l igual que el joven Axel y su tío Otto Lidenbrock, los personajes creados por Julio Verne, medio centenar de curiosos han llevado a cabo este verano un viaje al centro de la Tierra. Y lo han hecho a través de Errenteria. O, más concretamente, de las cuevas de Aizpitarte, situadas a escasos metros del área recreativa de Listorreta, y que se han abierto al público con motivo de los 700 años de la fundación de la villa. Una oportunidad única de descubrir su valor natural y cultural, con pinturas que datan de hace 14.000 años, de manos de expertos y arqueólogos de Aizpitarte Elkartea.

En las cuevas de Aizpitarte se dan 35 fenómenos geológicos, muchos de los cueles se han podido visitar de forma libre durante decenas de años por los vecinos de Errenteria, Hernani, Donostia y otros municipios colindantes. De hecho, acabar un día de barbacoa con un pequeño paseo por alguna de sus cuevas era un plan común en la zona. No obstante, todo cambió en 2017. Con la aparición de varias expresiones gráficas del periodo Magdaleniense, la zona fue declarada Bien Cultural y su paso quedó cerrado para el público, con el beneficio que ello conllevaba para la fauna del lugar.

Este verano, con motivo de las diferentes iniciativas para celebrar los 700 años de Errenteria, los autores de los descubrimientos rupestres, ahora dentro de Aizpitarte Elkartea, propusieron volver a reabrir las cuevas a través de cuatro visitas guiadas que "han sido todo un éxito". "La primera salida estaba prevista para el 4 de julio, y prácticamente, hasta una semana antes, no teníamos ninguna seguridad por el COVID-19 de que se fueran a llenar, pero hemos acabado con gente que se ha quedado sin ir", cuenta el espeleólogo y presidente de la asociación, Javier Busselo, que desvela que 54 personas se han introducido en las entrañas de las grietas y 41 se han quedado sin poder hacerlo.

"Hemos querido poner en valor lo que tenemos en Errenteria. Las cuevas de Aizpitarte, históricamente, han sido un sitio privilegiado al ser un lugar de paso desde el comienzo del Paleolítico de las glaciaciones de Europa a la península ibérica. Por aquí paseaban personas desde el Musteriense, hace entre 35.000 y 40.000 años", explica con entusiasmo Busselo, uno de los guías de las visitas junto a otros compañeros de la asociación, y Jesús Tapia, arqueólogo de Aranzadi y que ha aportado "su conocimiento sobre cómo se desarrollan hoy en día las investigaciones".

De este modo, durante más de tres horas los visitantes han podido conocer la historia de las cuevas, introducirse en dos de ellas, la III y la IV -en la que se han encontrado pinturas- y saber de primera mano las labores de arqueología que se siguen llevando a cabo allí. Pero también la importancia natural de este pequeño monte calizo.

Debido al acceso libre durante décadas a la zona -los miembros de la asociación contabilizaron casi 3.000 personas en un año en la zona oscura de la cueva IV, la más grande-, los murciélagos han sido expulsados de su territorio. Para no molestarles, estas visitas han estado restringidas y no se ha podido acceder más allá de donde descansan los mamíferos.

Estas excursiones también han servido para conocer la historia arqueológica de las cuevas, que han estado "abandonadas" durante muchos años. La primera indagación la realizó en 1892 Modesto del Valle Inzaga, el Conde de Lersundi, quien dinamitó el acceso de la cueva IV con técnicas que con el paso del tiempo, obviamente, han quedado anticuadas. Su investigación atrajo las miradas de reputados arqueólogos europeos como Hugo Obermaier y Henri Breuil, quienes, no obstante, no dieron con ninguna pintura.

Hasta los años 60 del siglo XX, con los trabajos que llevó a cabo Joxe Miel Barandiaran en la zona, las investigaciones estuvieron paralizadas. Jesús Altuna fue el siguiente en tomar el relevo hasta que finalmente, y ante "el abandono de las instituciones", los miembros de Aizpitarte Elkartea recogieron "casi de forma voluntaria" las pesquisas sin imaginarse lo que estaban a punto de hallar.

A través de una sima en Aizpitarte IV, Busselo y un compañero dieron hace tres años con un yacimiento único de grabados, entre los que destaca un bisonte de gran tamaño moldeado en arcilla utilizando los dedos para crear el volumen. Un dibujo que llevaba 14.000 años sin ser apreciado por nadie.

"Si estas cuevas estuvieran en Francia, seguramente la situación sería diferente", asegura el presidente de la asociación, quien confía en que, gracias a estas visitas guiadas, se aprecie la importancia de la investigación y la divulgación: "Durante mucho tiempo se ha apostado por hacer y hacer centros de investigación y ahora estamos rodeados de ellos, cuando invertir en exploración da unos rendimientos increíbles".

Buena prueba de ello es que los trabajos arqueológicos en Aizpitarte continúan y las sorpresas no han terminado. "Solo puedo decir que estamos encontrando cosas. Unos arqueólogos deben venir y catalogar algo que, espero, podamos desvelar pronto", concluye misterioso. Los enigmas de las cuevas errenteriarras no han hecho más que comenzar a desvelarse.