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Las entrañas de una exposición de arte

Las exhibiciones artísticas y culturales tienen un largo recorrido previo a estar disponibles para el ojo público. Desde la concepción de la temática, hasta la elección de las piezas, pasando por diversos procesos de investigación.

Las entrañas de una exposición de arteGorka Estrada

Los gustos e intereses culturales pueden llegar a ser muy variados aunque, quien más quien menos, casi todo el mundo ha visitado alguna vez algún tipo de exposición. Pero, ¿cómo se concibe una muestra? ¿quiénes participan en su organización? ¿cómo se eligen las piezas que figurarán en la instalación? ¿se comprueba la autenticidad de las obras? Este periódico habla con la directora del museo San Telmo de Donostia, Susana Soto; con la directora de Proyectos de la misma entidad, Karmele Barandiaran; y con Cristina A., gestora cultural madrileña, que actualmente se dedica a la conservación del patrimonio artístico de una entidad bancaria, para resolver estas dudas y conocer el camino que se recorre hasta abrir una exhibición al público.

“En general”, para que una exposición eche a andar, es necesaria “la figura del comisario”, cuenta Cristina. “Es quien concibe temáticamente la exposición. Decide qué giros debe tener, si es en torno a la vida de un artista, o de una etapa de la vida de ese artista, o del ambiente de la ciudad de su época. O, simplemente, de un tema más abstracto, como por ejemplo, las connotaciones del color verde en la pintura del siglo XIX”, enumera la gestora cultural. Es decir, que el argumento sobre el que se basa la muestra puede ser muy variado.

Pero esta figura no trabaja sola, sino que va “de la mano de restauradores, de registro y del comisario técnico” para llevar a cabo “todo el proceso de préstamo, de investigación, de redacción de textos y de la burocracia que significa recibir una obra”, cuenta Cristina, que puede conllevar “interactuar con el propietario” de la misma, visitar la pieza, “hacer un seguimiento” y conocer el historial, para saber cómo se adquirió la creación, la comprobación de las facturas y también “si existe una historia interesante, que el propietario pueda aportar más información”. La gestora cultural madrileña pone un ejemplo; “imagínate que el propietario de cierta obra conoció en persona al artista; eso siempre es un plus”.

Por tanto, se podría decir que “existen muchas figuras y muchos pasos” alrededor “de la concepción” de una muestra, que “velan” por “el rigor” de las mismas. “Al fin y al cabo, la exposición tiene una finalidad educativa y hay que siempre intentar ser lo más rigurosos posibles”, conviene Cristina.

Sin embargo, la realidad de todos los museos no es la misma. Y es que esa manera de proceder puede ser la habitual en el caso de los establecimientos culturales dedicados exclusivamente a las Bellas Artes; es decir, aquellos en los que se exponen únicamente piezas artísticas (como pinturas y esculturas). Pero existen centros multidisciplinares; San Telmo es uno de ellos, tal y como recuerda Soto, y en estos espacios existen, asimismo, obras de etnografía, textiles, muebles, piezas industriales y otros tantos elementos que, combinados con las Bellas Artes, crean un mundo singular de diversas realidades y procedimientos.

Tres opciones

En el caso del museo donostiarra, tiene “unas lineas estratégicas” sobre las que programan sus exposiciones, que se reparten en tres tipologías. Por un lado, “proyectos que están itinerando”; es decir, aquellas muestran que vienen montadas y desarrolladas de otros museos y que San Telmo se encarga de acoger. Por otro lado, las producciones propias, “las que hacemos en base a nuestra propia colección” y en la que todos los pasos son dados por el equipo de la entidad. Y, por último, las que se hallan a medio camino; aquellas de producción “propia o compartida”, pero para las que cuentan con una figura de comisariado externa, experta en el tema que se quiere reflejar y quién está a cargo de los principales aspectos de la muestra.

Comprobaciones

Una vez que la temática de la exposición está clara y toca escoger las obras, puede haber dos opciones. Que la pieza ya esté en el haber del museo o que proceda del exterior, bien de otras entidades o de colecciones privadas. En este último caso, y cuando se trata del ámbito de las Bellas Artes, Cristina insiste en que “el comisario tiene que investigar bien de dónde procede la obra” y consultar si aparece mencionada en el catálogo razonado del artista. Este documento es similar a “una enciclopedia”, una “colección de toda la obra que ha producido” un autor en concreto y que sea “verificable”. Se puede dar el caso de que no exista una imagen de la creación, porque esté perdida, pero si hay constancia argumentada y demostrada de su existencia, aparecerá mencionada. Aunque Soto apunta que “catálogos razonados hay de muy pocos artistas”; ahí entran en juego las personas expertas que recepcionan la obra, “hacen un estudio de las condiciones” y analizan la documentación vinculada, tal y como explica Cristina.

Ojo con las subastas

Pero, ¿es común encontrarse una falsificación, una obra que se presupusiera original y que no lo fuera? Ni las profesionales de San Telmo, ni Cristina se han topado nunca con algo así, debido a la rigurosidad con la que se mueven habitualmente los museos. Aunque la gestora cultural nombra el caso de las subastas, donde “mucha gente intenta vender obra”, que “cree que tiene Goyas en su casa y no es verdad”. Apunta, asimismo, a que estos espacios de compraventa, cuando la autoría de las piezas no está asegurada, la envuelven “de manera elegante” bajo títulos como “Después de Murillo o Escuela después de Murillo”, para intentar sacar mayor beneficio. “Hay mucha obra en España que la gente cree que es real y no” lo es, reconoce Cristina.

Donaciones

Además de las obras adquiridas o de las prestadas temporalmente, a veces, los museos reciben donaciones por parte de la ciudadanía. Piezas u objetos que su dueño o dueña ya no quisiera o que deseara aportarla para el disfrute del público general. San Telmo es uno de los centros que recibe este tipo de regalos; cuando se ha tratado de piezas artísticas, como fotografías, “han sido donaciones de la familia o de los propios artistas”, afirma Soto. Pero también hay casos en los que reciben muebles u otro tipo de piezas, “porque, a veces, vacían un caserío y te donan todo lo que hay”, dice la directora del museo. En ambas casuísticas, se hace la trazabilidad de las piezas, se comprueba que haya “una coherencia” en la historia y se redacta y firma “un documento de donación”, un contrato en el que ambas partes aceptan las condiciones de la transacción realizada.

En medio de tanta diversidad de piezas, procedimientos y categorías culturales, la exposiciones que se han podido recorrer en San Telmo son considerables; algunas de ellas, tras un arduo trabajo de varios años. La mayoría responden a una idea temática, como Frivolité, una muestra sobre la indumentaria del siglo XVII, Tratado de Paz I 2013, que conmemoró el incendio que sufrió Donostia en 1813, o Tratado de Paz II, que giró en torno a la Capitalidad Europea de la ciudad en 2016. Pero también hay excepciones, como la actual muestra sobre Oteiza y Chillida, “dos piezas clave en la historia del arte vasco”, que “como museo de sociedad vasca, nos interesan”, incide Soto.