Donostia – “Hay que saber de dónde venimos para seguir adelante”, explica Gontzal Mendibil (Zeanuri, 1956) en la despedida de esta entrevista motivada por el 50º aniversario de su canción Bagare, compartida con Xeberri y todo un himno popular en defensa del euskera y de la personalidad de Euskadi. Referentes como Jose María Arizmendiarrieta, Bittor Kapanaga, Benito Lertxundi, Paco Ibáñez o Bittoriano Gandiaga se cuelan en esta charla en la que nos narra el nacimiento de esta canción inolvidable y el contexto en el que surgió, a la vez que la enfrenta al momento actual. “Ahora no existe la unidad de la época de Bagare, cuando todos teníamos un enemigo común, pero soy optimista sobre el futuro de nuestro pueblo”, explica el bardo bizkaitarra, que trabaja en un disco sobre poemas de Blas de Otero.
El tiempo no pasa, vuela.
–Siempre digo que la memoria es muy importante y que debemos tener un compromiso con ella. Eso sí, sin quedarnos ahí, ni sentirnos melancólicos con el pasado. Lo pasado y vivido está bien, son las raíces y te llevan a seguir adelante, pero hay más. A mí me dicen: tengo tu disco de 1975… y ahí se quedaron muchos. No hay otra que mirar hacia adelante y vivir el presente.
El actor John Randolph decía que el tiempo es, a la vez, el más valioso y el más perecedero de nuestros recursos.
–Es la leche, sí. Las últimas palabras de Jose María Arizmendiarrieta, fundador del cooperativismo vasco, religioso y de quien hice el musical Hazia, fueron “mirar atrás es ofender a Dios, hay que mirar siempre hacia delante”. No hay otra.
Vamos a mirar al pasado un rato. ¿Cómo surgió ‘Bagare’?
–Tengo que rememorar a Bittor Kapanaga, uno de esos hombres sabios al que no se hizo demasiada justicia. Era inteligente, pensador, filósofo, traductor para Euskaltzaindia e investigador del euskera. Sarrionandia, bertsolaris, Amuriza y yo le llamábamos el Sócrates euskaldun, y tuve la suerte de conocerlo en fiestas de Santamañe, en 1974. Él era de Otxandio y yo había acababa de ganar el concurso de música euskaldun El Abra, en Las Arenas, en Getxo, del que antes habían salido triunfadores Estitxu, Natxo de Felipe y Xeberri. Ya me empezaban a reconocer y fui a tocar en fiestas de Otxandio, en julio, con canciones propias y otras populares, y se me acercó Bittor, a quien vi como un señor mayor a mis 18 años. Él tenía 38, no más (risas). Me pareció muy curioso y me preguntó quién me hacía las canciones. Y se ofreció a hacerme algunas, como a Xeberri y a Hertzainak, por ejemplo, ya que Josu Zabala era de allí también.
Y la propuesta cuajó.
–Era un tipo curioso, una rara avis, de esas que siempre me han gustado. Quince días después fui a su caserío, en Olaeta, que ya pertenece a Aramaio y donde él tenía unas cabras, porque tenía muchas dudas y preguntas, y seguí yendo cada dos semanas. De aquellos encuentros surgió la canción Laster, por ejemplo, y en diciembre de 1974, nos acercamos a su caserío, con un frío de los de entonces y, a fuego bajo, surgió Bagare partiendo de nuestra lucha por la libertad y el euskera, que eran el pan nuestro de cada día.
Hay que recordar que Franco vivía todavía.
–Exacto. Bittor siempre decía que si el euskera sobrevivía en Araba, lo haría siempre. Además, era un herrialde nada nacionalista por entonces. Así que mira el revolcón que ha dado. Recuerdo que nació un corderillo aquel día y así surgió la canción, dándole vueltas a la vida. El animal estaba en pie en dos minutos y el ser humano necesita un año. Dándole vueltas a la naturaleza y tirando del euskera y de sus dialectos diferentes, surgió Araban bagare, Gipuzkun bagera, Xiberun bagire ta bizkaian bagara… guztiok gara euskaldun. Y yo con la guitarra… pues salió así, esa noche.
¿Recuerda la primera vez que cantó esta pieza tan especial?
–No, no. Una de las primeras fue en un kantaldi multitudinario en las escuelas de Mairuelegorreta compartido con Laboa, Lertxundi y Lete. Ahí fue ya la leche, ya la conocía la gente y la sentían como un himno, aunque no estuviera grabada.
¿Tuvo claro desde el principio que celebraríamos su 50º aniversario?
–No. A ver, suelo decir que tengo canciones con mayor musicalidad y peso artístico que Bagare, pero nunca sabes por qué alguna se hace más popular que otra. En este caso, entró en los anales de la historia y yo perdí su titularidad. A la hora de crear nunca piensas en eso, que todo el mundo la canta en bodas, fiestas, bautizos…
El contexto tuvo mucho que ver.
–Sí, era el final del franquismo, pero vaya si aguantó el dictador (risas). Además, la canción hablaba de mantener nuestra identidad, el euskera y liberar Euskadi. Fue una época de muchísimos conciertos aunque todavía no estaba con Xeberri. En Otxandio canté solo, eso sí recuerdo. Fue una época en la que quisimos crear una especie de Ez Dok Amairu aquí, en Bizkaia, para dar un impulso a la canción euskaldun.
Claro, la mayoría de integrantes era guipuzcoanos.
–Eso es, aunque había algún navarro también. Nos juntamos varios: Oiartzunak, Miren Aranburu, Xeberri, yo… Pero uno de los ideólogos, Sebastián Angoitia, tuvo que exiliarse a Iparralde y aquello no cuajó, aunque conocí a Xeberri.
Y ahí surgió la colaboración que concluyó con el disco Zauritatik dario, en 1975.
–Eso es, juntamos nuestras canciones y lo grabamos en Madrid, en octubre de ese año, aunque salió en diciembre, de cara a Navidad. Queríamos llegar a la Azoka de Durango, pero no pudimos.
Ese disco tiene varios himnos más, no solo ‘Bagare’.
–Sí, Laster tuvo mucha repercusión, al igual que Bidari y Kapitalismoak.
Esta última, con la lucha de clases al frente, fue muy de la época.
–Se cantaba muchísimo. La letra era de Motriko, un militante de ETA a quien mataron. Ya sabes cómo era aquella época, éramos el reclamo de la libertades a finales del franquismo.
Era un época de censura todavía muy marcada y presente.
–Sí, había que llevar las letras para que las revisaran. Tengo un montón de aquellos expedientes guardados, con el sello de Denegada. Igual solo porque hablaban de un joven que pedía justicia o libertad. El disco se abrió con Kapitalismoak, el impulso por la libertad y el impulso reivindicativo, y se cerró con Bagare, lo popular.
El éxito de ese único disco compartido fue tremendo.
–Recuerdo que en dos o tres meses se vendieron 25.000 unidades, que es la leche para la época y el momento (risas). Con Xeberri, que murió hace tres años, solo hice ese disco. Estuvimos juntos en los escenarios poco más de año y medio.
¿Qué pasó, no se planteó la continuidad del dúo?
–El otro día canté con Chill Mafia para ETB y les pregunté por qué se retiraban tras solo cinco años y siendo tan jóvenes. Y me dijeron algo que yo también viví. Tuvimos muchos conciertos, demasiados, hasta tres en un día. Llegamos a cantar en Las Arenas por la mañana, a la tarde en Donostia y de noche en Pasaia. Y con miles de personas. Yo me sentía creativo y no quería seguir repitiendo siempre las mismas canciones. Por eso, opté por no seguir, componer y grabar más temas. No me daba el tiempo.
Hay que saber siempre retirarse a tiempo en este negocio.
–Eso es, le ha pasado a Benito Lertxundi ahora, cuando sigue en lo más alto de su creatividad, aunque quizás ya no tiene la fuerza que él quisiera tras hacer tantas cosas. Yo compartí muchos kantaldis con él a mediados de los 70. Recuerdo en Bakio que Xeberri y yo, que éramos más peleones, cantamos en la primera parte y que algún atrevido colocó una ikurriña en el mástil del frontón. No tardó en aparecer la Guardia Civil de Gernika, con 14 jeeps, y la gente huyó. Benito se quedó allí solo con su guitarra (risas). Un agente le dijo: “rubiales, haz el favor de bajar ese trapo de mierda”. Y él le respondió que no lo hacía porque no lo había puesto. Le cogieron de la oreja, con una metralleta en la mano, y tuvo que retirarla antes de acabar en el cuartel.
En retrospectiva y vistos hoy, aquellos kantaldis parecen una heroicidad por parte de aquellos cantantes populares.
–Puede, pero es que tampoco podían controlar todo. Además, existía una efervescencia y movimiento popular muy potente. Y mucha unidad, todos aspirábamos a que Franco cayera. Frenar tal impulso colectivo era muy difícil aunque, curiosamente, las primeras canciones en euskera, y Benito lo comparte, fueron más culturales y de defensa del euskera que políticas. Estas llegaron después, con una segunda generación de la que yo formo parte.
La generación previa, la de Laboa, Estitxu, Benito, Oskorri… es ya pasado.
–Es el lógico cambio generacional, ley de vida.
¿Cree que Bagare sigue vigente en su apelación a la lucha y la defensa de lo propio 50 años después?
–A ver, qué quieres que te diga… Hemos tenido ilusiones y desilusiones, y la vida es caminar siempre adelante, pero ahora no existe la unidad de aquella época, cuando todos teníamos un enemigo común. Ahora, nos hemos dispersado, pasa en todo, la música incluida, no existía el rock radikal y solo estábamos los cantautores. Ahora, hay más dispersión, pero hemos vivido peores momentos.
¿Tiene esperanza?
–Soy esperanzador como pueblo. Que si nos comen los yanquis… sí, pero soy optimista. Hace 50 años no se hablaba euskera en Araba. Recuerdo que Sarrionandia, que tiene dos años menos que yo, se sorprendió al oírme cantar en euskera en el colegio, con 14 o 15 años, en Jesuitas. Me veía como un marciano. Esa época es pasado. Otra anécdota más, recuerdo ir de paseo con otro chaval de Zeanuri por Durango y un señor mayor nos dio dos duros por ir hablando en euskera.
¿En qué anda ahora? ¿Hay algún musical o disco a la vista?
–Estoy trabajando en un disco sobre poemas de Blas de Otero, que quiero que salga para marzo de 2025. A de Otero han traducido Atxaga, Sarrionandia, Meabe… Y como viene Paco Ibáñez al Teatro Campos de Bilbao a cantar el 15 de febrero, con nada menos que 90 años, trataré de que participe en el álbum. Ya que está aquí, trataré de que colabore en dos de las canciones. Seguramente no habrá más invitados para un disco con 14 canciones, 10 u 11 en euskera y el resto en castellano.
¿Por qué Blas de Otero?
–Era un poeta social, de época, compañero de Gabriel de Aresti, Celaya, Alberti… Le daba mucha fuerza a la palabra Justicia. La memoria y la palabra son los elementos fundamentales para las personas y los pueblos. Y ahí está también Ibáñez, que les ha cantado a todos, además de a Goytisolo o Lorca, y siempre se ha mantenido en su pensamiento, pasando de las modas. Es algo a valorar, como lo de Benito, que se mantuvo en su estilo, cuando la gente quería más caña.