Es una de las localidades más bellas de Gipuzkoa. Su Parte Vieja, con el trazado en cuadrícula de sus calles adoquinadas, propio de las villas medievales, es de visita obligada, así como su colorida calle San Pedro, con sus balcones verdes, azules o rojos en contraste con sus blancas fachadas, o el paseo Butrón, con inmejorables vistas a la bahía de Txingudi. Pero además, Hondarribia poco tiene que envidiar a las barras de pintxos de la hostelería donostiarra, tan elogiadas internacionalmente, y ofrece una amplia oferta gastronómica para todos los paladares. 

Hondarribia merece la pena visitarla a pie, iniciando un paseo desde El Puntal, en el orilla del río, siguiendo hasta el parque de Pierre Loti y desde ahí, continuar el curso del río hasta la calle marqués de Vélez, donde se puede hacer una primera parada en el bar Loretxu y degustar sus verduras en tempura, sus calamares o el taco de vaca, entre otros. Y desde aquí a la calle San Pedro, principal arteria de Portu auzoa, popularmente conocida como La Marina, el barrio emblemático por excelencia de la localidad costera y uno de los puntos neurálgicos de la vida social de Hondarribia. 

Aquí se concentra la mayor parte de los bares de pintxos de la localidad. Y es que más allá de los clásicos Gran Sol o Sardara, la localidad cuenta con una variada oferta gastronómica. El Txantxangorri es una de las opciones, con sus croquetas, sus raciones de tortilla de bacalao o ensalada de tomate, entre las distintas opciones de su amplia carta. 

Enfrente, el renovado Rafael, con su pintxo canalla: una tapa de cerdo a la brasa según el humor del Chef; el salpicón Rafael de pulpo y gamba con alga guacamole fresca y semillas de sésamo; o el frito de queso de oveja, entre otros. 

Para los amantes de lo tradicional, el Ignacio y su tortilla de patatas es una apuesta sobre seguro, y en el Itxaropena pueden degustarse unos suculentos filetes rusos, tradición de décadas en la casa.

Antes de tomar rumbo a la Parte Vieja, en la vinoteca Ardoka puede probar su foie plancha con crema de Oporto y reducción de manzana o su paleta ibérica, entre sus variados pintxos y raciones. 

Tras las obligadas paradas en la calle San Pedro, es el momento de dejar Portu Auzoa atrás para adentrarse por las empinadas y adoquinadas calles del casco histórico

Una buena opción es hacerlo por la calle Javier Ugartea y ascender hasta el polvorín (siglo XVII) y disfrutar de las murallas medievales y que rodearon la ciudad hasta finales del siglo XVIII. 

Imprescindible también enfilar la calle Mayor, con la puerta de Santa María, uno de los dos accesos que tenía la ciudad. El camino lleva hasta la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano, un templo gótico con añadidos renacentistas y un campanario barroco. 

A escasos metros se encuentra el majestuoso Castillo de Carlos V, hoy parador, cuyo interior merece la pena visitar. Otro de los imprescindibles del casco histórico hondarribiarra es la coqueta plaza Gipuzkoa

En este particular recorrido que guarda otros muchos interesantes rincones también aguardan un buen número de establecimientos en los que hacer una parada. En la plaza Gipuzkoa, por ejemplo, encontramos el Badia, que ofrece, entre otros, raciones de vieiras flambeadas

Otro de los establecimientos a destacar es el bar Etxeberria, un local propio para picotear algo, como la ración de pollito, con salsa de mostaza y miel; la samosa vegetal con guacamole o los mejillones rellenos.

Merece la pena también tomar algo en el Parador, ya que la consumición permite disfrutar del interior de este castillo-fortaleza medieval, que todavía hoy luce sus estandartes.