Bas(h)oan fue una maravillosa anomalía artística surgida en 2017 del trabajo conjunto del cantante de Iparralde Beñat Achiary, su hijo Julen a la batería y la inquieta y omnipresente guitarra de Joseba Irazoki. Ahora, cuando el proyecto, caracterizado por la experimentación, la improvisación y el atrevimiento, parecía olvidado, nos llega Bas(h)oan II, la confirmación de que la chispa que nos ofrecía ese bosque frondoso, libre y poético, a ritmo de folk, rock, jazz, euskera e inglés, sigue igual de vivo y emocionante.

El atrevimiento sigue liderando este capítulo nuevo de una obra que creíamos única e irrepetible. Palabras como poesía, belleza, libertad, goce y trabajo compartido surgen al entregarnos a las diez canciones de Bas(h)oan II, cuya escucha nos sumerge en un bosque frondoso, misterioso, lunático, experimental y libérrimo, cuyos árboles y manantiales mecen vientos de rock, folk y jazz heterodoxo entregado principalmente en euskera y, de forma puntual, en inglés.

Aquel proyecto que surgió como homenaje al experimental guitarrista Basho, solo recoge ahora una de sus composiciones. Achiary padre e Irazoki han dado un paso al frente en música y textos –con el apoyo de varios poemas de Itxaro Borda– en esta nueva singladura que nos vuelve a revelar una propuesta única y díficil, no apta para oídos conservadores, pero apasionante y magistral. Una anomalía mágica en el ámbito musical euskaldun en la que puede costar tanto entrar como salir tras pasear entre sus radicales y enigmáticas canciones.

Este artefacto artístico colectivo y experimental que juega con el nombre de Basho y el significado de árbol en euskera, se ve ampliado ahora con el bajista y teclista Oihan Oliarj-Ines en sus diatribas sonoras, extensas en duración –una ronda los 13 minutos– y dominadas por los duelos vocales de Beñat, excelso en sus melismas y falsetes y capaz de sonar como un nativo de EEUU en trance, un tuareg o un bertsolari, y las guitarras de Irazoki entre trazos poéticos sobre la verdad, la escritura, la libertad, el amor, los sueños…

“Empezaremos de cero porque no nos queda otra”, se oye en el disco. Discrepo. Ninguno parte de cero. Todos beben de manantiales antiguos, pero su agua suena cristalina, nueva y fresca entre guitarras distorsionadas y libres, entre el rock, el noise, el free jazz o el blues marciano. “Me vuelvo a guiar por el cielo”, canta Achiary, cuyo particular timbre nos lanza por terrenos acuosos, paisajes y espacios inexplorados. De la calma mesmerizante de Idatzi al rimo monocorde de Eta populu zaharrek, de la raíz euskaldun de Milla fabore y los redobles de batería de Lo egin al raga instrumental de aire indio que cierra el álbum y esa balada atmosférica y dulce que es Tchourako bidea hasta que la rompe Irazoki con un guiño a los trabajos de Jim O’Rourke con Wilco. Y a Marc Ribot, Screamin Jay Hawkins, Tom Waits, Robert Fripp… Solo abre tu mente… y tus oídos; y déjate llevar.