arece que, como en Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, un virus se ha propagado y nos ha vuelto ciegos. Por lo menos, de forma selectiva y en lo que atañe a determinada creación artística. Como si fuera un chiste del cosmos, hasta la fecha nunca se ha exhibido ante el público general la obra El ciego de Arrate, el primer trabajo documentado que pintó el eibartarra Ignacio Zuloaga a finales del siglo XIX, y en el que retrataba, precisamente, a un invidente del barrio de Eibar que le pone apellido al lienzo. Su paradero fue desconocido durante muchas décadas, hasta que en 2018 una casa de subastas estadounidense se hizo con la pieza.

Ahora, la pintura podrá verse en la parroquia de San Andrés de la localidad armera, desde hoy hasta el próximo 20 de diciembre, como una de las actividades estrella dentro de las conmemoraciones que la ciudad ha preparado en torno al 150º aniversario del nacimiento del artista.

En un inicio, este cuadro de grandes dimensiones iba a poder visitarse solo hasta el próximo día 6, en un horario reducido de 17.00 a 18.00 horas. No obstante, el interés suscitado -la pieza solo se puede visitar con cita previa- hizo que el Ayuntamiento de Eibar y Ego Ibarra, entidad para la recuperación del patrimonio cultural de la ciudad, decidiesen ampliar su estancia en la parroquia hasta el día 20 -a partir del lunes que viene se podrá acceder a la capilla en la que se exhibe la obra entre las 16.30 y las 17.30 horas-.

Aunque hoy se abrirá al público general -en principio, del propio Eibar y de los municipios colindantes-, ayer se descubrió el cuadro en un acto para la prensa. Se trata de una de las actividades por el 150º aniversario del nacimiento del pintor eibartarra. El ciego de Arrate fue expuesto por primera vez en 1887 y no se ha vuelto a ver. Es el primer trabajo documentado de Ignacio Zuloaga y se mostró cuando él apenas tenía 17 años -Zuloaga nació y creció en una familia de artistas- y los expertos aseguran que pudo pintarlo ese mismo año o el anterior.

Eso sí, con la elección del invidente de Arrate como modelo, el pintor demostró cuál iba a ser su línea de trabajo: representar a los desfavorecidos. "Es un artista que dedica cientos de cuadros a los marginados sociales, a prostitutas, ciegos, jorobados, enanos y pobres de solemnidad", explicó ayer a Efe Ignacio Suárez-Zuloaga, bisnieto del artista y presidente de la Fundación Zuloaga, entidad propietaria de este lienzo, que adquirió hace un año en una casa de subastas de Chicago (Estados Unidos) por "decenas de miles de dólares". "En este caso lo pinta, como casi siempre, no dando pena, sino con una gran dignidad", apuntó Suárez-Zuloaga, que también hizo referencia al interés de su abuelo por las obras de grandes dimensiones, algo que ya se percibe desde esta primera: tiene un tamaño de 135 por 185 centímetros.

Asimismo, el presidente de la fundación añadió que "los valores estéticos e ideológicos" del artista eibarrés, que luego mantendría "durante toda su vida", ya están en este trabajo seminal. "Las piedras son muy parecidas y están hechas de la misma forma a las que aparecen en La fuente de Eibar, que es de poco después. Y hay un perro, animal que pintó en muchísimas obras, sobre todo en la primera época", aseguró.

El ciego de Arrate, una pieza sin firmar, llegó a la casa de subastas estadounidense hace dos años. La obra fue encontrada por los descendientes de un cónsul chileno en París que la adquirió en su día, junto a documentación que certificaba su origen. "No se sabía nada del paradero de esta pintura. Además, Zuloaga, que era más vanidoso desde el punto de vista artístico que otros y sufría mucho cuando algo no le salía como él quería, destruyó muchas obras de su primera época; las localizaba, las compraba y las destruía", explicó Suárez-Zuloaga.

Tras su adquisición en Chicago por parte de la fundación, el lienzo viajó a Madrid para ser restaurado: "Era un cuadro que había sufrido mucho, pero la figura estaba bastante bien. Hemos hecho una labor de consolidación". Tras la restauración, el ciego no ha recuperado la vista. Eso sí, todos los demás pueden abrir los ojos y admirarlo.