“¡Ese era mi bistec, Valance, recógelo!”. Esta famosa cita, que pertenece al clásico de 1962 dirigido por John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance, se escuchará de nuevo en la tarde de este miércoles en la sala de cine de Tabakalera en labios de John Wayne. La proyección pertenece al ciclo Nosferatu, que este año está dedicado al western americano del último medio siglo. La programación se inició la semana pasada con Duelo de la alta sierra (1962), de Sam Peckinpah, y hoy mismo se ha presentado la publicación académica que lleva aparejada este ciclo. Donostia Kultura y la Filmoteca Vasca editan el 20º volumen de la Colección Nosferatu, que ha sido coordinado por Carlos Aguilar y Pablo Fernández –en el último semestre del año, además, se procederá a publicar otro volumen, en este caso en euskera, coordinado por Iñigo Marzabal y con la participación de investigadores de la UPV/EHU–.

Western USA 1962-1992 se centra en los tres últimos grandes periodos de este género en Hollywood, desde la ruptura con el clasicismo de manera “inconsciente” y el abrazo del denominado western crepuscular hasta el cierre “autoconsciente” de una era que trajo el Sin Perdón (1992), de Clint Eastwood. “Aunque año tras año se dice que es un género que se está muriendo parece que no lo hace nunca o que sigue resucitando”, ha dicho Josemi Beltrán, director de la Unidad de Cine de Donostia Kultura que, junto a Cristina Tapia, de la Filmoteca Vasca, ha acompañado a Aguilar y Fernández en la presentación del libro en Tabakalera. 

La investigación se centra en tres décadas clave en las que se dio un cambio de paradigma en Estados Unidos en lo social, político y estético que, de un modo u otro, tuvo también reflejo en la gran pantalla y en un género tan popular como el de las vaqueradas. Se trata de periodos “crispados” en los que influyeron la guerra de Vietnam y también los movimientos estudiantiles y contestatarios de los 60. “Hablamos de tres decenios en los que el western pierde la inocencia y gana en sentido mortuorio”, ha detallado Aguilar

Tres décadas, tres momentos

Fernández se ha encargado de explicar la estructura del libro en la que colaboran expertos como Anita Haas, Juan G. Andrés, Zigor Etxebeste, Antonio José Navarro y Jesús Palacios, entre otros. Después de una introducción firmada por los coordinadores de la edición, la investigación subdivide las tres décadas entre otras tantas épocas de una cinematografía que, contrariamente a lo que ha solido ocurrir, miró a Europa y se vio influenciada por corrientes como la del spaghetti western.

El periodo 1962-1969, analizado por Ricardo Aldarondo, se caracterizó por ser una época pretérita al western sucio, donde los elementos “revisionistas” no son excesivamente manifiestos. El punto de inflexión llegó en 1969 con Grupo Salvaje, de Peckinpah.

Pablo Herránz se ha encargado de estudiar los años entre 1970 y 1984 donde estalla un cine que por fin aborda cuestiones como la inmigración, el militarismo o el colonialismo y donde estrellas como John Wayne dicen adiós en películas como El último pistolero (1976), de Don Siegel. “Es cuando los Estados Unidos, a través del western, se cuestionan a sí mismos”, subraya Aguilar.

Finalmente, Fernando Rodríguez Tapia firma el capítulo que abarca entre 1985 y 1992, donde tras la eclosión anterior el género entra en crisis y Hollywood intenta contraatacar con grandes superproducciones como Silverado (1985), de Lawrence Kasdan, o Bailando con lobos (1990), de Kevin Costner. El periodo acaba cuando Eastwood decide acabar su vinculo de 40 años con el western con Sin perdón (1992).

Tres directores y doce westerns "insólitos"

Asimismo, mediante artículos temáticos Western USA 1962-1992 también explora vértices como el revisionismo histórico y el papel de las sociedades indígenas de norteamérica o el Nuevo Hollywood que vio la luz en estos años y que ha sido analizado por José Francisco Montero. Las bandas sonoras y los rodajes de películas en Almería, por supuesto, también tienen su lugar en el volumen. 

Otro bloque está dedicado a tres cineastas. Dos de ellos, los citados Peckinpah y Eastwood, son bien conocidos. El primero supone la “ruptura” y el nacimiento del western sucio, mientras que el segundo supuso la cara visible del western europeo por la Trilogía del Dólar para luego erigirse en productor, director y estrella y fusionar elementos de Leone con la tradición y modernidad estadounidense, haciendo un westerns “absolutamente distintos” como El jinete pálido (1985). 

El tercero, Andrew V. McLaglen, por su parte, es menos conocido, pero no por eso deja de ser “importante”, tal y como recalca Fernández. Trabajó con John Ford y con muchas estrellas de Hollywood y supuso “la prolongación imposible y, al mismo tiempo, posible del clasicismo”.

El libro se cierra con doce artículos sobre doce películas insólitas como Río Conchos (1964), de Gordon Douglas; La noche de los gigantes (1968), de Robert Mulligan; o Forajidos de leyenda (1980), de Walter Hill.