El Museo San Telmo ha presentado este miércoles la exposición Entre el humo y la bruma. Sigfrido Koch Bengoechea, con fotografías inéditas y desconocidas de la Guerra Civil en Euskal Herria, que fueron tomadas por el donostiarra y donadas por su familia al centro en 2019. Esta muestra, que ocupa dos capillas de la iglesia del museo, se completa con otra serie de imágenes de carácter bucólico del territorio de Gipuzkoa y que fueron publicadas en 1948 en el libro País Vasco: Guipúzcoa. En total, se trata de 150 instantáneas, que han sido seleccionadas por los comisarios Lee Fontanella y Juantxo Egaña, que se exhibirán desde mañana jueves hasta el 23 de mayo, y que componen la particular “guerra y paz”, ese “humo y bruma”, de Koch Bengoechea. Así lo ha expuesto Fontanella, en la rueda de prensa en la que también han participado la directora de San Telmo, Susana Soto, y el concejal de Cultura de Donostia, Jon Insausti. Fontanella ha resaltado que la muestra combina “dos momentos históricos y dos modalidades estilísticas” en su vida con objetos que “parecen mostrar dos mundos en contradicción”. “Sin embargo, son obra de la misma persona”, resalta el comisario

La muestra se abre con una recopilación de fotografías procedentes del Álbum de guerra del fotógrafo donostiarra, que incluye un total de 231 fotos. Ni los organizadores de la exposición, ni la propia familia conocen las motivaciones de Koch Bengoechea para sumergirse en una empresa tal. No en vano, jamás mostró las fotos ni habló de los años de la contienda. Estas imágenes desgarradoras muestran las consecuencias y los efectos de los bombardeos de la Aviación Legionaria italiana y de la Legión Condor alemana, que apoyaron al bando franquista. “La mujer de Koch Bengoechea, Ignacia Arruti, me contó hace años que cuando el fotógrafo salía de noche y desaparecía durante días; ella sabía que era para sacar fotos desde los aviones”, añade Egaña, para posteriormente ofrecer una hipótesis personal sobre el motivo de estos trabajos. A su juicio, esta era la manera en la que buscaba captar “el dolor” y “protestar” por una Euskal Herria a la que habían hecho desaparecer a la fuerza. Koch Bengoechea no era un fotoperiodista; lo que hizo fue seguir a las tropas para recoger “los destrozos que causaba la guerra, las miserias de la misma, los muertos”.

Las fotografías de Sigfrido Koch “son documentos únicos y suponen un testimonio inestimable”. Las imágenes de ciudades devastadas como Gernika, “esqueletos” de edificios que trasmiten “terribles y lúgubres sensaciones” y que podrían pertenecer a cualquier otro país arrasado por un conflicto bélico, se exponen con otras más desasosegantes. Es el caso de la tomada tras la caída de Artxanda (Bizkaia), en la que Koch Bengoechea capta un grupo de cadáveres. En este mismo sentido, también capturó, en el Frente del Ebro, a un grupo de franquistas que posan ante un tanque ruso del que asoma su conductor carbonizado como si fuese “un trofeo”.

Seis periódicos y 25 revistas de la época, como Life, Regards o Erri, que abordan el conflicto bélico en el País Vasco; 21 fotografías de otros autores; cinco libretos, guías turísticas, catálogos de exposiciones… Los trabajos del donostiarra no se exhiben en soledad, sino que dialogan con otros materiales de la época que ayudan a generar un contexto. No en vano, Entre humo y bruma se abre con la conocidísima foto de Robert Capa, captada en mayo 1937 en Bilbao, en la que una mujer y su hija miran con terror hacia un cielo lleno de bombarderos. Junto a esta se encuentra la litografía de Oskar Kokoschka, titulada Pomozte baskickym detem! -¡Ayuda a los niños vascos!-, obra basada en la citada fotografía de Capa.

Antes de la caída de Bilbao en junio de 1937, Koch Bengoechea dejó el País Vasco. Marchó a Alemania en 1936, por recomendación de aquel Gobierno, y no volvió hasta un año y medio después. En su diario, que acompaña a la segunda parte de la exposición, reflexiona sobre el “incierto” futuro que le deparaba a la tierra que tanto amaba y que dejaba atrás.

La Gipuzkoa bucólica

De la guerra, la exposición pasa a la paz, a lo edificante, a escenas bucólicas, costumbristas y cotidianas de Gipuzkoa de finales de la década de los 40. Tanto es así, que la propia luz de la muestra cambia de una capilla a otra. Del ambiente gris dedicado a los horrores de la Guerra Civil se pasa a una estancia en la que se evoca la luz del amanecer y en la que se exhiben 65 imágenes que se han extraído de la maqueta del libro País Vasco: Guipuzcoa, editado en 1948 -además de las instantáneas también se muestra la publicación-.

Sidrerías de la Parte Vieja donostiarra, paisajes de Aralar, unos irreconocibles municipios como Mutriku y Getaria, entre otras escenas, en muchos casos protagonizados por gente cercana al fotógrafo, recogen la “visión romántica, pictórica, etnográfica y bucólica” que el donostiarra tenía del territorio. Estas imágenes suponen “cierto respiro”, una “recuperación de lo perdido o de lo que la guerra destrozó, de lo que nunca debió de pasar”.