El nuevo viaje de Sorolla comienza en Donostia 100 años después de su fallecimiento. Ha sido el museo de San Telmo el elegido para acoger la primera etapa del proyecto Viajar para pintar. Es este un proyecto con etapas, viajero, que en cada ciudad que ha tenido un vínculo especial con el gran pintor valenciano acogerá una exposición con la obra que de cada una de ellas nace o se nutre.

La muestra, que ha sido definida por el director de Donostia Kultura, Jaime Otamendi, como una “pequeña y valiosa perla”, podrá ser visitada en la Sala Capitular del museo de San Telmo desde hoy hasta el 15 de octubre.

El objetivo de este proyecto es poder disfrutar de las obras de Sorolla “en el mismo lugar en las que fueron creadas”, planteando un “diálogo” entre los fondos del Museo y la Fundación Museo Sorolla y los fondos propios del museo de acogida.

En este caso, San Telmo ha aportado a la exposición tres óleos pertenecientes a su colección, que fueron donados al museo donostiarra por Rogelio Gordón, amigo personal del pintor valenciano y director de la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad.

Quien visite San Telmo se podrá encontrar con diez lienzos y 27 pequeñas notas de color que son un espejo del vínculo de Sorolla y su familia con Donostia y de la forma en la que vivieron en sus largos veraneos en una ciudad que les enamoró desde el primer momento.

La comisaria de la exposición, Acacia Sánchez Domínguez, ha destacado en la presentación que esos veraneos en Donostia supusieron para Sorolla, entre otras muchas cosas, “un cambio en la paleta de color” para poder reflejar “la cambiante luz de Cantábrico” frente a la potente luz del Mediterráneo que le vio nacer.

Desde que Sorolla visitó Donostia por vez primera en 1889, de regreso de París, el artista le fue fiel casi hasta su muerte en 1923. Su última visita fue en 1921, ya muy enfermo.

Sus veranos en San Sebastián “cuando la media de estancia de un veraneo era de entre 60 y 90 días”, sirvieron al artista para “trasladar a su pintura toda la modernidad de una ciudad tan avanzada y tan cosmopolita”.

Fiel al veraneo

Su cita ineludible con Donostia no se explica solo por su amor a la ciudad, sino también por el hecho de que era a finales del siglo XIX e inicio del XX un encuentro con el “veraneo elegante” y, en consecuencia, con los cliente y los amigos del pintor que tuvo en la ciudad tres residencias: la primera fue el hogar de su amigo el doctor Madinaveitia, la segunda Villa Cristina, en Aiete; y la última Villa Sorolla, en las faldas de Igeldo.

Además de óleos y notas de color, la exposición recoge fotografías de Sorolla, una treintena, ya que era un avanzado en esta disciplina que influyó en su arte gracias a la influencia de su suegro, el fotógrafo Antonio García Perís. 

 Sorolla fue, y así lo ha recalcado Acacia Sánchez, “un viajero infatigable y un adelantado a su época” que “desde el primer día se prendó” de Donostia y que disfrutó de la ciudad cuando era “el epicentro del verano” en una época convulsa,

 La muestra está dividida en cuatro secciones: La luz del Cantábrico, Veraneante sin descanso, Interiores vascos (con obras que se alejan de la costa y se adentran en la montaña) y Últimos veranos.

Es este un paseo por la forma en la que Sorolla plasmó y vivió Donostia y por cómo la disfrutó y la conoció en su día a día, que comenzaba con una ineludible visita al puerto y finalizaba con un paseo y participación en las tertulias del Café Oriental, en el Boulevard donostiarra, siempre después de recalar al mediodía en la playa de La Concha.

En la exposición se puede disfrutar de una selección de su serie de vistas El rompeolas, un mar enfadado en el Paseo Nuevo donostiarra a distintas horas y con distinta luz.

Además, la exposición de la Sala Capitular de San Telmo recoge, según ha destacado Acacia Sánchez, un recorrido “por la evolución del estilo de Sorolla”, desde su época “más realista” al estilo “más deshecho, a través de manchas puras de color”.

Enrique Varela, director del museo Sorolla, ha querido subrayar en la presentación de la muestra la importancia de este proyecto que va más allá “del binomio Valencia-Madrid”, ciudades en las que se desarrollan la mayor parte de las propuestas con la que se conmemora el centenario de la muerte de Sorolla y en las que nació y residió.

Según ha apuntado, este viaje comienza en Donostia pero seguirá en Valladolid, Mallorca, Sevilla, Toledo, A Coruña etc., ciudades en las que la figura y la obra de Sorolla tuvieron especial relevancia.

Susana Soto, directora de San Telmo, ha subrayado la importancia que la obra de Sorolla tiene en los fondos del museo donostiarra, al que Rogelio Gordón y el doctor Juan Medinaveitia, amigos del pintor, donaron diversas obras. 

Y es que la huella de Sorolla en Donostia y de Donostia en la obra de Sorolla han permanecido en el tiempo. Porque de sus pinceles llenos de color salieron en torno a 300 obras en las que la capital de Gipuzkoa no fue la única protagonista, ya que tienen también un importante reflejo las imágenes de Pasaia o Zarautz.

Como despedida de una muestra pequeña pero intensa, se incluye el obituario que de Joaquín Sorolla y Bastida, apellido este último de origen vasco, se publicó en el Diario de San Sebastián.