones de Redondo y compañía. Luego ya ni siquiera hacían eso, porque bajaron los brazos de forma lamentable.

Los dos primeros cuartos, pese a todo, fueron bastante igualados, pero un parcial de 9-0 empezó a romper el partido y ya no hubo marcha atrás (40-31). Tras el descanso, el Valladolid arrasó y desde el minuto 25 hasta el final siempre tuvo ventajas a favor entre los quince y los veinte puntos ante un Lagun Aro impotente, sin dar ninguna señal de reacción. Solo Alfonso en el tercer cuarto trató de tirar del carro, pero ahí no respondía nadie más.

La defensa hasta el final del partido fue de risa y los de Laso encajaron en los últimos veinte minutos 50 puntos porque se dejaron llevar de manera lamentable. Concedieron rebotes, perdieron balones, fallaron tiros… jugaron sin ningún espíritu y fueron engullidos por un rival que demostró tener mucha más hambre de victoria. Las comparaciones, más que nunca, son odiosas. Un equipo va directo a por un sueño y el otro vive en el limbo, no va ni para arriba ni para abajo y parece conforme con una salvación que está muy barata. Pero todavía quedan nueve partidos y hay que ponerse las pilas porque de seguir como ayer estos dos últimos meses pueden ser muy, muy largos.