La 83 edición de la Quincena Musical de Donostia arranca este martes con un programa al que regresan los coros internacionales, los grandes conciertos y la ópera. El que debe ser “el año cero” de la vuelta a la normalidad, no obstante, no será sencillo, ya que, como dice Alfaya, a las todavía reticencias de parte del público hay que sumar el miedo de las propias formaciones, la crisis económica derivada de la pandemia y la guerra en Ucrania.

¿Con ganas de celebrar una Quincena normal y corriente?

Sí. Va a ser normal, como es normal nuestra vida ahora. Tiene sus peculiaridades con respecto a antes de la pandemia y hace falta que termine todo por normalizarse. La presencia de los coros marca esa normalidad, pero todavía tardaremos un poco en volver a estar como estábamos antes.

Arranca con el concierto de John Eliot Gardiner y, con él, vuelven también los grandes conciertos.

El año pasado hubo alguna orquesta extranjera, pero para este había que volver a entrar en la dinámica anterior y alguien como Gardiner era perfecto para empezar. Hay todavía un poco de miedo y no es como antes, que teníamos propuestas y llamadas de orquestas. Ahora todo el mundo quiere volver, pero es mucho más prudente. Y no es tanto por el miedo a que haya positivos. Es como si te han dado un porrazo y estuvieras despertando. Para la ópera, por ejemplo, no hemos encontrado a nadie que quisiera hacerla con nosotros.

Esa prudencia, ¿también la nota en el público?

Aunque lo atribuyo a factores económicos, no comparto ese miedo a decirnos constantemente que tenemos que estar preparados para lo que vendrá en octubre. Tenemos que estarlo, vale, pero no podemos vivir así, en un miedo a lo abstracto que no es sano. También está el cambio de costumbres. El cine es el que más lo ha notado, pero lo estamos pagando todos. La pandemia ha acelerado ciertas cosas que tenían que ocurrir en quince años. Hay gente que antes cogía el abono y que ahora viene a dos o tres conciertos. Ni siquiera vale decir que el directo es el directo. Tengo amigos que nunca han ido a ver una ópera, pero sí van al cine a ver las proyecciones de óperas. 

¿Cómo está yendo la venta de entradas?

Hemos previsto que andaremos en torno a una caída del 20% con respecto a otros años. Nuestras taquillas han sido siempre fuertes, por lo que la caída puede que no sea tan grande como en otros sitios, pero lo que tengo claro es que este año tiene que ser como el año cero de empezar a reconstruir las cosas a como eran antes. 

¿Confían recuperar el presupuesto de antes de la pandemia?

Hasta que no recuperemos ese 20% de taquilla, nos moveremos en algo menos. Teníamos que recaudar unos 460.000 euros y ya estamos en 580.000, pero porque fuimos muy prudentes. En toda Europa la gente no para de preguntarse dónde está el público.

“La mayoría de los donostiarras no han entrado en el Kursaal. Para mucha gente hay un muro de cristal y tenemos que desmontarlo”

Nueve de los diez conciertos del Kursaal son con coro. Tenía claro que debían volver y tener mucha presencia.

Era algo que había que hacer porque es la seña de identidad del festival. Además, poder hacer algo con ellos les permite poder hacer algo en otro sitio. Es por eso que siempre intentamos hacer cosas con los de aquí. Hace dos años nadie sabía cómo se podía hacer algo con ellos y no estuvieron. Ahora, era el momento.

Por fin, este año hemos dejado de preguntarle cuándo volverá la ópera a la Quincena.

Reconozco que va a ser complejo. No hay medidas restrictivas, pero se está haciendo con toda la prudencia posible porque nosotros no podemos tener un segundo reparto por si pasa algo. Creo que es importante crear una dinámica de que cada unos años esté la ópera. Si en el futuro únicamente son las grandes óperas del Teatro Real o del Liceo las que están, puede ser un problema para nosotros porque no caben aquí. 

Eso nos lleva a la eterna pregunta de las instalaciones de Donostia y si son suficientes.

Un teatro de ópera cuesta mucho dinero. No solo hacerlo, mantenerlo. Por lo que, o le das mucho uso o no le veo sentido hacerlo. Creo que hay cosas que son más necesarias. Somos una ciudad de 180.000 habitantes con una oferta cultural muy fuerte. Además, contar con una temporada implicaría tener entradas a 200 euros y, ¿quién está dispuesto a ello? Tenemos que tener entradas accesibles para todo el mundo.

¿Hay miedo no solo al precio sino a que haya gente que diga que no va por miedo a no entenderlo?

Es un miedo que deberíamos afrontar desde las instituciones públicas. Cuando se dan las cifras de la gente que visita el Kursaal o el Victoria Eugenia, hay que tener en cuenta que son las mismas personas que han ido varias veces. La mayoría de los donostiarras no han entrado en el Kursaal. Para mucha gente hay un muro de cristal y tenemos que ir desmontándolo. Algo del bono cultural, por ejemplo, caerá en cines o teatros, pero la mayoría no va a ser así y tenemos que ser conscientes de ello.

“Rusia es Europa y la tradición cultural de Europa no se entiende sin ellos. Llegará el momento en el que tengamos que lidiar”

La edición de este año también va a ser la del homenaje a Pablo Sorozabal con diferentes conciertos.

Todos los elementos más conocidos de sus composiciones se verán en Arantzazu y el coro Kea ofrecerá en la inauguración algunos de sus temas más populares. La tabernera del puerto es la última gran zarzuela, aunque hable de temas muy actuales, y también queríamos que se viera esa otra faceta suya.

También celebran los 25 años de la EGO.

La EGO, Orfeón Donostiarra, la banda de Bilbao... Hay varias celebraciones, pero en el caso de la EGO ha habido un cambio de dirección y he visto un salto interesante. El año pasado ya estuvieron presentes y hablando para este año creíamos que tenían que hacer algo especial que justificase su presencia. La tercera de Mahler me parece que es un programa que cumple.

¿Cómo les ha afectado la guerra en Ucrania?

Cualquier hueco que pudiéramos haber dejado para un artista ruso, quedó anulada. Rusia tiene un papel muy importante en la música clásica y, de repente, ha desaparecido. Incluso los artistas que están en contra de Putin y de la guerra han dejado de existir. Había giras que estaba organizadas y que iban a pasar por Quincena que ya no podían venir. Ha sido como un miedo más al covid, a la crisis económica y a las cancelaciones de vuelos. Por mucho que queramos, Rusia es Europa y la tradición cultural de Europa no se entiende sin ellos. Llegará el momento en el que tengamos que lidiar con ellos para hacer que se reintegre en el conjunto de naciones. l