El pasado 22 de abril se cumplieron 110 años del nacimiento de José María Arizmendiarrieta, fecha que pasó desapercibida por el hecho de que sólo un día antes se produjo el fallecimiento del papa Francisco. Pero la coincidencia, por otra parte, invita a establecer un cierto paralelismo entre ambos. Ya que se puede afirmar que tanto Arizmendiarrieta como el papa Francisco, aunque provenientes de contextos y épocas distintas, comparten valores, estilos de liderazgo y visiones sobre la labor de la Iglesia muy similares, profundamente arraigados en la doctrina social de la Iglesia y que se manifiestan en un enfoque común sobre la economía y el papel de la Iglesia en la misma. Su legado converge, asimismo, en una llamada a la transformación social, donde la justicia y la solidaridad sean pilares esenciales.

En lo que se refiere a los valores prioritarios, la dignidad humana, entendida como el valor intrínseco de cada persona, es un principio fundamental para ambos. Además, hacen hincapié también en la importancia de la justicia social y la solidaridad. Sobre estas bases Arizmendiarrieta impulsó Mondragón como un proyecto cooperativo basado en la dignidad del trabajo humano. Francisco insiste en que la economía debe estar al servicio del ser humano, no al revés (Evangelii Gaudium, 2013; Fratelli Tutti, 2020).

Ambos consideran también el trabajo como una vocación y no “un castigo divino”. Para Arizmendiarrieta, el trabajo no es solo un medio económico, sino un acto de construcción comunitaria y realización personal. Francisco dice algo muy similar en Laudato Si y Fratelli Tutti, donde insiste en el valor del trabajo digno.

Ambos son, asimismo, muy críticos con el capitalismo ultraliberal y creen que no basta con la caridad individual, sino que hay que cambiar estructuras sociales injustas. Arizmendiarrieta apostó por un modelo de empresa donde no primara el beneficio individual sino el bien común. Francisco propone cambiar estructuras económicas injustas (Evangelii Gaudium, 59).

Además de la preocupación mutua por la justicia social (como señala Massimo Faggioli en Francisco: Una biografía intelectual [2020], “Francisco ha colocado la justicia social en el centro de su pontificado”) y las graves desigualdades, otro de los ejes de su acción en el mundo de la economía es un fuerte sentido de comunidad, clave en el proyecto de Mondragón y que, en el caso de Francisco, se expresa como una búsqueda de una “fraternidad universal” (Fratelli Tutti).

Por lo que se refiere a su estilo de liderazgo, ambos personajes se caracterizan por su enfoque de servicio y su capacidad para inspirar y movilizar a otros. Arizmendiarrieta, a través de su carisma y visión, logró construir un proyecto colectivo que transformó su comunidad. Como indica Juan José Álvarez Rubio en Arizmendiarrieta y la experiencia cooperativa de Mondragón (2001), “su liderazgo se basó en la confianza, el diálogo y la participación”. El papa Francisco, con su cercanía y sencillez, ha renovado el liderazgo en la Iglesia, llamando a una “Iglesia en salida” que se acerque a los marginados. En Evangelii Gaudium (2013), el papa Francisco escribe: “Prefiero una Iglesia herida antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.

Arizmendiarrieta lideraba inspirando, no imponiendo y nunca tuvo un puesto jerárquico en las empresas que ayudó a crear. Era más un acompañante que un jefe. Lo mismo sucede con Francisco, que propone y practica un liderazgo de “pastor con olor a oveja”, cercano a la gente. Ambos apuestan por un liderazgo humilde y participativo. Arizmendiarrieta no quiso ser el protagonista, sino que formó líderes y promovió la participación democrática en las cooperativas. Francisco lideró también desde la humildad, insistió en la sinodalidad (caminar juntos) en la Iglesia, promoviendo la escucha activa y la toma de decisiones comunitarias. Y ambos entendieron así el liderazgo como un servicio al otro, no como dominación.

Ambos creyeron que otro mundo es posible, pero partiendo de pequeños pasos concretos y reales, no solo de teorías. Arizmendiarrieta decía que “el ideal es hacer el bien posible, no el que se sueña“ y Francisco recalcaba que “hace falta sacar consecuencias prácticas de los grandes principios sociales para que no se queden en meras generalidades y para que puedan incidir eficazmente en las complejas situaciones actuales”.

Ambos comparten, por fin, una misma visión de la labor pastoral en el mundo económico y social. Entienden a la Iglesia como fermento de transformación social, no para administrar una institución cerrada, sino para estar en medio del mundo, mejorándolo. Mondragón es un ejemplo vivo de esta “pastoral encarnada” que Francisco hoy también reclama.

Arizmendiarrieta y Francisco comparten así una visión económica, un estilo de liderazgo, unos valores fundamentales y una orientación pastoral. Y convergen en una llamada a la transformación social, donde la persona y el bien común sean prioritarios.

Su legado nos invita a construir un mundo más justo y solidario, donde la economía esté al servicio de la humanidad, y en el que nuestro pequeño país pueda ser un referente en la aplicación de los valores promovidos por ambos líderes.

* Presidente de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa