Los hay quienes han preferido no ver ni saber nada de la obra hasta estar allí y los hay quienes no han parado de ver imágenes y vídeos durante toda la semana. La impresión que han tenido todos los primeros visitantes de Hondalea, no obstante, ha sido la misma: "Es una sensación impresionante, es como estar sentado en una roca escuchando el mar". Una experiencia que se disfruta todavía más gracias a la sensación "de paz y tranquilidad" que dan los grupos reducidos a un máximo de seis personas y el recorrido hasta el faro: "La isla gana con Hondalea".

A las 14.00 horas, la creación artística de Cristina Iglesias ha recibido por fin a sus primeros visitantes. Concretamente a seis, una familia con dos pequeños y un matrimonio. "Ha salido tanto en los medios de comunicación estos días, que ya la conocíamos. Aún así, nos ha impresionado mucho", ha comentado a NOTICIAS DE GIPUZKOA Juan Mari Lafuente nada más salir del interior del faro acompañado por su mujer, Pepi Amunarriz. "Es más bonita de lo que nos esperábamos. Parece que estás sentado en una roca escuchando el viento y el mar", ha añadido ella.

Desde Pamplona se han desplazado, por su parte, Amaia y Koldo junto a sus dos hijos para ver la obra de Iglesias, aunque él es natural de Donostia. "Soy donostiarra pero es la primera vez que vengo a la isla", ha comentado entre risas, añadiendo que la experiencia ha merecido la pena: "Es impresionante. El efecto que produce al verla y sobre todo al escucharla no tiene nada que ver con lo que se ve en las fotos. Hay que venir".

Esta pareja decidió apuntarse "como un plan diferente para hacer con los niños". "Nos ha encantado a todos, ellos se lo han pasado muy bien y nosotros hemos disfrutado de estar solos y tranquilos dentro", ha observado Amaia.

Como consecuencia del covid, las visitas, por el momento, son para un máximo de seis personas, lo que unido a los habituales fallos de visitantes que finalmente no acuden a su hora, ha dejado estampas de familias enteras que han podido disfrutar de la obra de la arquitecta donostiarra para ellas solas. "No nos esperábamos estar sin nadie más, pero lo agradecemos porque creo que verlo con más gente y sin poder escucharla en silencio no es lo mismo", ha declarado Ana, otra visitante.

Una de sus dos hijas, Noa, también ha salido encantada del faro, pero sobre todo con muchas preguntas en la cabeza. "No nos paraba de preguntar cosas dentro", reía su madre. "Venimos mucho a la isla porque somos de Donostia, pero ahora habrá que venir más por el faro", ha apuntado la menor.

Precisamente, la situación de la isla era lo que más le preocupaba a esta madre donostiarra, ya que tras meses y meses de obras temía que el paisaje estuviese destrozado. "Pero no es así, lo han dejado muy bien y no parece que haya habido ninguna obra. Incluso las gaviotas tienen su espacio donde estar tranquilamente", ha observado, al tiempo que añadía que la isla ha ganado con Hondalea: "Hay que venir a ella con otra perspectiva. Los donostiarras siempre hemos pensado que la isla es para nosotros y es verdad que ahora vendrá más gente, pero pueden convivir ambos perfectamente".

"Es una experiencia multisensorial"

Parte de la buena acogida entre los visitantes radica en la experiencia completa que supone llegar hasta la isla de Santa Clara. La persona encargada de recibir a la puerta del faro a cada nuevo grupo también lo ha apuntado al inicio de cada tanda: "Cristina Iglesias siempre ha dicho que la visita a la obra arranca en el puerto, antes de coger el barco, por lo que ya lleváis un rato sintiendo Hondalea".

"Es una experiencia para vivirla. Yo he intentado no ver nada durante toda la semana para llegar sin información. Pero aunque lo hayas visto, no tiene nada que ver. De hecho, hemos hecho vídeos con el teléfono móvil y no tienen nada que ver", ha comentado Lorenzo Lori Cerro, que acudió a la isla con su mujer Maite Burgui, y sus dos hijos, Sara y Éric.

Para ella, la escultura "está viva" y parece natural, como se pensaban que era sus dos pequeños. "El bronce da un toque diferente y el sonido, cuando sale el agua, es impresionante. Lo describiría como una experiencia multisensorial", ha argumentado, alabando también la tranquilidad que supone acudir en grupos pequeños.

Durante el primer día de visitas, al menos, la isla ha sido un oasis de paz con muy pocas personas. Algunos han aprovechado la gratituidad de las barcas -durante un mes no se cobrará por su uso- para desplazarse a la cantina de la playa. Una imagen que a buen seguro será complicado ver de cara a los dos próximos meses.

En este momento, únicamente quedan libres los días entre semana de septiembre para poder solicitar una reserva. No obstante, si la situación sanitaria lo permite, es posible que el número de los grupos pueda aumentarse, por lo que se abrirían nuevas plazas por cada visita. Eso sí, la cifra no será mucho mayor por expreso deseo de la artista y como alivio para los visitantes, que podrán empaparse de la paz y la tranquilidad que parece otorgar la obra sin miedo a aglomeraciones.