Baron no es el típico americano que va de la cancha a casa y viceversa. Conoce bastante bien la ciudad y es él mismo quien propone hacer las fotos en el puerto con Urgull de fondo, uno de sus lugares preferidos de Donostia. Paciente en la sesión fotográfica pide luego las fotos para tenerlas en un álbum de la temporada que está haciendo, se muestra luego amable y conversador en la entrevista. Sólo hora y pico después dice que tiene que irse porque Igor Sancho, fisioterapeuta del equipo, tiene que hacerle un masaje.

Usted es debutante en la ACB, pero ya es una de las sensaciones de la liga. ¿Cómo se siente? Me siento bien, claro, pero sobre todo porque hemos empezado bien la liga pese a estas dos últimas derrotas. Pero sienta bien, porque he trabajado duro para llegar aquí. Intento seguir mejorando cada día, todavía estoy aprendiendo muchas cosas y me gusta fijarme en mis rivales. Pido a los entrenadores vídeos de Navarro para mejorar, lo sigo desde que estuvo en la NBA.

Todos destacan su rápida adaptación tanto al equipo como a la propia competición. ¿Esperaba más dificultades en este sentido? Sí, aunque en realidad no me marcaba objetivos personales concretos. Quería jugar bien y ayudar a mi equipo a ganar. Mi fuerte es el lanzamiento lejano y me estoy sintiendo bien ahí, lo que me ayuda.

Según avanzan las jornadas, la defensa sobre usted es más fuerte. Sabía que esta liga era la mejor después de la NBA. Soy joven y tengo mucho que aprender. Que esta liga sean tan dura me obliga a mejorar y buscar más maneras de anotar, por ejemplo penetrar y lanzar una bomba. Además, tengo que buscar a mis compañeros, dar asistencias.

La afición siente curiosidad sobre su pasado y su trayectoria, porque cuando llegó aquí era un desconocido. ¿Cómo comenzó todo? ¿Cuándo empezó a jugar? Cuando era muy, muy joven. Creo que mi padre puso el balón en mis manos cuando nací. Me acuerdo de ir tantas veces con él a sus entrenamientos y partidos...

Supongo que pronto empezaría a jugar en algún equipo. Durante el verano, en Estados Unidos hay una especie de ligas de verano para jugadores jóvenes, entre 13 y 17 años. Cada edad tiene su liga, pero yo empecé con 13 años y jugaba directamente con los de 17, lo que me permitió aprender rápido. Y luego, muchos días iba con mi padre al pabellón de entrenamiento de su equipo y estaba ahí seis o siete horas lanzando a canasta, jugando con él o con sus jugadores. La verdad es que no tuve una infancia normal, no tenía el típico grupo de amigos como todos. Estaba todo el día jugando.

¿Se podría decir que estaba obsesionado con el baloncesto? Sí, muy obsesionado. De los cinco a los catorce años vivimos en Upstate New York y ahí no había muchas cosas que hacer. Además, mis padres me decían que tenía que trabajar duro si quería tener éxito y eso lo tenía grabado en mi mente.

En el instituto jugó a baloncesto, pero luego no fue directo a la universidad. ¿Qué hizo? Cuando salí del instituto, a los 17 años, fui a la Worcester Academy. Cuando no tienes claro el paso a la universidad, es normal en Estados Unidos hacer un año de refuerzo. Me vino bien, trabajé duro. Tuvimos un gran entrenador y él me dijo que tenía que fortalecer mi cuerpo. Hice muchas pesas, incluso demasiadas, porque luego tuve que perder peso.

Y fue a Rhode Island, donde el entrenador era su padre. ¿Cómo fue su primer año en la universidad? Un poco frustrante. No teníamos un gran equipo y los demás jugadores se ponían celosos cuando yo anotaba. Teníamos seis seniors (jugadores de cuarto año), les gustaba hacer las cosas a su manera y me resultó difícil adaptarme. Mi segundo año el equipo se renovó y me sentía mejor. Ganamos más partidos.

No sería fácil tener al entrenador en casa... La verdad es que provocaba mucho estrés, pero cada vez lo fuimos llevando mejor. Mi padre era exigente conmigo, pero si yo le pedía mi espacio, me lo daba.

¿Qué consejos le daba? Siempre me ha dicho que trabaje en mis puntos débiles, como pueden ser la velocidad o el trabajo defensivo, pero también me ha insistido en que no podía bajar el nivel de mi tiro exterior, que no podía dejarlo de lado por trabajar otras cosas.

Me imagino que seguiría entrenando duro en la universidad. Entrenaba mi tiro por la noche. Me ayudaba a relajarme. Era una manera de mejorar. Cuando no hay apenas luz, ves el tablero pero no el aro, así que es como tirar con la mano del defensor en la cara. De esta manera tienes que concentrarte más, lo que me ayudaba mentalmente de cara a los partidos. Si puedes hacerlo de noche, lo harás con más facilidad de día.

¿Iba solo al pabellón de noche o le acompañaba algún compañero de equipo o entrenador? Normalmente iba solo, me ponía música suave de fondo y eso me ayudaba a relajarme. Iba una hora, dos, incluso tres o cuatro. Los dos primeros años en la universidad tenía una novia y en lugar de ir a cenar o al cine, íbamos al pabellón y ella estaba allí mientras yo tiraba, me pasaba el balón. El tercer año de universidad ya acabó la relación.

¿Cuántos triples podía lanzar en una de esas sesiones? Uf, no sé. ¿Cientos? Más. En estas sesiones de noche me lo tomaba con más calma, simplemente iba a tirar y a relajarme, pero cuando era más joven e iba con mi padre al pabellón, en un día podía lanzar 6.000 o 7.000 tiros tranquilamente.

Su mecánica de lanzamiento está impresionando a la liga. Le da igual tirar de seis, siete u ocho metros. Soy lo suficientemente fuerte como para tirar sin dificultad desde lejos. Cuando hice pesas aquel año me ayudó a ampliar mi rango de lanzamiento y cuando tiras 2.000 o 3.000 tiros te acostumbras a una mecánica, la perfeccionas.

Supongo que esta rutina de trabajo tan exigente le haría renunciar a otras cosas. Sí, los dos primeros años de la universidad no iba de fiesta, no solía salir. Estaba centrado en el baloncesto, siempre trabajando duro. Los dos últimos años en Rhode Island jugué mejor, así que me sentía bien y me tranquilicé un poco.

El objetivo de todos los jugadores americanos es la NBA. ¿Cómo se siente cuando no encuentra sitio? Los Portland Trail Blazers dijeron que iban a draftearme. Tenían los puestos 55 y 56, pero no me cogieron. Que no me seleccionaran me motivó aún más. Pensé que no tenía sitio en la NBA y que simplemente debía trabajar más duro para tenerlo en un futuro. Para mí siempre se puede trabajar más duro.

Tras jugar alguna liga de verano, elige jugar en el Mersin turco. ¿Por qué? El Mersin había sido el equipo de Chris Lofton, un jugador que yo conocía, y pensé que podía ser un buen sitio. La turca es una liga decente y sabía que podría progresar, que era un buen sitio para mi primer año en Europa. La verdad es que la experiencia no empezó muy bien. El primer partido de liga era contra el Efes Pilsen y yo me sentía súper motivado porque estaba deseando jugar contra los grandes de Europa, y el Efes lo es. Pero una hora antes del partido vino un entrenador ayudante y me dijo que no iba a jugar porque estábamos cuatro americanos en la plantilla y sólo podían jugar tres. Me enfadé muchísimo, pero logré calmarme y no decirle nada. Perdimos por 30 y luego jugué los siguientes y me convertí en el máximo anotador de la liga.

En verano se desvincula del Mersin y le llega la oferta del Lagun Aro GBC. ¿Qué sabía del club en ese momento? En cuanto conocía la oferta busqué en Google información sobre San Sebastián y el Lagun Aro. Vi que la ciudad era bonita, que éste era un club joven pero que estaba en la ACB, la mejor liga de Europa, y me gustó. Además, mi padre es amigo de Essie Hollis, jugó con él, le llamamos para conocer su opinión. Me dijo inmediatamente que fichara.

Su primer escaparate fue el concurso de triples, donde se dio a conocer al gran público. Sí, ahí ya se pudo ver que podía anotar. Creo que los jugadores y entrenadores rivales me respetan desde el principio, los árbitros son otra cosa. La NBA sigue siendo un sueño, por supuesto, pero no tengo prisa en irme. Creo que algún día podré jugar allí, pero ahora mismo me siento muy bien aquí.

¿Tener un padre entrenador ayuda a la hora de comprender el juego, de valorar también a los técnicos que ha tenido? Sí, creo que sí. El que manda es el entrenador. Por ejemplo, si Pablo Laso nos está echando la bronca por algo, me callo. En el futuro a mí también me gustaría ser entrenador.

¿Qué espera de esta temporada? Personalmente, seguir mejorando y ayudar al equipo. Es verdad que sería increíble ser el jugador que más triples anote en la ACB, pero ahora mismo no me preocupa, porque quedan muchas jornadas. Me encantaría jugar los play-off. Sé que es difícil, pero me gusta ganar.

¿Qué hace para desconectar del baloncesto en su tiempo libre? Me encanta jugar al golf, en verano cuando descanso del baloncesto juego todos los días a golf. Me gusta ir a la playa y viajar. Me encanta ir a Nueva York, aprovecho para ir a ver a los Yankees de béisbol. Este verano voy a viajar por Europa con mi madre, ella es artista y le gusta pintar. Queremos ir a París, a Italia... me han dicho que son sitios preciosos. Mi madre me ha dedicado todo su tiempo y ahora yo quiero dedicarle el mío. Estos días, durante la temporada, a veces me voy a pasear, he subido varias veces Urgull, cuando viene alguien a visitarme lo llevo allí.

¿La gente lo reconoce por la calle? No mucho, la verdad.

Cuando vino su padre, tengo entendido que fueron a cenar a Arzak. ¿Le gustó? Sí, me gustó mucho. Estuvo muy bien, muy diferente a todo lo que había probado. Mi padre lo leyó en una revista en el avión cuando vino a verme. No teníamos hecha reserva, pero mi padre entró y no sé qué dijo, pero nos dieron mesa.

También ha probado la chuleta en una cena de equipo. Me encantó. Me gusta probar la comida en todos los sitios que estoy, conocer la ciudad, empaparme del ambiente. San Sebastián me gusta.

Su único hermano, Billy, también juega a basket. Sí, es cinco años menor. Juega para la Universidad de Virginia, una de las mejores del país. Es también tirador, pero juega de base.