ETAPA

Tyler Farrar (Garmin)5h.03:36

Koldo F. de Larrea (Euskaltel) m.t.

Mark Cavendish (Columbia)m.t.

GENERAL

P. Gilbert (Omega Lotto) 19h00:06"

2º Igor Anton (Euskaltel-Euskadi)a 10""

Joaquim Rodríguez (Katusha)m.t.

La etapa de hoy, 6ª: Los 151 kilómetros que separan Caravaca de la Cruz de Murcia están aderezados con el alto de La Cresta del Gallo, un clásico que puede dar sabor a la jornada.

Lorca. En el hotel Villablanca, en Albolote, al borde de la carretera de Granada a Madrid, se duerme como un tronco. Al menos, lo hizo Igor Anton, que olvidó las mariposas de la tripa, el dolor de piernas, el éxtasis de un triunfo tan perseguido, dos años desde la caída en El Cordal, cuatro desde que surgiera en Calar Alto, y se desplomó sobre el colchón. Fue después de un brindis con champán y algún sorbito de Arlan, el vino de la Rioja Alavesa que preside las cenas de Euskaltel. Luego a la piltra. A soñar con metas más altas que una etapa, que eso ya es tierra conquistada en Valdepeñas de Jaén, la cuarta etapa de la Vuelta, aunque para algunos, que sufren como malditos bajo el sol, que miran la general, los tiempo, las diferencias, la escabechina incluso entre los favoritos, les parezca que la travesía de estos días por la Andalucía de los paisajes poéticos, las colinas vestidas de olivos, las piedras lunares, la Costa del Sol que los japoneses se recorren en un día, hay sido eterna. Y dura. ¿Una prueba? Anton, escalador, lidera la clasificación de la regularidad.

Que se lo pregunten a Andy Schleck, que anda perdido, desconectado, en carrera aún sólo porque su hermano Frank, que dice en una antítesis indigesta que viene a ganar la Vuelta pero que no quiere presión, le puede necesitar más adelante, cuando irrumpa la alta montaña. O a Sastre, reventado en un puertecito de segunda, quizás agotado de tanta grande, de tanto calor. O incluso a Menchov, que viene a ganar, pero que está ya a más de un minuto de Anton y Joaquim Rodríguez, quizás, dicen, por falta de apetito.

Ayer, Sierra Nevada al fondo, a la espalda, los ciclistas huyeron hacia Murcia, el calor húmedo e insidioso, el susurro refrescante del viento, sin cuestas, llano. Un respiro. O eso pareció, aunque los ciclistas farfullen cuando escuchan lo que suena a ofensa, digan que por la tele hasta el Tourmalet parece suave y que no hubo puertos, el ritmo no fue exagerado -salvo para Pierre Rolland, Arnaud Labbé, José Vicente Toribio y David Gutiérrez, que se partieron la cara en un esfuerzo quimérico que tocó a su fin a quince kilómetros de Lorca-, pero que la tensión les exprimió durante todo el día. Tensión por el viento. Que aguardaba en el tramo final, corriendo por los cerros pelados, arena y piedra, de la Murcia de Puerto Lumbreras, el pueblo de Valverde.

Por eso blindaron los equipos a sus líderes. Euskaltel, a Anton, que vive en la Vuelta acunado por Egoi Martínez, viejo y sabio, dos ojos que no se apartan de su dorsal en carrera y que le miman en la habitación del hotel para que el galdakoztarra no se desvíe de la senda de la tranquilidad. "De todas formas", dice Koldo Fernández de Larrea, velocista y hombre corpulento que dona su espalda al chiquillo antes de meterse en el fregau del sprint; "Igor es mucho más maduro que, por ejemplo, en 2008. Sabe moverse mejor en carrera, no le cuesta tanto como antes". "Aún así, hay que estar pendiente de él, rodearle para que esté tranquilo y hacer que corra adelante", abunda Gorka Gerrikagoitia.

La prueba de Luis León Adelante estaba cuando Luis León, hijo del viento y el sol murciano, cogió un giro a la izquierda plantado a 19 kilómetros de Lorca y se impulsó para probar al pelotón, que se partió, sembró el pánico y volvió instantáneamente, el cepo no había pillado a nadie, a su formación de origen. Quizás buscaba Luisle un punto débil en Anton, sobre quien se posan todos los ojos de la Vuelta, a quien se refiere Sastre cuando habla de ciclistas más frescos que él, que le cuesta, tercera grande pesa, "sufrir día a día"; y quien arranca un bufido de admiración a Mosquera, el gallego al que el calor vacía pero que ha soportado Andalucía de maravilla y que piensa que no hay ahora mismo mejor escalador que el de Euskaltel; y, también, quien siembra cierto terror en el Rabobank de Menchov, que ya contaba con él para dar guerra, pero que ha descubierto en su frescura y explosividad un incordio de rival que puede dinamitar la carrera en cada cuesta, algo que no conviene a su líder, que prefiere correr en paz hasta la crono favorable de Peñafiel.

Euskaltel, en cambio, huye de la euforia, habla de seguir día a día, se cuelga del "ya veremos", pero blinda a Anton en carrera -"El equipo está hecho para él", concede Igor González de Galdeano- y hace que Txurruka e Intxausti se descuelguen en los kilómetros finales de la etapa como lo hacían los chicos de Contador, Navarro, Jesús Hernández y De la Fuente, en el Tour de Francia antes de los sprints.

El de ayer en Lorca, una recta larguísima, lo dispuso el Lampre para Petacchi, que se evaporó en cuanto apareció el vendaval Cavendish. El británico salió disparado. Lejísimos. Pegado a la valla derecha. A su rueda, Fernández de Larrea, que cedió algo, un poco. Por ahí se coló Farrar. "Ha pegado un bandazo y se ha metido en medio", lamentó el alavés, que tuvo que tocar el freno y cambiar de trayectoria para remontar a Cavendish, el velocista de los tropecientos triunfos. "No he tenido fuerzas para más". Sólo se le escapó Farrar, que se coló en la fiesta de Euskaltel.