Michel Gaztambide ha pisado este año discretamente las alfombras rojas de Cannes y Donostia con motivo del esperado estreno de Cerrar los ojos, cuyo guion firma junto a Víctor Erice. Ahora regresa a la actualidad para presentar Autopsia del zombi, su cuarto poemario y el primero en más de una década.

Tras un acto en Donostia este pasado viernes, Gaztambide (Vaucluse, Francia, 1959) presentará su nueva obra, editada por Libros del Mississippi, el próximo jueves en el festival Getafe Negro junto a Enrique Urbizu, el cineasta con el que más ha colaborado. Con No habrá paz para los malvados, ambos obtuvieron el Goya al mejor guion original en 2012.

La poesía fue primero

Pero antes de escribir historias para la gran pantalla y la televisión, para películas como Vacas, de Julio Medem, Petra, de Jaime Rosales, y esa joya que es La vida mancha –su segundo trabajo con Urbizu–, este autor, que creció en Pamplona y vive en la capital guipuzcoana, había transitado largamente por la poesía.

“Creo que tenía 17 años cuando escribí algo parecido a lo que pensaba que era un poema. La poesía fue esencial porque tiene mucho que ver con el cine, y me ayudó a subsanar algunos problemas con los guiones”, explica.

Dice que con la poesía cuenta “cosas que no se pueden expresar de otra manera”, pero “no le parece “un acto trascendental”. “Me siento intruso en eso. Además, no sé cuál es la tendencia actual de la poesía ni los poetas contemporáneos que hay que leer”, comenta.

Vuelve siempre a los mismos, a Williams, Simic, Anne Sexton, a Tonino Guerra, uno de los grandes guionistas del cine italiano. Lee “constantemente” poesía y sobre todo ficción. “No se puede escribir si no lees, cosa que últimamente está pasando bastante”, advierte.

Ruptura de tonos

La escritora y guionista Itziar Mínguez Arnáiz remarca en el prólogo de Autopsia del zombi que autor y obra son “únicos”. Con sus versos, Gaztambide intenta no ser “solemne”, y juega a la “ruptura de tonos”, que es algo que también le interesa en el cine, el ver una escena “en un tono determinado” e introducir “un elemento que lo quiebra”.

“Ese es el tono de la vida. Y si a algo quiero que se parezca mi poesía, o donde quiero que tenga su cauce o su fuente, es en la vida”, afirma. La vida que a veces “muerde” como los escorpiones dentro un tarro de miel del poema Infancia, señala.

Asegura que puede pasar un año sin escribir un verso. “Aunque hay maneras de afrontar el relato cinematográfico que tienen que ver con la poesía, la encontramos en cosas que aparentemente no la tienen. Son pequeños haikus, como solemos llamar Enrique Urbizu y yo a momentitos que están en películas que pueden ser thrillers pero que tienen también un valor poético”, añade.

Con el realizador bilbaíno volverá a escribir a principios de año. “Nos entendemos sin hablar, ya son muchos años. Es una entente, digamos, casi muda”.

Las referencias culturales de los dos son las mismas: “la misma clase social, clase media baja, los mismos libros, las mismas películas, un lenguaje común”, detalla sobre una alianza de la que nació también La caja 507 y las series Gigantes y Libertad.

Destaca que Urbizu es, como Erice, “muy exigente y muy riguroso”, y que él le acostumbró a esa manera de trabajar que ha elogiado el autor de El espíritu de la colmena. ¿En qué consiste el método Gaztambide? “En escribir todos los días”.