¿Por qué RTVE lo llama silencio cuando quiere decir censura?
Porque Eurovisión, guste, o no, siempre ha sido un festival político
Empezamos por el principio. La UER (organizadora del Festival de Eurovisión) amenaza a RTVE con posibles sanciones económicas si repite los comentarios sobre Gaza que realizó en la semifinal del jueves al dar paso a la canción de Israel. RTVE saca pecho y hasta abre los telediarios con ello. Luego, a las nueve de la noche, y justo antes de conectar con el festivalero festival pone un cartel, en español e inglés (ni siquiera en las lenguas cooficiales del Estado), que nadie lee de viva voz (muy inclusivo todo, y eso que es el canal donde se ofrece el sorteo de la ONCE): “Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina”. De acuerdo, buena jugada de escapista, porque técnicamente no ha empezado Eurovisión, así que no incumplen la orden de la UER. Es el equivalente eurovisivo de aquel cé cé ó ó de Urdaci. Que se noten las tablas de escapista de la tele pública.
Pero en apenas media hora llega el momento de la actuación de Israel y RTVE no solo no remata, es que ni tira a puerta para meter el gol y demostrar que defender los derechos humanos y el derecho a informar libremente a su audiencia está por encima de cualquier presión externa de un concurso de cancioncitas.
En su lugar, calla, utiliza el silencio, aunque hace media hora había escrito que el silencio no era una opción. Pero sus comentaristas, en tono de derrota, ya no repiten el mensaje del jueves, ni hacen mención a la amenaza sufrida: utilizan el mismo texto que el jueves para presentar a la cantante de Israel, pero eliminando las partes que Eurovisión les ha pedido que eliminen. Es decir, aceptan la censura, y llenan esa presentación de incómodos silencios. Y Tony Aguilar y Julia Varela ya no nos cuentan aquello de que “RTVE ha solicitado a Eurovisión un debate sobre la participación de Israel en el festival. Las víctimas de los ataques israelíes en Gaza superan ya las 50.000 [personas] y entre ellas más de 15.000 niños y niñas”. Se callan. Silencio pese a prometer que no habría silencio.
Dudo que Eurovisión hubiera multado a una de las televisiones que más pasta pone para que Israel vaya a divertirse y a blanquearse cada año al festivalero festival. Pero da igual, de recibir la multa podrían haberla amortizado, y hasta sacar beneficio, saliendo de ese circo autoritario y censor en el que sus directivos han convertido Eurovisión, donde expulsaron a Rusia pero no a Israel porque pone más pasta y pone también al patrocinador. Hasta les metieron aplausos pregrabados en su actuación y silenciaron los pitidos de protesta del público un año más.
Con votos comprados o no, Israel a punto estuvo de ganar y Eurovisión de saltar por los aires. Hubiera sido lo mejor, que el año que viene los países participantes se tuvieran que retratar acudiendo a la fiesta de Netanyahu. Entonces, muchos se hubieran plantado para evitar esa foto, pese a que llevan dos años tragando con la participación de Israel que, a la vista de los resultados, distorsiona todo el festival.
De hecho, después de que Eurovisión rechazara la petición de abrir un debate sobre la controvertida participación de Israel, RTVE tenía que haber renunciado a ir a Eurovisión y se habría ahorrado la censura sufrida y la triste posición en la que quedaron. Y de paso, España (como otros países) se hubiera ahorrado entregar, por segundo año consecutivo, su máxima puntuación del televoto a Israel. Porque Eurovisión, guste, o no, siempre ha sido un festival político.