Donostia. Banderazo de salida en el Passage de Gois, enclave del oeste francés que sólo es transitable en marea baja y donde Zulle sufrió una caída en la edición de 1999 que truncó sus opciones de cara a la general, y final de primera etapa en subida, en el Mont des Alouettes (dos kilómetros al 5%). El segundo día, una crono por equipos de 23 kilómetros y, el cuarto, pancarta de meta en el Mur de Bretagne (15% de desnivel en sus primeras rampas). Antes de concluir la primera semana, incursión de dos jornadas en ese terreno propicio para las emboscadas que es el Macizo final, con una etapa terminando en el exigente Super-Besse. En la segunda semana, turno para Pirineos, con dos finales en alto (Luz Ardiden y Plateau de Beille) y otra singladura hasta Lourdes previo paso por el Aubisque. Y en la última, el momento cumbre. Llegada a los Alpes, con Gap calentando motores, una jornada con tres puertos, entre ellos Sestrieres, para terminar en Italia, y el plato estrella, el homenaje al centenario de la primera ascensión al Galibier, que propiciará que, al igual que ocurriera este año con el Tourmalet, el coloso alpino se suba en dos etapas, en la primera como punto de llegada, algo que nunca había ocurrido y que le convertirá en la meta más alta de la ronda gala (2.645 metros) y, en la segunda, como enlace entre el Telegraph y el mítico Alpe d'Huez, que regresa a la carrera y donde terminará la etapa. Y por si aún quedara algo por decidir en la general, el día siguiente, penúltima jornada, contrarreloj individual de 41 kms. en Grenoble, en un terreno de constantes subidas y bajadas.

El Tour de 2011 promete emociones fuertes y augura en sus 3.471 kilómetros espectáculo, en beneficio de los escaladores, que tendrán seis jornadas de montaña y cuatro jornadas con final en alto. Con esta fórmula, unida al descenso de los kilómetros de contrarreloj, la organización pretende apostar por la emoción. "En los últimos años el Tour ha estado muy ajustado y creemos que ha sido por la limitación de la lucha contra el reloj. Por eso hemos seguido en esa línea", aseguró ayer Christian Prudhomme, su director, en el acto de presentación llevado a cabo en el Palacio de Congresos de París. Si bien es obvio que la dureza estará concentrada en Pirineos y Alpes, no es menos cierto que antes de la llegada a estas cordilleras el Tour ha incluido trampas para evitar el tedio de la primera semana. Y esta vez no ha tenido que recurrir al temido pavés. En su lugar, esa función la realizarán las dos jornadas que transitarán por las sinuosas carreteras del Macizo Central, así como las llegadas a Mont de Alouettes, el primer día, o Mur de Bretagne, enclaves en los que, a priori, no debería haber brechas entre los aspirantes a la victoria final, pero en los que cualquier despiste o síntoma de desfallecimiento se pagará con creces.

Pirineos abren, Alpes deciden El primer contacto con la alta montaña llegará el 14 de julio con el final en Luz Ardiden previo paso por el Horquette d'Ancizan y el Tourmalet. Tras una jornada de transición, con el Aubisque lejos de la meta de Lourdes, llegará otro final en alto, en Plateau de Beille, tras escalar el Portet d'Aspet, Col de la Core, el Latrape y el Agnes. En lo referente al tríptico alpino, el protagonismo recaerá en el Galibier, que será meta el 21 de julio tras superar el Col Angel y el Izoard, y que estará presente en la que puede ser considerada la jornada estrella, el día 22, con ascensiones al Telegraph, a la centenaria cota alpina y colofón en las 21 curvas del Alpe d´Huez.