illar a tu hija, algo pasada de vueltas por culpa del kalimotxo, desfasando en una verbena y sin salir de casa. Era el servicio público que nos ofrecía Euskal Telebista en los veranos de los años noventa y posteriores. Un programa diario, que vimos en los dos canales, donde sus jóvenes presentadores asaltaban los pueblos de fiesta, micrófono en mano, para vacilar, ligar o dar su minuto de gloria a los que andaban participando en el programa festivo, fuera el que fuera. Y así iban recorriendo los pueblos y animando el cotarro, algunos incluso se diría que con los mismos cojillos con los que salían sus entrevistados.

Jaiakera como un gran casting que se alargaba tres meses donde los jóvenes presentadores ganaban tablas para estar delante de la cámara (no hay nada más difícil que trabajar con niños y borrachos, y aquí a veces te tocaba lidiar con ambos). Por allí vimos a Joxe Felipe Auzmendi, Anjel Alkain, Maider Egues, Aiheko Uria, Iñigo Aizpurua, Lorea Nagore o Unai Etxabe, por citar a unos pocos. Requisitos: ser joven, tener labia y gustar a la cámara.

Las fiestas de ETB fueron a más, y pronto el canal, siguiendo el modelo de sanfermines, comenzó a retransmitir los arranques de las Aste Nagusiak de Gasteiz, Donostia y Bilbao, y hasta los fuegos artificiales en directo con muchas menos aglomeraciones, sin dolores de cuello y, sobre todo, una realización que ha ido mejorando con los años y que, como los encierros de Iruñea, tiene ya su propio lenguaje televisivo.

Muchos de aquellos presentadores hoy siguen en Euskal Telebista o han seguido otros caminos, pero nuestros veranos televisivos no hubieran sido los mismos sin ellos.