El actor donostiarra Egoitz Sánchez dio con una grabación casera en la que aparecía siendo un niño disfrazado con la ropa de la madre de una amiga suya. “Vi el vídeo y me di cuenta de la distancia que había entre ese niño y mi yo actual”, cuenta el intérprete. Fruto de esa reflexión ha escrito la obra Cola de pez, una autoficción queer ambientada en la Euskadi de los años 90, producida por la compañía Doña Perfectita y que se estrenará este viernes en Bastero Kulturgunea de Andoain.

Afincado desde hace más de una década en Madrid, Sánchez regresa “a casa” con una obra muy especial. “Estrenarla en Euskadi era el lugar ideal porque habla de un niño que aprende a amar en la Donostia de los 90”, cuenta sobre una historia que parte de experiencias propias que han sido ficcionadas para construir un relato. “Aunque mi cuadrilla y los que me conocen seguro que descubren qué es verdad y qué no”, apunta entre risas.

De este modo, Cola de pez sumerge al espectador en “un cuento contado por un adulto” en el que, a través de “un espacio onírico” repasa su pasado y, con ello, aborda aspectos como la opresión, lo normativo, el bullying y la hipersexualización infantil. “Hemos querido partir de algo particular, como un crío de los 90 en Donostia, para crear un relato universal”, señala sobre un texto que ha escrito junto al cordobés Javier Lara y que codirige con la navarra Natalia Huarte.

“En algunas situaciones hemos evolucionado, pero en otras, como en la transexualidad, no se habla tanto. Antes, que un niño jugara con Barbies o imitara a Lola Flores en la ikastola era un foco de acoso. Ahora no tengo tan claro que hayamos evolucionado en lo que se refiere a que los niños jueguen con juguetes de niñas y al revés. Esa es la gran pregunta sobre la que se basa la obra”, apunta el actor.

El ejemplo de Lola Flores no es para nada gratuito, ya que el protagonista es un gran admirador de la artista, lo que le da a la obra una mirada particular que mezcla los folklores vascos y andaluz. “Como buen niño vasco ha ido a clases de euskal dantza, pero su gran pasión es Lola Flores y lo andaluz. Es un contraste que, en realidad, no lo es tanto porque todos los folklores beben de lo mismo”, agrega.

En esa fusión toma una gran importancia la danza, “un reto añadido” para Sánchez. “Nunca había bailado flamenco y me da mucho respeto porque mi chico ha sido el coreógrafo”, cuenta, recordando que no es habitual ver figuras como la suya en la danza tradicional andaluza. “Eso nos habla de la hipersexualización que nos ha transmitido la televisión durante años y con la que muchos niños nos hemos educado”, comenta.

Arrojar luz

Con todos estos elementos, el intérprete ha querido “arrojar luz sobre cosas del pasado” y reflexionar en torno a cuestiones tales como cuánto espacio de libertad nos queda dentro de la norma y cómo descubrimos quiénes somos en un ambiente educativo de represión como el de la Euskadi de los 90.

La obra se completa con visuales que mezclan imágenes del propio artista con otras de archivo de la época, aunque, en realidad, todo el relato se enmarca en un sueño en el que el protagonista viaja por momentos de su vida, “algunos deformados y otros caracterizados”. “Es un vuelo poético”, asegura, apuntando que el trabajo tiene una voluntad conciliadora.

La pieza tendrá su estreno este viernes en Andoain antes de viajar a Donostia, Bilbao, Getxo y Madrid, entre otras localidades. Además, la obra será traducida al euskera por Kepa Errasti y su versión correspondiente se estrenará en el primer semestre del próximo año bajo el título de Erreka-Mari.