Una cuidada publicación arroja nueva luz sobre lo que fue el Grupo Gaur, el movimiento artístico constituido por Amable Arias, Nestor Basterretxea, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Jorge Oteiza, Rafael Ruiz Balerdi, José Antonio Sistiaga y José Luis Zumeta, más allá de sus planteamientos estéticos. El subdirector del Museo Oteiza, Juan Pablo Huércanos, es el autor de Grupo Gaur. Arte y construcción colectica, 1965-67, editado por Kutxa Fundazioa y por el museo de Alzuza, y que desgrana la importancia de un movimiento artístico que, pese a lo efímero de su actividad, aportó mucho: "Después, nada sería igual". La publicación se presentará mañana a las 18.00 horas en Tabakalera, con la presencia de Huércanos, el artista Javier Balda y el último superviviente del colectivo, Sistiaga.

"¿Por qué fue tan significativo, tan relevante, más allá de lo puramente plástico? Hay algo que va más allá de lo estético", comenta el donostiarra en declaraciones a este periódico. Para hablar del Grupo Gaur hay que retrotraerse hasta finales de 1965, cuando los ocho artistas guipuzcoanos tomaron la decisión de autoorganizarse, en colaboración con el empresario industrial Dionisio Barandiaran, que les cedió un local que pocos meses más tarde les serviría para inaugurar su exposición colectiva. Frente a los que ponen en duda la importancia del movimiento, el subdirector del Museo Oteiza lo tiene claro, "marcó un antes y un después". "Cuando ambicionas algo luego ya no vuelves al modelo anterior", comenta el experto para añadir que todo el movimiento cultural posterior estuvo marcado, en cierta manera, por esta filosofía colaborativa.

Huércanos se centra en lo extraordinario de la propuesta de Gaur, "cuáles fueron las claves", en cómo transformó la manera de hacer y la manera de estructurarse y regularse; algo que más allá de una exposición, fue "un dispositivo cultural" de un grupo de artistas que, por primera vez, establecieron un sistema de autogestión y de exhibición independiente. "Su gran operación fue intentar colocar el arte contemporáneo en el centro de la construcción cultural, social, política e identitaria de aquellos años", explica, para luego añadir que en todo ello subyacía una voluntad política, si bien el movimiento y sus miembros no se manifestaban desde lo ideológico. "Se colocan políticamente desde el arte; su arte no es propiamente político, dado que es abstracto, pero su actuar es político", afirma el experto. No en vano, su hacer fue político, porque Arias, Basterretxea, Chillida, Mendiburu, Oteiza, Balerdi, Sistiaga y Zumeta activaron "los resortes de lo colectivo".

Gaur, "la espita" de lo que luego fue la Escuela Vasca, apeló a un nuevo modelo de gestión y de exhibición artística al margen de lo oficial, y también a la necesidad de formación específica para los creadores, a nuevos modelos pedagógicos y a una lectura comparada con otras disciplinas como la música.

En pleno franquismo el viento no soplaba a favor de la cultura, el objetivo desde las instituciones era que "no pasara nada", pero este octeto demostró que había otra manera de hacer las cosas, algo que en Gaur se ve, desde un inicio, en el manifiesto que firmaron, y que provocó "una fisura" en el sistema establecido. "Ellos dicen Todos sabemos quienes somos, es una manera de decir Aquí estamos, nos vamos a autogesionar, vamos a hacer nuestro propio proyecto ante una oficialidad que no nos da nada", remarca Huércanos sobre un movimiento que generó las condiciones para crear un "espacio de libertad" y de "identificación".

A todo ello hay que sumarle el impulso del colectivo a la recuperación de elementos de la cultura popular, poniéndolos en valor, "derribando la barrera entre baja y alta cultura" preexistente en la época.

El contrato del Grupo Gaur con la galería Barandiaran

Entre lo más interesante que ha encontrado Huércanos a la hora de componer este libro es el contrato que firmaron los artistas con la galería Barandiarán en el que se detallaban las funciones de cada uno y en la que se ve que los ocho asumen que van a ser los directores artísticos del espacio: "Eso permite especular que la voluntad o la ambición era muy grande".

Asimismo, le llamó la atención otra característica de ese documento. Este establecía que lo obtenido de cada venta se repartiese entre artistas y galeristas, y además se guardase un porcentaje en una especie de "caja de resistencia" para los "artistas más necesitados".

A su vez, Huércanos vincula la extinción del colectivo con un incumplimiento de ese documento. En este sentido, un cambio en la dirección de la galería, que asumió Santi Díaz Yarza, provocó tensiones con artistas como Sistiaga, que criticaba que se tomasen decisiones a espaldas de los creadores, vulnerando el contrato. Pero también existía un temor que llevó a su disolución, el de ser "instrumentalizados políticamente". Este miedo partía del hecho de que Díaz Yarza fuera militante del PCE. "Piensan que el PCE puede estar detrás y ante esa sospecha se repliegan", narra el subdirector del Museo Oteiza sobre la disolución de Gaur, que también se produjo de una forma poco común para la época: mediante un anuncio en La voz de España.

Un libro con 20 portadas

Entre las novedades que aporta Grupo Gaur. Arte y construcción colectica, 1965-67, se incluyen dos reportajes fotográficos completos que realizaron Arturo Delgado y Paco Marí en la inauguración de la exposición colectiva en la galería Barandiarán el 28 de abril de 1966.

Además de los ocho artistas, las imágenes recuperan la presencia de figuras de representantes de la cultura del momento como Xabier Lete, Ricardo Ugarte, Joxean Artze y Carlos Añóbarro, entre otros. Asimismo, se reproduce un póster de la muestra y también se incluye una edición en facsímil del catálogo de la exposición, un documento imposible de encontrar en la actualidad.

Como particularidad, Huércanos explica que los libros tienen hasta 20 portadas distintas. Esto es debido a que no existe ninguna fotografía con los ocho artistas, "no hay una foto que represente a Gaur", dado que las existentes son parciales, aparecen unos u otros. Focalizar una acción colectiva en una sola imagen le parecía al autor algo "reduccionista" y "contradictorio con el propio libro". Es por eso que han seleccionado 20 imágenes con las que han compuesto las 20 portadas.