Con apenas cuatro años de trayectoria, el trío donostiarra Merina Gris se ha ganado ya una plaza en los line-up de los principales festivales del Estado. Este jueves, además, se subirán al escenario principal de la playa de la Zurriola, dentro de la programación del Jazzaldia. Por supuesto, no faltarán las máscaras, una de sus señas de identidad.

¿Qué supone el Jazzaldia para los componentes de Merina Gris

El Jazzaldia es un evento que lleva tantos años con nosotros y nosotras que ni nos acordamos de cuándo empezó. Yo soy de Gros y siempre ha sido como uno de los grandes eventos que he vivido a nivel tan local, con lo bueno y lo malo que eso trae. A mí, personalmente, me gusta la idea de que conserve la marca o la relación con el jazz pero que se haya abierto a nivel de corrientes musicales. Creo que es bastante representativo con cómo se ven hoy en día los géneros musicales y lo difusa que está la línea que los separa. 

¿Qué opinan del ambiente?

Suele ser más agradable cuando los conciertos son de pago, se ve que la gente ha ido con otra actitud y con otra intención. No siempre pasa, pero en los conciertos de la playa (que por otro lado, son de los más espectaculares a nivel de ubicación) a veces se genera un ambiente como de consumir música de fondo. No es el único factor, pero el modelo de turismo masivo en el que se está sumergiendo Donostia no ayuda a que la playa no se llene de NPCs.

Merina Gris durante un concierto en el que colaboraron con La M.O.D.A. Merina Gris

Un espectáculo de subgraves

Con sólo cuatro años de trayectoria, Merina Gris ha conseguido actuar en el escenario principal de la Zurriola.

Es una oportunidad increíble, en la playa de mi barrio y a escasos minutos de casa… para, entre otras muchas personas, nuestra gente. Nos hace mucha ilusión pisar ese escenario.

El escenario lo inauguró ayer Izaro, artista con la que ya han trabajado.

Es bonito compartir cartel con gente a la que conocemos, siempre hace más ilusión.

¿Qué puede esperar el público del espectáculo?

Solo queremos salir ahí a hacer lo que hacemos, con muchísima ilusión y con la sensación de que tenemos algo que a la gente no le va a dejar indiferente. Nos gusta pensar que llenaremos la playa de subgraves y que las personas que no nos conozcan dirán: “¿Qué está pasando aquí?”

Hablamos del Jazzaldia, pero este verano han tocado en el Primavera Sound de Barcelona y también en el Mad Cool de Madrid.

Es algo inimaginable. Siempre sueñas con llegar a sitios así, a compartir cartel con artistas que admiras tanto, pero cuando sucede esa euforia se mezcla con una extraña sensación de no acabar de asumirlo del todo. Es difícil, pero yo intento vivir el momento de forma consciente, y que no solo sea un objetivo a cumplir o un bonito recuerdo.

Señas de identidad

¿Cómo se sintieron por primera vez sobre un escenario grande?

Como un bebé que controla un robot gigante por dentro. Con la misma mezcla de confianza genuina y sensación de no tener ni idea de lo que estás haciendo.

Actúan detrás de unas máscaras, ¿por qué el anonimato?

Todo empezó como un ejercicio artístico. Veníamos de otros proyectos, pero quisimos limitar el contexto que dábamos a la gente. En el arte la figura del emisor o de la emisora es super importante. Es algo que nos interesa y creemos que condiciona totalmente la obra. Esta vez no quisimos enseñar a la gente unas caras en las que se iban a apoyar para ubicar el proyecto entre prejuicios y expectativas. Y lo que empezó como un juego performativo, se ha convertido paradójica e inesperadamente en una seña muy fuerte de nuestra identidad.

¿Han superado los nervios que se sienten al tocar delante de tanta gente?

Yo creo que eso nunca se supera.

Euskera y estímulos

¿Cómo definiría la música que hace Merina Gris?

Supongo que es algo que oscila entre los convencionalismos y la “nueva ola postpandémica”, un término que me acabo de inventar (ríe).

¿Qué esperan reivindicar o transmitir con sus canciones?

Simplemente, que sienta lo mismo que nosotros. A nivel de intensidad, por lo menos. Los estímulos afectan de forma diferente a las personas, y esa diversidad emocional que rodea a un mismo objeto nos parece bonita y enriquecedora.

Hacen canciones en euskera, pero su estilo es único y diferente. 

Hacemos música en euskera porque es nuestro idioma y, sobre todo, porque hemos consumido mucha música (también) en euskera. En nuestro caso no es una decisión conscientemente política y mucho menos estratégica. Y esto lo digo, porque formamos parte de una realidad privilegiada donde el euskera nos ha venido dado, mucho más que en otros puntos geográficos de Euskal Herria. Además, poner en manos de una estrategia capitalista cosas tan comunicativamente básicas como el idioma en el que vas a cantar, nos parece que puede hacer peligrar la honestidad artística. Por otro lado, más allá del mito del “handicap del euskera”, hemos tenido la oportunidad de internacionalizarnos muchísimo más de lo que imaginábamos en muy poco tiempo.

Sus temas son accesibles al sector internacional. Aunque las personas no entiendan el euskera pueden centrarse en los beats y la electrónica. ¿Qué criterio siguen para elegir el castellano o el euskera en sus canciones?

Supongo que sí, que afectará. El idioma también condiciona la forma de cantar, los fonemas, la métrica, la sonoridad… habrá gente que entenderá solo las que son en castellano, pero intentamos que eso no nos condicione. Por muy romántico que parezca, todo lo marca un poco cómo empecemos a escribir un tema, hay frases que nos vienen en un idioma o en el otro. Traducirlas es toda una ciencia, pero no es un ejercicio que se nos dé especialmente bien. Si lo hacemos, la mayoría de las veces, tenemos la sensación de que perdemos la genuinidad y el impacto de la primera vez que la pensamos. Como cuando sobreproduces mucho una primera idea que te gustó en su inmediatez. No nos sale bien. Aunque, por suerte, la música no se limita a eso y va un poco de sensaciones. Supongo que por eso le gustamos a gente que no entiende el euskera.

Una comunidad que gira

Han solido decir que tienen una manera diferente de hacer música, que son un movimiento que intenta acercarse a los jóvenes y a la generación de los 90. ¿Lo están logrando?

No recuerdo haber dicho eso (ríe). Sí que es una manera diferente a la que teníamos nosotros. No nos importa tanto el cómo, y sí el qué. Tenemos menos reglas que nunca, y eso creo que es reflejo de un entorno artístico lleno de herramientas y diversidad. Puede que no siempre sea así, pero ahora es como nos sentimos. Y lo de acercarse a la generación de los 90 supongo que es una consecuencia. En ningún momento lo hemos buscado de forma consciente. Pero sí el conectar con realidades parecidas, en ese aspecto sí que tenemos un sentido de comunidad. Pero es difícil pensar en cómo lo veíamos antes de que sucediese. Ahora ya, sentimos que pertenecemos a algo más grande y es difícil saber de forma racional cómo se ha llegado aquí.

No se han solido sentir 100% representados en ciertos ambientes, ¿creen que su música y conciertos son un lugar de confort para personas que se sienten igual que vosotros?

Sí, al 100%. Es más, nos lo han hecho saber explícitamente. Y es increíble, formar parte de una comunidad que gira, entre otras cosas, alrededor de tu trabajo artístico… es una de las mayores recompensas.

Brillo trabajado

¿Cómo definirían su estética artística?

Qué difícil (ríe). Intensa y trabajada, diría yo.

¿El glitter (purpurina), las cadenas son para definir estéticamente el “pop violento” de las canciones?

Son apelativos. El brillo es apelativo, llama la atención, genera preguntas, atrae, acapara. Nuestra música es apelativa, buscamos causar algo que irrumpa en el mood de la gente, por la sencilla razón de que es exactamente lo que nos gusta como consumidores en el arte en general. Buscamos que algo nos sea estimulante, que nos haga sentir cosas. Aunque parezca mentira, no pensamos nada de esto de forma consciente, intentamos guiarnos por lo que sentimos en el momento pero luego a mí personalmente me encanta analizar el porque de las cosas en retrospectiva. Al final, por muy anárquicas que parezcan las decisiones, si eres honesto contigo mismo, casi nada es casual.

¿Con qué artista les gustaría colaborar?

Soy un pesado y últimamente siempre digo lo mismo pero con Mura Masa o Charli XCX. El primero, porque me gustaría ver cómo trabaja y ver su lógica de productor mezclada con la nuestra… y la segunda, porque es una reina y me fliparía escuchar su voz por encima de una instrumental nuestra… y que aportara su visión y su actitud a algo tan importante para nosotros como una canción propia. Trabajar cerca de otro artista aporta mucho también por el hecho de compartir métodos. Luego también con mucha gente a nivel local pero ponerlo aquí sería una propuesta indecente.