El Museo Diocesano de Donostia expone una muestra antológica del artista vidriero Simón Berasaluce (Deba, 1912-Donostia, 1993), creador de numerosos vitrales tanto en América como en Europa. La familia del autor guardó con esmero sus dibujos, pinturas, y bocetos, que han sido estudiados por María Castillo y que son ahora expuestos bajo el comisariado de Mauro Peñalba y la asesoría de Koma, servicios culturales.

Desde niño destacó como dibujante y pintor de retratos y cabezas, entre los que destaca su propio Autorretrato (1931) y algunos de sus familiares y amigos, así como en el diseño gráfico de portadas de fiestas de Deba, Itziar y de otros lugares.

Dibujo, pintura y vidrio

En 1926 ingresó en la Escuela de Arte Sacro de Barcelona, regentada por los salesianos y, gracias a las gestiones del arquitecto Manuel de Cárdenas, conoció en 1931 a Henri Maumejean, quien le propuso trabajar en sus empresas de vitrales de Madrid, y París. Berasaluce pronto unió sus conocimientos de dibujo y pintura al mágico arte del vidrio, llegando a ganar el Concurso para las Vidrieras del Sacre Coeur de París, que no se llevaron a cabo, y cuyos cartones se exponen en esta muestra. Cubismo y fauvismo están presentes en ellas.

En Estados Unidos trabajó desde los años 50 para la Compañía Hiemer. Los clientes tanto europeos como americanos seguían anclados en las corrientes neogotizantes tan del gusto de la época, y a ellas tuvo que dedicarse con afán y con empeño el artista vidriero, que realizó en Nueva York, Washington, Ohio, Massachusetts y Florida más de mil vidrieras, y que supo evolucionar desde la década de los 60 hacia una vidriera de concepto abstracto, brutalista y emplomada en cemento. Vidrieras del Colegio Belén de Donostia (1961), que hoy se encuentra en el Museo Diocesano, así como en diversas viviendas de Arrasate y Donostia.

En la muestra se exponen los cartones-diseños del via crucis de Aginaga de Eibar, las vidrieras de Santa María de Deba y de Itziar (1951), el proyecto para la CAMunicipal de Irun, hoy desaparecido, la vidriera de la librería Donosti (1980), así como una excelente Cabeza de la colección Patricia Berasaluce.

Berasaluce tuvo también inclinación por la pintura mural, cosa que desconocemos si la llevó a cabo, pero no dudamos que con sus dotes de atrevimiento para trazar las grandes dimensiones de sus vidrieras no lo hubiera hecho nada mal. A su vuelta a Gipuzkoa, en 1974, llevó una vida silente y familiar, realizando trabajos para los clientes que le demandaban, y para sus familiares y amigos. Sus vidrieras más modernas y abstractas merecen un lugar destacado junto a las de autores como Néstor Basterretxea, Rafael Ruiz Balerdi y otros pintores que realizaron también sus incursiones en el mundo de la vidriera.