Entre 1915 y 1935, Donostia fue una de las capitales europeas “ineludibles” de la alta costura y estuvo al nivel de urbes como París, Londres o Madrid. La sala Kubo Kutxa, situada en el Kursaal, expone 120 fotografías de aquel tiempo que demuestran que la capital guipuzcoana se convirtió en una auténtica pasarela de moda, “ver y ser visto” por el que desfilaron hombres y mujeres con ropajes diseñados por consagrados modistos y por otros que comenzaban a despuntar. No era extraño encontrar en estas calles diseños de Coco Chanel y también de su mayor “rival”, Jean Patou San Sebastián, escena de moda, que se ha presentado este miércoles en la sala Kubo por la directora de Arte y Patrimonio de Kutxa Fundazioa, Ane Abalde, corresponde a una iniciativa con la que se pretende celebrar el 50º aniversario de la Fototeka Kutxa, un archivo que en la actualidad cuenta con 1,5 millones de imágenes y objetos, y que nació en 1973 tras la adquisición de los fondos de los comercios donostiarras Photo Carte (Fotocar) y Foto Marín.

Para comisariar la exposición, Kutxa Fundazioa ha recurrido a una auténtica experta en cuestiones de moda, a Miren Arzalluz, antigua directora del Museo Balenciaga; actual máxima responsable del Palais Galliera, el Museo de la Moda de París; y autora de una tesis doctoral centrada, precisamente, en el impacto de la sucesión de eventos históricos de finales del siglo XIX y principios del XX que favorecieron lo que se conocería como Cotê Basque

Precisamente, durante su investigación sobre la moda en la costa vasca, Arzalluz profundizó en los archivos de Fototeka, por lo tanto, pocos expertos hay mejores para comisariar esta muestra, en la que, según ha confesado, ha intentado huir de la “nostalgia” de la Donostia “elegante” de aquellos años y también de hacer una mera “descripción” de los diseños que se paseaban por las calles de la ciudad. Al contrario, lo que ha buscado a través de esta selección de instantáneas –en un primer cribado seleccionaron hasta 1.600 que les parecieron relevantes–, que se agrupan en seis apartados distintos, es reflejar “la importancia de la moda” en el contexto social, económico y cultural, hasta convertirse en un elemento “central” de las interacciones sociales.

Es bien sabido que determinados factores históricos propiciaron la evolución de Donostia –y también de Biarritz– en lugares de referencia para importantes casas de moda, al tiempo que se generaba el contexto ideal para el florecimiento de una industria alrededor del diseño textil. La llegada de la aristocracia a finales del XIX, de la mano de la reina regente María Cristina que ubicó su residencia estival, en el País Vasco, llevó a que esta se convirtiese en prescriptora de la moda del momento. De la misma manera, la reina Victoria Eugenia, gran consumidora de alta costura, apostó por veranear en Biarritz –entre las fotos que pueden verse en la exposición, se encuentran varias en las que la figura retratada es Victoria Eugenia frente a varios comercios–. 

Ane Abalde y Miren Arzalluz, durante la visita a 'Escenas de moda'. Javier Colmenero

Con el objetivo de atraer a estos veraneantes, Donostia ofreció “una versión concentrada de una ciudad moderna” con sus casinos, terrazas, avenidas y playas. Así, llegaron dos cambios. Por un lado, el comercio local quiso dar respuesta a este nuevo público –los comerciantes locales comenzaron a viajar al extranjero para formarse y poder volver para abrir nuevos negocios– y, por otro, las casas de moda francesas comenzaron a fijarse en la costa vasca, algo que tuvo un factor de multiplicación tras el estallido de la I Guerra Mundial, porque los modistos deslocalizaron sus sedes y abrieron salones en varios municipios de Francia, como Deauville, y también en Iparralde y, por supuesto, en Donostia. De hecho, al otro lado de la muga se estableció una sede de Chanel en 1915. Por ello, en Escena de moda son perfectamente reconocibles dos diseños “de gran modernidad” de esta modista: una mujer que viste un canotier, collar de perlas y una chaqueta oscura en punto de seda –material flexible y ligero que introdujo la modista francesa– de la que sobresalen el cuello y los puños de una camisa blanca, y otra mujer que viste un vestido de corte eslavo, por influencia de la aristocracia rusa que llegó a la ciudad de las luces tras la Revolución socialista.

Todo ello resultó en un interés que atrajo las miradas de las clases altas, la burguesía, los artistas y las deportistas. La celebre bailarina estadounidense Josephine Baker y la precursora del tenis femenino profesional y campeona olímpica Suzzanne Langlen visitaron Donostia –llegó a competir en el Tenis de la capital– y fueron retratadas con sus atuendos, en muchos casos, de célebres modistos como el ya citado Patou, que diseñó para Langlen un innovador conjunto de tenis –blanco, por supuesto– que inauguraría una querencia por la moda deportiva cómoda.

Seis escenas de moda

La moda, ha explicado Arzalluz, estuvo “codificada” hasta la década de los 30. Es decir, cada situación exigía un tipo de vestimenta distinta, algo que hacía, por ejemplo, que las mujeres se cambiasen de ropa varias veces al día en función de cada contexto social. La exposición se divide en seis escenas en las que, además, se intenta mostrar la evolución de las prendas y los diseños.

Un primer espacio se dedica a fotografías tomadas en la playa de La Concha, en la que se recogen instantáneas de hombres y mujeres con sus trajes de baño. Primero, con el maillot que vestían ambos géneros y que llegó a la capital guipuzcoana en 1914 de mano de un grupo de mujeres aristas –“la de Donostia tampoco era la playa más atrevida del momento; Biarritz lo era más”– y que a partir de la década de los 20 se convirtió en el traje de baño por excelencia. A medida que los años avanzaban, la vestimenta para el baño también se transformó, aligerándose y simplificándose, en un proceso paralelo al de la liberación progresiva de la mujer. “El grado de sofisticación de la moda de playa era tan elevado como el que se podía observar en la calle”, ha asegurado.

El siguiente alto en el camino es ese, la calle, los restaurantes, terrazas, hoteles, el té de la tarde en el casino, escenas en las que se recogen la enorme variedad de clases sociales que convivían y que coincidían en la vía urbana y que se edificaba sobre la idea de “ver y ser visto”.

Algunas de las imágenes que componen la exposición. Javier Colmenero

Más escenas: las carreras de caballos en el hipódromo y las corridas de toros en la plaza de El Chofre se convertían en lugares en las que modelos de las casas de alta costura se paseaban exhibiendo sus vestimentas, un fenómeno que empezó a darse en París a finales del XIX. Arzalluz ha confesado que el nivel general de la moda era tan alto, que resulta muy difícil diferenciar a ciudadanos particulares de las modelos.

Asimismo, la exposición también dedica un apartado a la moda deportiva, como consecuencia de los deportes de las élites como el tenis, el golf y el automovilismo. Es en este apartado en el que se exhibe las instantáneas de Suzzanne Langlen, con el traje deportivo diseñado por Patou, que representa el paradigma de un tipo de vestimenta que nació para adecuarse a la práctica deportiva y que culminó siendo considerada moda.

La exposición concluye con otros dos espacios. Uno está dedicado a la mostrar la vida social de lujo y sofisticación de la época, por ejemplo, con imágenes de las fiestas que ofrecía el embajador de EEUU en Arbaizenea y, con otras instantáneas más humildes, las de las modistas locales que trabajaban en los salones de moda, y también en el ámbito doméstico, pero que abandonaban el oficio cuando se casaban. Escena de moda también les rinde homenaje.