Después de haber ganado a finales de 2022 sendos premios del público en el Festival de Cine Fantástico de Sitges y en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia, y de haber sido nominada a cinco premios Goya, Irati, de Paul Urkijo, llegará el viernes que viene, 24 de febrero, al circuito comercial. Esta tarde cines Príncipe de Donostia acogerán el prestreeno en nuestro territorio de este compendio de la mitología vasca, una proyección que estará patrocinada por NOTICIAS DE GIPUZKOA.

Después de su paso por Sitges y la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia, ‘Irati’ se ha ido presentando en distintos foros de forma puntual. Supongo que tendrá ganas de que llegue ya al circuito comercial.

Sí, la verdad es que sí. Desde que estrenamos en Sitges en octubre llevo con muchas ganas de que la pueda disfrutar el público. La película, además, se ha hecho para eso, para que la disfrute el público.

Parece que hay bastante expectación.

Sí que hemos percibido bastante expectación. En los festivales ha funcionado muy bien y hemos conseguido varios premios del público. Noto un runrún y veo a gente con ganas de verla.

No sé si esa expectación genera también una presión.

Yo la película la hago para que la vea el público, por lo tanto, la expectación siempre es buena porque va a generar interés. Más que presión siento inquietud e ilusión.

De octubre a aquí, ¿se le ha hecho larga la espera?

Muy larga. Tengo ganas locas de que la gente la pueda ver en el cine. 

Levantar este tipo de películas es muy costoso. ¿Llega a ser frustrante que los ciclos duren tanto tiempo desde la escritura del guion hasta el estreno?

Hacer películas siempre es complicado. Requiere de financiación, es muy laborioso porque hay que escribir el guion y preparar toda la situación para poder levantar la película. Si contamos 2023, hacer Irati ha costado seis años. Se hace largo pero la ilusión por sacar el proyecto te hace tirar hacia adelante y tener paciencia. Cuando me preguntan por algún consejo para hacer cine, siempre digo que la paciencia es muy importante y que también es determinante que aquello que quieras contar te apasione, así se puede aguantar ese tiempo.

El fin de semana pasado se celebró la gala de los Goya. ‘Irati’ estaba nominada en cinco categorías pero no se llevó ningún premio.

Estar con cinco nominaciones para nosotros ya es un premio. Aún más teniendo en cuenta que la película aún no se ha estrenado y, por lo tanto, no ha tenido tanta difusión. Además, este año había películas muy buenas, ha sido un año excepcional para el cine estatal. Poder estar compitiendo junto a esas grandes obras también es un premio en sí mismo. Además fue una experiencia muy bonita.

‘Irati’ es, como la propia mitología vasca, muy telúrica.

La mitología vasca se basa en un panteón de personajes y deidades que representan los diferentes espectros de la naturaleza. La regente de ese panteón es Mari y es muy telúrica porque representa la propia tierra, es la madre, la que nos da la vida, las cuevas son su útero. Desde luego, he intentado recrear esa mitología de la manera más paleolítica y realista posible, siendo fiel a los cuentos que me contaban desde niño.

La sociedad vasca se ha ido separando de la naturaleza.

Es algo que ha ocurrido en todas las sociedades. Venimos de la naturaleza y hemos tendido a irnos a las ciudades, a crear un mundo artificial. Con Irati también pretendo lanzar un mensaje de reencuentro, de respeto, de recordar los nombres de esas deidades. En la mitología vasca hay una frase que es Izena duen guztia bada, es decir, Todo lo que tiene nombre existe. Es el lema que hemos utilizado para la promoción de la película. La frase habla de la preservación, si mantenemos los nombres tanto a nivel cultural o de respeto hacia esa naturaleza, seguirá preservándose y conviviremos con ella. 

Habla del reencuentro con la mitología pero, ¿qué me dice del sincretismo? ‘Irati’ también versa sobre la evolución de los mitos, algo en lo que el cine también ayuda.

Eso es. Me interesa mucho ese aspecto de la mitología en el que las religiones absorben o sincretizan las diferentes formas de creer. Es el caso de las diosas madre que se han ido transformando en diferentes representaciones. Desde la diosa madre paleolítica cómo ha pasado a ser Ishtar, Venus, Artemisa, Hécate hasta, incluso, la Virgen María. Todas comparten algún rasgo. Las sociedades van cambiando y esos símbolos se sincretizan, pero siguen siendo poderosos. Me interesaba mucho recoger esa transformación.

Decía que con la migración a las ciudades las sociedades pierden la conexión con la naturaleza pero, ¿sigue la mitología vasca estando en el imaginario colectivo o es algo que se ha ido perdiendo?

Sigue estando en el imaginario colectivo por la sencilla razón de que yo he hecho una película sobre el tema. Mis padres cuando íbamos al monte me contaban las historias de Basajaun en los bosques y de las lamiak en los ríos. Se ha dado una transmisión oral de una generación a otra. Joxe Miel Barandiaran también recogió esa tradición. A mí también me llegó de forma editada en cuentos infantiles. Soy un eslabón más en esa cadena que pretende compartir lo que tanto me apasiona y tanto respeto para que gente que pueda venir después también se convierta en el siguiente eslabón.

"He hecho 'Irati' para que la vea el público, por lo tanto, la expectación siempre es buena porque va a generar interés"

¿Paul Urkijo sigue profundizando en el conocimiento de la mitología vasca o ya sabe todo lo que hay que saber?

(Ríe) Me considero un aficionado. No soy antropólogo, ni nada parecido. Soy un contador historias y utilizo la información que otros han escrito para pasarlas a través de mi filtro. Todavía tengo muchísimo que aprender y muchísimo que contar, porque hay muchísimas otras deidades que son muy interesantes y quiero seguir indagando en el tema.

¿Piensa ya en una nueva película centrada en la mitología vasca?

No puedo decir de qué trata exactamente, pero sí que ando con proyectos que van en la misma línea. Es cierto que después de Irati me quiero tomar un descansito, porque toda la producción ha sido bastante cañera, pero, seguramente, pronto me pondré a escribir la siguiente.

Ahora que el género superheróico ha puesto de moda los multiversos, ¿podríamos decir que ‘Errementari’ e ‘Irati’ comparten universo?

(Ríe). Sí. Han salido de mi cabeza y creo que pueden convivir perfectamente. Me da esa sensación. Toda creencia sale de nuestros deseos, ilusiones, miedos y siempre que haya seres humanos pueden surgir dioses y monstruos que convivan.

Hablamos de la mitología pero la historia tiene un peso determinante en su nueva película. De hecho, retrata uno de los momentos claves de la historia vasca, la batalla de Orreaga de 778.

El siglo octavo es un periodo medieval muy interesante y muy pocas veces representado. Además, en aquella época toda la simbología cristiana estaba sin establecerse. Las figuras de las iglesias románicas son muy interesantes porque se da ese sincretismo del que hablábamos entre la naturaleza y el cristianismo. El imaginario que conocemos se estableció a partir del siglo XII. El siglo octavo es una época oscura y desconocida que me interesaba mucho llevar a la pantalla. Para los vascos un acontecimiento muy importante, mítico y legendario es la batalla de Orreaga. Me hacía mucha ilusión poder representarla.

"Teniendo en cuenta que la película aún no se ha estrenado, haber estado nominados a cinco Goyas es un premio en sí mismo"

En los últimos años se ha descubierto mucha información sobre dicha batalla.

Cada vez se sabe más de cómo fue. He intentado ser fiel a los últimos descubrimientos científicos pero, por otro, al ser una película fantástica y mitológica, quería jugar también con los mitos que hay alrededor de La chanson de Roland, las piedras que caen del cielo y ese general que toca el olifante antes de morir y que me parece que constituye un imaginario muy bonito.

La batalla de Orreaga es muy cinematográfica, al estilo del conflicto de las Termópilas con los 300 espartanos pero llevados a los Pirineos.

Irati también habla de una resistencia, de personajes y deidades más pequeñas que se enfrentan a una religión o a un poder mucho mayor. El País Vasco siempre ha sido un pueblo pequeño pero que ha defendido su identidad y su idioma y su cultura de una manera muy fuerte. Queda bonito representarlo y, además, en euskera.

En un euskera batua con dejes arcaicos.

He trabajado con Gorka Lazkano, que es con quien también hice Errementari. En aquella utilizamos el euskera alavés antiguo. En este caso quería darle un sonido medieval. Entonces, Gorka me propuso recuperar ciertas sonoridades que se supone que se parecen al euskera que pudo ser. Pero, sobre todo, se ha trabajado en un sentido de textura del idioma. Al final es una herramienta más para que el espectador se sumerja y pueda disfrutar más de ese mundo medieval