ETAPA

Igor Anton (Euskaltel-Euskadi)5h.00:29

Vincenzo Nibali (Liquigas)a 1""

Peter Velits (HTC-Columbia)m.t.

GENERAL

P. Gilbert (Omega Lotto) 13h.56:30

Igor Anton (Euskaltel-Euskadi)a 10""

Joaquim Rodríguez (Katusha)m.t.

La etapa de hoy: Guadix-Lorca.

Valdepeñas de Jaén. Mediados de agosto. Día minero en Asturias. Nublado. Suben y bajan San Lorenzo, el puerto extremo, Igor Anton, Mikel Nieve y Beñat Intxausti. Y luego La Cobertoria. Ahí ya les acompaña Samuel Sánchez, empachado en la Vuelta a Burgos, guía en la excursión naranja a Cotobello, puerto inédito en la Vuelta. Una atalaya minera que escala el asturiano como un misil, lo que enreda en el orgullo de Anton, que tapa el pulsómetro, apura las piernas, estira el aliento y se lanza a por su amigo. Le atrapa y le pasa por encima cuando quedan dos curvas. Dos herraduras que dejarían dos balcones preciosos sobre la cuenca minera si ésta no estuviese envuelta por un velo niebla.

Arriba, en cambio, Samuel llega primero. "Mordí el trapo. No lo conocía, él lo sabía y me ha engañado". En Cotobello cierra Anton su vuelta de reconocimiento a la Vuelta. Ha memorizado todo. La Bola del Mundo, Lagos de Covadonga, el final suicida en Peña Cabarga, y, en junio, durante los Campeonatos Estatales, un puerto anónimo y desértico de la Sierra Sur, piedras lunares, los troncos retorcidos, cuyo nombre, Valdepeñas de Jaén, debe al pueblo que duerme a las faldas de La Pandera. Allí se apilan las casas de blancas en torno a una loma. Las calles, estrechas y verticales. Una, sube en línea recta hacia el Chaparral. Es corta y empinada como un palo. Un kilómetro y, dicen, que hasta del 27% en el tramo de Las Fargas. Una cascada si cayese agua. Aquello también lo asimiló Anton. Con lupa. Greason en CSI. Un acto minucioso y de fe mayúsculo. Decisivo ayer en el despegue del galdakoztarra en esa pared, en su colosal triunfo ante depredadores como Nibali, Joaquim Rodríguez o Gilbert, que sigue líder aunque sintiendo el aliento de Anton, que le acosa a diez segundos.

"Fue vital conocerla", dijo Anton, arrastrado cuesta arriba hacia el podio ante el riesgo de perder el equilibrio y caer. Por la pendiente, extrema, y por el esfuerzo de otra etapa asfixiante. Otro día de sed. De calor. De desgaste. Van unos cuantos. Y se nota. Así que cuando el Katusha abrió gas en la subida a Valdepeñas de Jaén, que no tenía nada de excepcional salvo que su cima estaba situada a sólo ocho kilómetros de la meta en el muro de El Chaparral, se desintegró más de medio pelotón. Intxausti, que no marcha, a quien el calor le ha jugado una mala pasada, se atascó de nuevo. Y Andy, poco después, que puso pie a tierra por una avería en la bicicleta, y, nada que ver con el agobio en Por de Balés durante el Tour, cuando se le salió la cadena y Contador le pasó por encima, se echó a la derecha, apoyó la bicicleta en el quitamiedos, echó un trago de agua y esperó a que llegase el coche y le bajase la de repuesto para seguir.

Un estirón más de Caruso antes de dejar que Karpets rematara a los débiles que se agarraban con las uñas al pelotoncillo de los ilustres sacó de punto a Carlos Sastre, valiente, pero viejo y gastado de tanta vuelta de tres semanas. "Las sensaciones no son las mejores, pero mantengo intacta la ilusión", dijo el abulense, que se dejó otro minuto y medio. "Hay gente que está mucho más fresca que yo", reconoció entregado.

Nieve, colosal Valdepeñas de Jaén lo coronaron una veintena, menos, de almas acaloradas. Cinco eran del Caisse d"Epargne. Dos, de Euskaltel. Uno Anton; el otro, Nieve. Un chico duro. De piedra. Es de Leitza. "He ganado, en parte, gracias a él", agradeció el trabajo de colocación de su compañero Anton, que en el descenso hacia el pueblo se quedó cortado, "un poco", con Tondo, llegó al grupito en pleno zafarrancho de los chicos de Unzue, Luisle primero y Urán después, y se esperó paciente, como un ciclista experimentado que se conoce y conoce el medio, siguiendo atento, sin perder detalle, el despegue de Joaquim Rodríguez, el esperado. "Ni me he podido mover, todos me vigilaban. Maldito Velits. ¿Por qué? Por nada", blasfemaba.

Al catalán se le metieron en el bolsillo el maldecido eslovaco, el hambriento Nibali y el rocoso Gilbert, líder hermoso. Y Anton. Que reconocía cada metro de subida y esperaba. 800 metros. Lejos. Y esperaba. Que recordaba explosiones pasadas alimentadas por el ansia y la precipitación, como aquella oportunidad en la primavera belga de la clásicas, en el muro de los muros, en Huy, la piernas fresquísimas, poderosísimas, y se llenó para acabar cuarto. 700 metros. El tramo de Las Fragas. Rampas del 27%. Pronto aún. La espera duró un poco más. A 400 metros, la razón liberó los grilletes del instinto y el escalador de Euskaltel-Euskadi voló libre. Y altísimo. Y rapidísimo. Aplastó a Purito. Y a sus sombras. "Igor iba increíble", reconoció Joaquim. "No tanto", templó luego el vizcaino. "Se me hizo muy largo". En la recta de meta, otra rampa descomunal, menos de cien metros agónicos, se giró y vio a Nibali. Sus dientes. El tiburón. "Creí que me cogía". Al italiano le faltó cuesta. Y a Anton le sobró un segundo para volver al camino que abandonó hace dos años en una curva de El Cordal, cuando discutía en la montaña de la Vuelta con un tal Contador.

Y ahora viste el maillot de la regularidad, que es verde. Verde, esperanza.