Rafael Berrio escribió y compuso hasta 23 versiones de su canción Mis amigosMis amigos, una irónica glosa a sus "queridos, amados, carnales, cabrones, amigos" que le acompañaron en el escenario y también en "el fondo de las barras" a las que fue asiduo. Rafael Berrio falleció el 31 de marzo de 2020, después de una larga enfermedad que en último término le impidió cantar. No obstante, en contra de lo que él mismo había fraseado sobre las tablas, en contra de esa "virtud de la desgana" de la que hacía gala, "en contra de la lógica", no dejó de trabajar ni en sus últimos momentos, siendo consciente de que nadie tiene "el don de vivir dos veces", con el objetivo de dar a luz una exquisita recopilación de todas sus letras y un último EP con tres temas, que se suma a los diez discos que grabó durante 40 años de carrera, a esos objetos "inanimados" que le han sobrevivido.

El vacío que ha dejado también ha sobrevivido, es notable entre los amigos, colaboradores y aficionados que le rinden tributo desde finales de este marzo, coincidiendo con el primer aniversario de su fallecimiento. El programa de homenajes concluirá esta semana con dos citas en el Victoria Eugenia de Donostia: el miércoles y el jueves una quincena de artistas que colaboraron con él durante su carrera bajarán una vez más al Centro y "entre la euforia y el llanto" añadirían un verso final a una de sus letras: Rafa, in memoriam.

Joserra Senperena, Cheli Lanzagorta, Paul San Martín y Joseba Irazoki son cuatro de los músicos que participarán en el doble concierto y se citan a petición de NOTICIAS DE GIPUZKOA en la casa de cultura Ernest Lluch para hablar sobre el homenaje al cantautor. Es en este centro cultural de Amara donde se encuentra instalada la exposición Yo ya me entiendo, paradojas de Rafael Berrio y donde ayer mismo comenzaron los ensayos para Rafa, in memoriam. Fueron Senperena y Lanzagorta, junto al promotor Sergio Cruzado, quienes idearon un programa-tributo al cantante. El primero se encarga de la dirección musical de los conciertos y el segundo es el comisario de la citada muestra.

Senperena e Irazoki, junto a Fernando Neira y Karlos Aranzegi, compondrán la banda que dará soporte al resto de músicos. Además de los teclistas Lanzagorta -Amateur- y de San Martín, Rafa Rueda, Charly & Pavlyuchenko, Virginia Pina, La Oreja de Van Gogh, Petti, Sanchís y Jocano, Mursego, Abraham Boba, Julia-Cristina, Txetxo Bengoetxea, Miren Iza, Mikel Erentxun y Diego Vasallo recordarán a Berrio a través de 21 canciones.

Aunque Maite Arroitajauregi, Mursego, y Petti no pueden personarse a la cita en Ernest Lluch, acceden a conversar telefónicamente con este periódico para recordar a este letraherido amante de Lou Reed, Bob Dylan, Pío Baroja, Emil Ciorán y Barbara. Los seis músicos conocieron a Berrio en distintas etapas de su carrera, que en cuatro décadas ha transitado por multitud de universos, logrando el respeto de multitud de artistas. "Cuando él llamaba, tenía a quien quería", asegura Senperena. Precisamente, el concierto se planteó para hacer justicia a sus múltiples "aristas". Todo ello con colaboradores de muy distintas características y procedencias, desde cómplices directos hasta bandas para las que escribió alguna canción. Es el caso de Mikel Erentxun, "la persona que posiblemente más haya difundido sus letras" al contar hasta con siete escritas por él, y también el de La Oreja de Van Gogh, que disfrutó de la aportación de Berrio en su primer disco, Dile al sol. La banda entonces liderada por Amaia Montero anduvo corta de canciones y el músico donostiarra aportó su granito de arena, la letra del tema Qué puedo pedir.

Los fraseos de Rafael Berrio

No hay que descubrir todas las cartas, para no privar al público del factor sorpresa. En este sentido, algunas cuestiones del repertorio se guardan con celo. Paul San Martín se atreverá con Una canción de mala muerte, de Amor a traición, al tiempo que Lanzagorta también ha elegido otro tema de la banda que compartió con Berrio. Irazoki también interpretará una canción muy conocida, mientras que Mursego ha preparado algo especial, pensando en el propio Berrio.

En un inicio, Mursego, al igual que hizo en el homenaje que se brindó en octubre en Tabakalera, deseaba interpretar Niño futuro con Txap, un tema con una vinculación especial para ella. Finalmente abordará otra canción en una propuesta que mezclará varios conceptos que le unían estrechamente al donostiarra. "Él solía compararme con Laurie Anderson", explica. En este sentido, hará un guiño a Anderson, una propuesta recitada con base epistolar ayudada por su loop station y culminará su actuación con un descarte de otro tema muy conocido de Berrio.

Petti, por su parte, también innovará: se lanzará a hacer una versión en euskera de una canción llena de "crudeza", Simulacro -Ana Galarraga se ha encargado de la traducción-, algo que supone un doble reto. La dificultad que supone adaptarse al "fraseo" que tenía Berrio, tiene una complicación añadida en este caso, dado que la métrica en euskera tiende a ser más larga que en castellano. Visiblemente emocionado cuando piensa en él, a este músico de Bera se le quiebra la voz al hablar: "Cada vez que ensayo me cuesta no llorar".

"He visto muy pocas veces a Rafael versionado, el concierto tiene también ese atractivo. Va a ser un espectáculo", asegura Lanzagorta que, como Senperena, afirma que los vocalistas les están transmitiendo cierta dificultad de hacerse con las letras. El propio Irazoki lo confirma entre risas: "Estoy un poco asustado, aunque más o menos ya me la he aprendido; hacerlo no es fácil. En cuanto a la interpretación cada uno le dará su toque. En ese sentido saldrá algo guay".

La trayectoria ascendente de Rafael Berrio

Influenciado por la new wave y el Donosti Sound, fundó UHF a principios de los 80; una década después se lanzó con otra propuesta, Amor a traición, banda en la que coincidió con Lanzagorta. Ambos se conocieron hace unos 40 años, cuando el promotor Santi Ugarte, de Shanti Records, llevó al teclista a las salas de ensayo del mercado de frutas de Atotxa de una Donostia que ya no existe para ver a un grupo "que sonaba muy bien". "Me impactó su actitud, la imagen del grupo y su energía", asegura Lanzagorta.Senperena conoció a Berrio en 1996, cuando se encontraba de gira con Diego Vasallo. Amor a traición, por su parte, acababa de grabar su primer LP, el disco negro (1994). "Le conocí en una noche que no empezó muy bien porque le dije que no me gustaba Dylan y él entró en cólera", ríe Senperena.

Esa noche que no empezó muy bien germinó en amistad. Una década después, Senperena participó en Harresilandia, disco pop de la siguiente agrupación de Berrio, Deriva. Además, el pianista y compositor vivió de primera mano la nueva etapa de Berrio, que se inició a principios de la década pasada. No en vano, Senperena fue el productor de 1971 (2010)y 1971 Diarios , los dos primeros trabajos de la etapa de Berrio en solitario, considerados como el despegue definitivo de su carrera y en los que se acercó a su querida chanson française. "Veo una curva ascendente en su carrera a partir de 2010", enfatiza Lanzagorta, que también fue teclista de La Buena Vida y, ahora, de Amateur.

El pianista Paul San Martín recuerda bien que le conoció en La Gatera, un local de blues que existía en la calle La Salud de la capital y que desapareció en 1999. Este pianista señala una de las muchas paradojas de su carácter contradictorio, decía que odiaba el blues, pero actuó en el concierto de despedida del bar. Era una boutade más, una de las muchas provocaciones que le gustaban. San Martín y Berrio compartieron cartel aquel día y también años después, en 2014, en un concierto homenaje tras la muerte de Lou Reed en la sala Doka de Donostia. Otro de los artistas de aquella jornada fue Petti.

"Tenía una gran energía". San Martín colaboró en el EP póstumo que salió a la venta el pasado mes de octubre y también en el anterior, Niño futuro (2019), en el que, a su vez, participó Joseba Irazoki. Este polifacético guitarrista de Bera, por su parte, le conoció de forma "tardía", cuando a mediados de los 2000 formó parte de la alineación de Mikel Erentxun. En un concierto Berrio se acercó al camerino y, posteriormente, coincidieron varias veces en Le Bukowski, con Berrio como espectador de Irazoki: "Es allí donde le recuerdo".

La etapa entre 2010 y su fallecimiento en 2020 corresponde a un periodo de sublimación de su inquietud y ansias de experimentación con proyectos como PhantasmaPhantasma, que desarrolló con Mursego en 2012, o Abolir el alma, una propuesta de Berrio, Irazoki y Elena Setién basada en textos de Emil Ciorán para Donostia 2016. Mursego recuerda que conoció a Berrio como espectadora, cuando editó 1971 y actuó en solitario en el citado Le Bukowski: "Cuando le vi declamando Santos Mártires Yonkis me dije, Pero, ¿qué es esto? Me conmovió. Qué maravilla". Algo después, en ese mismo ambiente, fue cuando les presentaron.

Ahora que prepara su actuación para el Victoria Eugenia ha rescatado algunos de los emails que le envió para proponerle colaborar con él en Phantasma. "Quedábamos los viernes en Donostia, que era mi día libre, y trabajábamos con tranquilidad a la que no estaba acostumbrada", recuerda Mursego. Berrio buscaba hacer un espectáculo de "perfopoesía" para moverlo tanto por el Estado como por el extranjero y se dirigió a Arroitajauregi; consideraba que sin su aportación a Phantasma le faltaría algo.

En la década pasada, también junto a Senperena, se embarcó en otra aventura que nada tenía que ver con anteriores. En 2017 recuperaron e hicieron suya la zarzuela Adiós a la bohemiaAdiós a la bohemia, compuesta por Pablo Sorozábal y con textos de Baroja, un proyecto que se presentó en Bera, en la casa familiar del escritor, en Itzea.

Dos años antes editó su tercer disco en solitario, Paradoja, un álbum en el que retornó al rock. En ambos trabajos contó con Petti, que también acabó siendo muy cercano y que participó con gran "ilusión". "Aunque le conocí tarde, para mí era una pasada, le tenía una gran admiración", asegura, al tiempo que añade que tenían "una conexión extraña" que les unía. "Cuando me propuso participar en Paradoja, me sentí fuera de lugar, porque él era un gran artista", confiesa.

"Pocos músicos hay, incluso del panorama internacional, que hayan dado esos giros que dio él y con tan poca obra editada, diez discos en 40 años", subraya Senperena, a lo que Lanzagorta enfatiza que es, sobre todo, en la última década cuando "se acumula más cantidad y más variedad", algo que coincidió con el periodo en el que dejó su taller de pintura y se centró en la música.

Ese in crescendo de popularidad y reconocimiento, tanto en público como entre artistas del gremio como Quique González o Bunbury se acompasó con ofertas "golosas" en los últimos tiempos, propuestas que tuvo que rechazar debido a su ya deteriorada salud.

Las virtudes de Rafael Berrio

"Tenía una energía desbordante y le dedicaba todo el tiempo y todo el alma a aquello que estaba haciendo. Y de ahí su espíritu perfeccionista", expone Senperena. Berrio, a diferencia de otros, escribía primero las letras y luego creaba la música; podía pasar años buscando cómo encajar una palabra en un verso. Es por ello que si uno toma el libro Absolución, el recopilatorio de canciones que se ha editado gracias a la colaboración del cineasta Jonás Trueba -otro amigo-, puede leer cada una como si fuera poesía; también funcionan sin melodía. No obstante, Senperena reivindica también su cualidad y calidad musical como compositor.

"La energía" contrastaba con lo "desconcertante" de sus "paradojas". En las letras y también en el trato, Berrio jugaba con la provocación, con esas contradicciones. Lo que un día decía en el local de ensayo, es posible que no fuese lo que sostuviese al día siguiente. Precisamente, una de las cuestiones que ha revelado la investigación de su archivo para preparar los homenajes es la constatación de la evolución de sus letras y también de las melodías -llegó a descartar canciones terminadas para recuperarlas más tarde, sin que nada tuviese que ver con la primera versión- estuvo siempre supeditada a lo que él llamaba "la búsqueda de la canción perfecta".

"El tenía claro lo que no quería", añaden los músicos, para luego destacar su "empatía", la manera en la que decía las cosas, tanto dentro como fuera del local: "Era un supermúsico y un superartista". "Sus virtudes eran el talento y el humor, que era muy contagioso", como su "vitalidad". También su "capacidad para tener una voz propia como autor y de vivir una vida propia" y su "energía y su pasión"; "era agradable", "perfeccionista", "un gran letrista y un gran músico", "atento" y "cercano". Con estas virtudes, esta trayectoria, estos amigos y con un relato en la que su pretendida afición por la desgana no queda del todo clara, Rafael Berrio es ya algo más que una "leyenda" de la escena. Esta también es su "reputación".