“Más acordes, menos fama”, se oye en una de las canciones de The No Ones, algo así como Los Nadie, el nuevo vehículo de Peter Buck, quien fuera guitarrista de los inolvidables R.E.M. A pesar del nombre, con él se ocupa del micrófono y comparte guitarras y teclados Scott McCaughey, otro músico excelso aunque siempre en segunda fila. Ambos, junto a una sección rítmica noruega publican My Best Evil Friend (YEP Records/Popstock!), un segundo álbum fresco, vitaminado y contagioso donde las guitarras y las melodías se entrecruzan y hacen que sintamos vírgenes nuestros oídos entre trallazos de power pop, garaje y psicodelia que rescatan su música –y la nuestra– favorita de las últimas décadas.

Al contrario que a sus antiguos compañeros de R.E.M., que se podría decir que optaron por un retiro voluntario con singles ocasionales en el caso de Michael Stipe, a Buck resulta difícil seguirle la pista. Siempre fue el más rockero del grupo y fan irredento de la música popular estadounidense, del rock al pop en sus variantes diferentes. Culo inquieto, tras la disolución de la superbanda en 2011 ha dejado su buen hacer en proyectos diversos, de otro supergrupo como Minus 5 (Steve Wynn y Ken Stringfellow) a Filthy Friends, Baseball Project, Luke Haines... Hay que tenerlos bien puestos, desconocer el término soberbia o disfrutar del juego de la ironía para denominar a un grupo The No Ones cuando has vendido decenas de millones de discos. Además, en los últimos años de R.E.M., gracias al apoyo de Scott McCaughe, miembro no oficial del grupo y colaborador en Minus 5, The Jayhawks, Alejandro Escovedo o M. Ward. Junto a este conocido dúo, completan la formación la sección noruega formada por Arne Kjelsrud Mathisen y Frode Strømstad (voz y guitarras) de la banda I Was A King.

Tres años justo después de su debut, un magnífico The Great Lost No Ones álbum que se nos escapó en su momento, y pandemia mediante, The No Ones publican su continuidad, otra gema que a tipos bregados en miles de escuchas de discos nos reconcilia con la pasión de las primeras veces, la frescura, el nerviosismo y gozo del descubrimiento y el reconocimiento de armonías y melodías imperecederas. My Best Evil Friend se llama este artefacto de 12 temas en CD –18 en doble vinilo– que se grabó a caballo entre Noruega y Estados Unidos.

Viaje por el pop y el rock

El álbum plantea un jugoso y emocionante viaje a través del pop y el rock de siempre. Seguramente no lo escucharás en las radios ni leerás sobre él en la prensa generalista, pero su escucha nos reconcilia con la música entendida como pasión, alejada del negocio y las modas a través de “un tributo borroso a nuestras propias colecciones de discos, a esos artistas que pueblan nuestros tocadiscos y nos siguen inspirando”, explica Buck.

Aunque no sea siempre de manera “lineal o transparente”, ahí están Plastic Ono Band, Joe Tex, Sugar Pie de Santo, Nick Lowe, Michael McClure, Blind Tom, Pamela Polland y Dean Martin. Lo hacen con el apoyo vocal de ilustres como Norman Blake (Teenage Fanclub), Debbie Peterson (The Bangles), Victor Krummenacher (Camper Van Beethoven) y Ben Gibbard (Death Cab for Cutie).

Disco de aires retro, supura veneración por la música y su interpretación de forma natural, honesta y sin dobleces desde el arranque con KLIV, con su sonido fresco y garajero a lo Dream Syndicate. Le sigue 304 Molino Way, puro power pop de dulces armonías y varios guiños a The Byrds, como el de Phil Ochs is Dead, su tributo al cantautor de los 60. El otro homenaje directo es Song for George, medio tiempo exótico, psicodélico y muy Beatle en su uso de guitarras y sitar. El homenajeado es Harrison, que aparece incluso en la portada del álbum.

Blue Cheer Captain suena gozosa, como una caricia, la antítesis de Cameo Parkway, la más esquiva y alucinógena. Y hay espacio para otro guiño, en este caso el escenario famoso de El Fillmore de L.A. con la banda ejecutando rock, sudorosa y ruidista, y a Big Star y Alex Chilton en la dulce Throwdown in Whispertow. Y al pop californiano de los 60 en la balada Time Sent Lewis y a la psicodelia en We Are Your Band hasta llegar al mejor estribillo del lote con The After Party. ¿Los Nadie? No les hagas caso. Son modestos, pero muy grandes.