na buena selección de los 45.000 registros del fotógrafo guipuzcoano Antton Elizegi (Lasarte-Oria, 1938) depositados recientemente en el Museo San Telmo de Donostia se exponen en una muestra antológica compuesta por instrumentos fotográficos, y diversas series en las que ha trabajado este arquitecto técnico, amante de la fotografía en blanco y negro. Paisajes de la naturaleza del País Vasco, caseríos, monumentos, paisajes urbanos, tecnológicos, y arquitectónicos, así como diversos repertorios etnológicos y personajes de entre 1961 y 2013, han sido seleccionados por el autor con la ayuda de la comisaria de la muestra Maria José Aranzasti. Esta colección fotográfica , junto con otras también depositadas con anterioridad, viene a completar los fondos etnológicos de gran valor que conserva esta institución en su colección permanente.

Elizegi no es un autor desconocido, puesto que su obra se ha plasmado en obras tan interesantes como Sustraietan (1975), Grupo UR (1970-75), Harriz harri (Inédito), Arantzazu, tradición y vanguardia (1993), y numerosas obras plasmadas en calendarios, carteles y diversas colaboraciones en libros y revistas.

Desde los años 70, puso un especial énfasis en plasmar su obra en un blanco y negro intenso y profundo. Negro que viene muy bien a la cosmología del país vasco, entre barojiana y oteiciana, y que acentúa unas décadas de deterioro y violencia en que se vio envuelto el mismo.

Negros que logran sus mejores aciertos en esos troncos y ramas retorcidas que parecen pictogramas japoneses o cuadros del mejor Sistiaga, así como en sus txorimalos y en sus interiores desvencijados de casas y caseríos en derribo. Paisajes rurales de Euskal Herria, huertas y caminos perdidos de luces mas suaves; redes y telas de composiciones más abstractas, que denotan la sensibilidad y el carácter intelectual de sus propuestas; arquitecturas urbanas y tecnológicas que suponen una incursión en sintaxis constructivistas y vanguardistas; retratos de personajes familiares y de notables del país, captados sin poses ni composturas. Elícegi aprieta el botón y acelera el ojo ante todo lo que le interesa y muestra una fotografía cercana al documento real y etnográfico, algo que nos es muy cercano y querido. Algo que queda fijado para siempre en esos fotogramas tan elaborados y queridos.