El cineasta Cristi Puiu, exponente de la nueva ola de cine rumano, ha presentado este lunes en la Sección Oficial la que puede ser, hasta la fecha, la más sólida y firme candidata a hacerse con la Concha de Oro, MMXX, título que remite a una realidad: la de la pandemia. Puiu presenta un largometraje de 160 minutos en el que desliza cuatro historias ambientadas en la Rumanía del año 2020, en plena crisis del covid, realidad que atraviesa todas las tramas, ancladas unas con otras, como si de una película-río se tratase por lo recurrente de algunos de sus personajes. 

Una psicóloga que atiende a una paciente centra el primer relato. Después Puiu salta a una cena en la casa de la psicóloga con su hermano y su desagradable pareja. Este es el que protagoniza el tercer segmento mientras espera en el hospital con un compañero a que el test de antígenos emita el temido resultado. La última historia, en cambio, se sumerge en lo más oscuro de este país de Centro Europa, al abordar la investigación de dos inspectores de policía caminando sobre los grises de la moralidad. El paso entre el tercer y el cuarto fragmento es el menos obvio de todos y alude a una cuestión temática, que supone la verdadera raíz de la película. Durante la espera del resultado del test, el compañero comienza a narrar, como si fuese un cuento, anécdotas sobre los bajos fondos de Bucarest. La última parte, aborda directamente ese aspecto de la sociedad. 

En cuanto al aspecto formal, uno de los puntos más interesantes de la propuesta, más allá de la austeridad de la misma, es que el planteamiento varía entre parte y parte. Así, durante la demencial y divertida sesión de terapia de la psicóloga con su paciente, Puiu apuesta por un plano secuencia de casi 40 minutos. Sólo mueve la cámara levemente, en un eje horizontal a derecha y a izquierda, para seguir los pasos de la terapeuta en su camino del diván a la puerta y de la puerta de vuelta a la butaca. 

En el tercer segmento, repite fórmula. Enmarca a los dos protagonistas de la secuencia de forma frontal y apenas mueve el plano, más que para favorecer un reencuadre de los actores o hacer un seguimiento de aquellos que se introducen en la habitación en la que transcurre la escena.

Por contra, el segundo episodio, que se convierte en la clásica cena que puede llegar a acabar en un conflicto explosivo, llena de llamadas de teléfono, comida calcinada e interrupciones, se filma cámara en mano reflejando el caos del hogar y siguiendo a uno y otro personaje por las estancias del hogar.

El último fragmento, el único rodado en un exterior, acompaña a uno de los agentes de policía. Que la secuencia comience en un entorno rural y al aire libre, en contraposición con los episodios anteriores, no es una cuestión menor, dado que el inspector acaba en el interior de una casa, allí donde se halla lo que está buscando y completando la evidente metáfora de aquellos que terminan revelando las sombrías interioridades del alma.

'MMXX': Del taller a la pantalla

Puiu ha comparecido ante los medios, acompañado por un numeroso séquito de productores e intérpretes, y ha explicado que el carácter episódico de MMXX bebe de su propio origen: un taller organizado en 2021 por el productor y actor Dorian Boguta.

Según ha confesado el director y guionista, responsable de obras como La muerte del Sr. Lazarescu (2005) y Sieranevada (2016), no es la primera vez que utiliza un cursillo de estas características como excusa para poner en marcha un proyecto de largometraje. “Me impulsa y también a los actores”, ha comentado.

De esta forma, los textos que componen las cuatro historias, ejercitados como terapia para superar el “trauma que supuso el confinamiento” surgieron de ese taller y provinieron no sólo del propio Puiu, sino también de los actores que acabaron haciéndolas suyas.