- Más de 200 personas se reunieron ayer en la Taconera de Pamplona, donde, a la vez que homenajearon al bardo urretxuarra, se leyó un manifiesto firmado por personalidades de la cultura vasco-navarra para pedir que Gernikako arbola se convierta en imno de Euskal Herria.

"Durante siglos hemos logrado mantener una lengua propia, un elenco musical, bailes, deportes y otras características que, independientemente de las afinidades políticas y formas de pensar, nos identifican como pueblo", destacaron. Entre los símbolos identitarios que han perdurado a lo largo de los años destacaron "el nombre primitivo que nos une por encima de las divisiones administrativas: Euskal Herria en euskara, la antigua Vasconia".

Asimismo, subrayaron la adopción del lema zazpiak bat(siete en una), esbozado por el escritor vasco Pedro Agerre Axular ya en 1643, por parte de las siete provincias que componen Euskal Herria.

Aunque estos símbolos son reflejo de una conciencia comunitaria, "Vasconia, un pueblo que canta, no tiene himno que le cante", lamentaron. No obstante, "desde su primera interpretación, el Gernikako arbola ha sido el himno de todos los vasconavarros y así fue recogido en la literatura, en los cancioneros y en las partituras durante más de un siglo", señalaron.

Llegó incluso a compartir oficialidad con La Marsellesa en 1949 en Iparralde tras el triunfo sobre la Alemania nazi, y los firmantes ayer recordarón que se utilizó como himno en distintos momentos de la historia: "Cantaron en Donostia, durante la Sanrocada. En Navarra fue el grito foral de la Gamazada. Sus sones alentaron el movimiento en pro de la reintegración foral de 1918, dieron la bienvenida a la República, rubricaron las Asambleas pro-estatuto, cantaron el surgimiento de Galeuzka y unieron a los alcaldes de las cuatro provincias de Hego Euskal Herria en el movimiento autonomista de 1934". Es decir, se puede afirmar "sin reparos", concluyeron, que Gernikako arbola tuvo "carácter oficial y, sobre todo, un respaldo popular como pocos pueblos han podido ofrecer a su himno más representativo".

"Acabaron cantándolo, con la misma pasión, carlistas y liberales, republicanos y socialistas, conservadores y revolucionarios, nacionalistas vascos y navarristas, abertzales y españolistas. Y donde los creyentes veían valores religiosos, los laicos se descubrían, como los revolucionarios fraanceses, ante un símbolo de la Libertad", explicaron.

Ningun himno político está tan profusamente registrado en todas las comarcas del país Vasconavarro, desde Tudela a Baiona. Se interpretaba en los paloteados de la Ribera y en las pastorales suletinas, en las recepciones reales y en las corridas sanfermineras, en los pequeños teatros y en las grandes óperas. Todos nuestros grandes músicos lo recrearon y visionaron, y no hay archivo histórico que no guarde su partitura.

Solo dos años después de su creación, Iparragirre fu detenido y expulsado de nuestro territorio por cantarlo. Pero el himno se quedó: su empecinada prohibición lo propagó como viento de libertad.

"Cuando en 1936 destruyeron Gernika, el himno, que había agrandado el simbolismo de la villa foral, pasó a ser icono mundial de la democracia, de la paz y de la resistencia popular frente a los totalitarismos".

El 12 de agosto de 1820, en Urretxu, nació Jose Mari Iparragirre Balerdi. Con 14 años, le dijo a su madre que iba al colegio y se marchó a luchar con el bando partidario del infante Carlos María Isidro de Borbón al frente de la Primera Guerra Carlista. Pero, después del beso de Vergara, que supuso el fin de la guerra, Iparragirre consideró una traición el acuerdo de paz con el bando isabelino y cruzó al Estado francés por Dantxarinea.