The Dark Side of The Moon (TDSODM) es, además de una de las obras cumbres del rock progresivo de los míticos Pink Floyd, uno de los discos más vendidos de todos los tiempos, con más de 45 millones de copias. El año que se cumple el medio siglo de vida de un disco que criticaba males de la sociedad moderna como el dinero, el poder, el estrés, el vértigo del paso del tiempo y la locura, se reedita mejorado en sonido, a la vez que su compositor principal, el bajista Roger Waters, tan valiente como suicida, entrega, a sus 80 años, su visión actualizada del álbum, que suena deprimente, plagada de recitados y sin rastro de las magníficas guitarras de David Gilmour.

Este 2024 se cumple medio siglo de la edición de TDSODM, el 8º disco de los Floyd, el que lanzó al grupo a las listas de éxito, que ya no abandonaron en los 70 gracias a Wish You Were Here, Animals y The Wall. En total, ha superado los 45 millones de copias vendidas, solo por detrás de Thriller, de Michael Jackson, y de Back in Black, de AC/DC. Este fin de semana se han publicado las nuevas ediciones remasterizadas del álbum en formatos individuales CD, LP y Blu-ray, con pegatinas y un libreto de 24 páginas.

Disco conceptual sobre algunos de los males de la sociedad moderna, de la pasión por el dinero y el poder a la obsesión por la muerte, el estrés, el paso del tiempo y la inestabilidad mental, las reediciones, que incluyen un concurso de vídeos sobre las canciones destinados a sus fans, se suman al proyecto actual de Waters, para muchos el líder indiscutible de los Floyd aunque su arquitecto sónico fuera David Gilmour desde su incorporación tras la marcha de Syd Barrett. Waters acaba de publicar su visión del álbum medio siglo después.

“¿Por qué no volvemos a grabarlo?”, se oye a Waters entre risas en The Dark Side of the Moon Redux? (Popstock!) “Te has vuelto loco”, es la respuesta del bajista, guitarrista y co–productor Gus Seyffert, su mano derecha en esta aventura con génesis en Lockdown Sessions, Ep de 2022 en el que Waters revisó canciones pinkfloydianas como Mother, Vera o Comfortably Numb. “Por entonces ya asomaba en el horizonte la reelaboración de TDSODM. No es un sustituto del original que, evidentemente, es irremplazable. Es una manera para que el hombre de 79 años mire hacia atrás, a través de los 50 años transcurridos, a los ojos del joven de 29 y diga, citando un poema mío sobre mi padre: “Hicimos nuestro mejor esfuerzo, mantuvimos su confianza, nuestro papá habría estado orgulloso de nosotros”, explica Waters.

Recitado y depresivo

La versión actualizada presenta a Waters con la voz cansada de un anciano, recitando más que cantando y acercándose más al universo expresivo de Leonard Cohen que al de Pink Floyd. Su revisión suena triste, melancólica y hasta depresiva en la actualización de un repertorio histórico que cercena las maravillosas guitarras originales de David Gilmour y los avanzados pasajes progresivos de los sintetizadores de Richard Wright.

En Speak to Me recupera los versos sobre la vida y la vejez de un tema antiguo de los Floyd, Free Four; en Breathe adopta un tempo más lento y sombrío, sin rastro de las líquidas guitarras originales, sustituidas por una acústica; en el instrumental On the Run recita un sueño en tono monocorde y con un fondo electrónico; en Time desaparece el coro de relojes y el solo de Gilmour lo reemplaza un sintetizador y una slide; en Money echamos en falta el sonido de las cajas registradoras; en Great Gig in The Sky se diluye su carga psicodélica y añoramos la voz soul de Clare Torry, como el saxofón en Us and Them; en Eclipse el tempo se estira perezoso… y la sensación general es de que el experimento patina, con contados aciertos instrumentales y demasiados recitados y fondos de órgano Hammond.

A esta revisión fallida de Waters, que solo ofrece algo de luz en el verso final añadido a la obra original –“no todo está oscuro ¿verdad?–, hay que sumar la recuperación –esta sí necesaria– de Wet Dream (Warner Music), el debut en solitario de Richard Wright, el ya fallecido teclista de los Floyd. Disco de 1978 editado tras Animals y el debut, más exitoso, de Gilmour en solitario, pasó desapercibido en su momento y permanecía descatalogado.

Ahora disponible en Cd y vinilo azul oscuro transparente, cuenta con la remasterización de Steve Wilson, de Porcupine Tree, y ofrece similitudes en los patrones rítmicos y estructura de sus canciones con muchos pasajes de los Floyd. Sin llegar a la altura ’del grupo, el poder melódico y progresivo de este álbum mayormente instrumental, de tono templado y melancólico, nos llena de nostalgia con la ayuda a las guitarras de Snowy White, sintetizadores, Hammonds y el saxo de Mel Collins, que pasó por King Crimson y Camel.