comienza un entrenamiento de lunes en el Gasca. "Amaia, ¿a qué estas esperando?", grita desde el otro lado de la cancha Eva González, la segunda entrenadora, que dirige los primeros compases de la sesión. "A que me venden", responde la benjamina del equipo. Pero ahí no aparece ningún médico, ni masajista, ni fisioterapeuta, sino Azu Muguruza, la primera entrenadora, que también pone vendas o lo que haga falta si la situación lo requiere, gracias a sus estudios de Fisioterapia. Es solo un ejemplo del día a día del UPV, equipo que, como muchos otros, sobrevive -o malvive- con lo justo por la crisis que está castigando al deporte. La diferencia es que el UPV es el líder del Grupo B de la Liga Femenina 2, la segunda división del basket estatal femenino, con un equipo en el que siete de sus diez integrantes tienen 22 años o menos, cuya ficha anual es ridícula y que son semiprofesionales pese a entrenar más de diez horas a la semana, porque casi todas compaginan el equipo con los estudios.
El UPV ha ganado doce de los primeros catorce partidos ligueros, gracias a lo cual comparte liderato con el Canoe y apunta a disputar por segundo año consecutivo la fase de ascenso a la Liga Femenina, que juegan los cuatro primeros de cada grupo. Todo ello en su cuarta temporada en la categoría después de un ascenso de Primera Nacional largamente perseguido. En los primeros dos años en la nueva categoría, Raquel Delgado y Candy Navarro hacían el trabajo más fácil a Azu Muguruza, pero en el verano de 2009 dejaron el baloncesto y hubo que buscar un relevo. Era un momento difícil, pero curiosamente, en lugar de debilitarse, el proyecto salió fortalecido. Llegaron dos jugadoras con experiencia en la liga -Arantxa Novo y Oumoul Khairy Sarr-, siguió Iulene Olaberria y se dio la alternativa a jugadoras de menos de 20 años.
"El año pasado es cuando hicimos el cambio de planteamiento y al principio no sabíamos qué rendimiento podía dar, pero enseguida vimos que el equipo era consistente, duro defensivamente y trabajador". El resultado fue más que satisfactorio, ya que el UPV se clasificó para la fase de ascenso y estuvo a punto de subir a la Liga Femenina.
El éxito animó a Azu Muguruza y Eva González a reforzar su apuesta: renovaron a sus tres pilares, continuaron contando con la cantera -Onintza Aduriz, Laura Arroyo, Leyre Diaz y Eunate Otegui-, dieron la alternativa a Amaia Segues, que ya había debutado el año anterior, y ficharon a dos jóvenes procedentes del Obenasa: Raquel Herrera y Ana Idoate. La excelente trayectoria está sorprendiendo incluso a su entrenadora: "El equipo ya había rendido muy bien el año pasado, pero no esperábamos estar a estas alturas con solo dos derrotas".
Pero lo cierto es que el UPV domina -junto a un equipo de perfil mucho más poderoso como el Canoe- la liga con mano de hierro. ¿Cuál es la clave de este pequeño milagro? Dos buenas entrenadoras como Azu Muguruza y Eva González, con buen ojo para fichar lo poco que pueden fichar y una interesante generación de jugadoras jóvenes que están empezando a moldear. A partir de ahí, "trabajo, trabajo y trabajo", como dice Azu, y una idea muy clara del baloncesto: "Siempre intentamos empezar desde la defensa. Cada acción hay que trabajarla al 100% y contra equipos como el Canoe la sensación es que estás todo el rato dando el 120%. Pero es que con estas jugadoras es una gozada, les pides más y te dan más".
Fuera de las canchas, el trabajo es más de equilibrismo, ya que el equipo debe aguantar toda la temporada con un presupuesto que apenas alcanza los 200.000 euros. Ahí se incluyen viajes -hasta Ibiza o Canarias-, los gastos federativos... y las fichas de las jugadoras y entrenadoras. Todo ello sin un patrocinador que sustente el proyecto. "Cada viaje se estudia al detalle. En fichas no se puede gastar menos. Casi todas las jugadoras son de aquí, no hay que ponerles piso y les pagas una mierda... las jugadoras tienen un mérito increíble, por su dedicación y lo poco que les revierte".
Pero las jugadoras están encantadas. La conjunción jóvenes-veteranas funcionó desde el principio y el buen ambiente y la unión es palpable. La buena marcha del equipo también ayuda, claro. Arantxa Novo -una base bajita, pero poderosa físicamente y con muchísima garra- y Oumoul Khairy Sarr son las indiscutibles líderes del equipo, hasta el punto de ser las dos jugadoras más valoradas de la categoría.
la sorpresa inicial de "toch"
"Somos como una familia"
Toch, como conocen en el vestuario a la senegalesa, llegó a finales del verano de 2009. "No sabía que iba a haber tantas jugadoras jóvenes, reconozco que me sorprendí al principio. Pero la experiencia está siendo muy interesante para mí. Este equipo es como una familia y me he adaptado a la ciudad perfectamente". Toch no cree que el equipo dependa tanto de ella y de Novo: "Iulene (Olaberria) lleva años aquí y las niñas lo están haciendo muy bien. El trabajo y el esfuerzo es lo que hace que estemos aquí y vamos a seguir luchando a ver hasta dónde llegamos".
Iulene Olabarria es la veterana del vestuario. Junto a las entrenadoras, es la única superviviente del ascenso logrado en 2007. "Ya habíamos estado en muchas fases de ascenso y aquel año, con Candy y Raquel, lo logramos. Para casi todas esta categoría era nueva y no sabíamos qué esperar, pero desde el principio peleamos todos los partidos y hemos estado siempre arriba". Para Olabarria la clave del rendimiento del UPV es la defensa: "Cuando te esfuerzas atrás y no te meten puntos, el ataque al final funciona".
Laura Arroyo es una de las jóvenes que ha insuflado aire fresco al equipo. Dio el salto a la Liga Femenina 2 con 18 años. "Pensaba que el vestuario, por ejemplo, iba a ser mucho más serio, pero nos llevamos súper bien y lo pasamos genial. Nos apoyamos en las más veteranas, nos ayudan y las jóvenes nos esforzamos por mejorar. Al principio notas el cambio físico, la rapidez con la que se juega... hay que estar concentrada".
a por la fase de ascenso
"Dar la sorpresa... y subir"
Las exigencias de la Liga Femenina 2 hace que las jugadoras tengan que hacer un esfuerzo personal importante para que el equipo salga adelante. "Entre los estudios y los entrenamientos no te quedan casi horas para ti, y cuando jugamos fuera perdemos todo el fin de semana", dice Olabarria, que está deseando jugar la fase de ascenso: "El año pasado llegué lesionada. Esta temporada quiero dar la sorpresa y subir". "Yo flipé el año pasado con las cámaras de televisión y la cantidad de gente que había en las gradas", añade Arroyo. Toch también quiere repetir: "Este año estamos incluso mejor que el pasado. Confío mucho en las niñas, son trabajadoras y pueden llegar lejos. A ver si en un futuro las veo en la Liga Femenina".