En la última novela de Ibon Martín, Alma Negra, los Montes de Hierro no son solo un decorado, sino un personaje más con sus cicatrices geofráficas y su memoria colectiva forjada en la mina. Desde sus orígenes como autor de guías de senderismo hasta su consolidación como referente del thriller, el autor donostiarra traslada su profunda conexión con el paisaje, hablándonos sobre el poder narrativo del territorio, el respeto al monte, el miedo real en plena naturaleza y la acogida de su literatura por lectores de todo el mundo.
En Alma negra, la cuenca minera vasca se convierte en un personaje más de la historia. Tras explorar el legado trágico de los Montes de Hierro, ¿qué es lo que le fascinó de este escenario tan particular para ambientar su trama?
-Cuando empecé a plantearme Alma negra, quería abrir con un primer capítulo que es el de una niña robada de 40 años llamando a la puerta de su madre biológica y encontrándose algo que va a resultar bastante desgarrador. No me valía cualquier escenario para contar esto, necesitaba un escenario que me acompañara a lo largo de toda la novela y que fuera descorazonador. Que fuera un paisaje duro, un paisaje herido. Eso es lo que he encontrado en los Montes de Hierro, un paisaje cubierto de cicatrices, torturado por la mano del hombre y por siglos y siglos de extracción minera. Todo eso no solo ha dejado una huella geográfica, sino también una a nivel de sociedad y de leyendas de la mitología de ese propio lugar. Allí no encontramos la mitología vasca habitual, ni a Tartalo, ni a Mari, ni a las Lamias. Nos encontramos leyendas oscuras vinculadas con ese pasado duro de la gente que vivía de la mina.
"La masificación de la montaña ha dejado terrenos vírgenes bastante destrozados”
Comenzó su carrera literaria en la narrativa de viajes por Euskadi publicando guías de senderismo. ¿Qué es lo que menos le gusta de la gente que no respeta el monte?
-Mis guías han contribuido a democratizar el monte. Antes, al monte íbamos a ciegas, porque nuestro padre o nuestro tío conocía una ruta determinada. Ahora, a través de las guías de excursiones y de internet se ha democratizado y cualquiera puede ir a hacer una ruta. Pero eso también se ha trasladado a que como cualquiera puede ir, quien va ya no respeta al monte como algo prácticamente sagrado. Muchas veces nos encontramos con basura, con gente que va con el móvil y música a todo volumen molestando a los de al lado... Es una pena, me da mucha pena ver como la masificación de la montaña, sobre todo desde la pandemia, que es cuando más se popularizó, ha dejado muchos de los terrenos que antes eran más o menos vírgenes bastante destrozados, y me da muchísima rabia.
La denuncia en su escritura
Ibon Martín cree que la denuncia en la escritura es algo que le debe de gustar a todos los escritores. A él le gusta aprovechar que su novela es actual y que se localiza temporalmente en la actualidad para denunciar ciertas situaciones.
Algo que lleva denunciando desde que empezó es la escasa presencia e importancia de la mujer dentro de la Ertzaintza. En sus palabras, a día de hoy las policías son un 20% menos, en puestos de poder “hay muy poquitas”. A pesar de que haya una jefa de la Ertzaintza, en puestos intermedios son escasas. “Creo que es importante que la Ertzaintza se feminice”, puntualiza.
Por otro lado, en sus novelas, su personaje, Ane Cestero, es hija de un maltratador, por lo que siempre hay una denuncia a los malos tratos. En Alma Negra en particular, cuenta que hay un punto de denuncia a cómo el poder económico y político muchas veces decide sobre territorios sobre los que no debería tener derecho a decidir, porque son “territorios en los que vive una gente a la que le van a cambiar la vida”.
Hablando de naturaleza, usted utiliza mucho el clima para darle potencia a sus historias. ¿Ha habido algún momento en el que haya pasado miedo en el monte por este?
-El clima es un recurso muy útil de cara a generar tensión en una novela, en la narrativa de suspense. Desde luego que, como he andado mucho por el monte, he tenido percances con el clima. Me he perdido por la niebla en una montaña de Palencia, de la que terminé bajando por una vertiente que no era por la que tenía que bajar. Acabé a 20 kilómetros del punto donde tenía que haber aparecido. Pasé bastante miedo, tuvo que ir a buscarme la Guardia Civil... Fue un día potente. Pero luego he tenido otros percances, quizá no tan serios por el clima, pero me acuerdo en el hayedo de Altube, al pie del Gorbea, donde entró una niebla terrible. Yo estaba totalmente solo, no veía ni el camino ni nada. Me senté y oía los chirridos de los troncos, otro día en el que pasé miedo. Me imaginé que estaba por allí el mismísimo Basajaun. Lo he trasladado mucho a mi narrativa infantil, he aprovechado esa historia para construir luego un libro para niños.
De hecho, su colección infantil, Las aventuras de Onin, ha sido adaptada al teatro. ¿Qué le motivo a escribir para un público más joven siendo tan aficionado al thriller?
-La motivación fue básicamente doméstica. Tengo una hija que tiene 10 años y me apetecía escribir libros para ella. Como trabajo de escritor, decidí también publicarlos. El éxito tan terrible que tuvieron y que siguen teniendo me ha incitado a seguir. Este proceso me ayuda a limpiar la mente. Estás escribiendo una novela como Alma negra, donde hay muchísima tensión y pasas a infantil... Hay veces en las que estoy escribiendo thriller, estoy saturado, estoy en un momento en el que me bloqueo..., pues paso a infantil. Así se me limpia la mente, porque estoy escribiendo algo mucho más amable. Desde luego que lo utilizo prácticamente como una terapia para reencontrarme un poco con una manera de ser más positiva, no tan dura como la de la novela negra.
Un éxito también ha sido su saga protagonizada por la inspectora Ane Cestero, a nivel internacional. ¿Cómo vive esa dualidad entre ser un autor de renombre en Euskadi y, al mismo tiempo, provocar tanta expectación en el extranjero?
-Es curioso, porque en infantil solo soy conocido en Euskadi y me pasa mucho que me paran los niños, que no tienen filtro, y me hace mucha ilusión. En el caso de la novela negra me hace especial ilusión la fuerza de venta que tengo en Latinoamérica y en Holanda. Allí funciona muy bien y hay mucha gente, sobre todo de Holanda, que viene después a conocer los parajes de mis novelas y me escribe para saber dónde están. Hicimos una pequeña guía para el mercado holandés, para que supieran algunas claves sobre cómo visitar los escenarios. Alma negra también se publica en Holanda y hace meses que el editor holandés me estaba presionando para que lo acabara y se lo pasara. Es genial, la verdad, que fuera de aquí funcione.
“Si yo escribiera algo que trajera más turistas a la parte vieja de Donostia me horrorizaría”
Entiendo que se siente orgulloso de darle un impulso a estos parajes que tenemos aquí en Euskadi y que se hagan tan conocidos en el mundo que hasta gente de varios lugares quiera venir a verlos, ¿no?
-Sí, porque creo que en Euskadi tenemos en algunos lugares un problema de sobreexplotación turística, pero precisamente yo las novelas las ubico normalmente en escenarios que son más bien solitarios y tranquilos. Que puedan venir turistas a esos lugares me parece un punto positivo. Si yo escribiera algo que trajera más turistas a la parte vieja de Donostia me horrorizaría, porque ya está saturada. Pero estos lugares, como pueden ser los Montes de Hierro, creo que está bien que se den a conocer y que se diversifiquen un poco los destinos turísticos de nuestro país.