Lorenzo Silva se ha adentrado en un territorio comprometido, el de la lucha antiterrorista, en su nueva novela, que arranca cuando un ex colaborador de ETA aparece brutalmente asesinado en una playa de Formentera y rápidamente se ve que aquel no es un crimen cualquiera. Y si comprometido es el tema de ETA, también lo son ciertos escenarios, con uno particularmente siniestro, como es el cuartel de Intxaurrondo de Donostia, un lugar que esconde muchos puntos negros. El escritor dice que no elude en su libro ciertos hechos que han sido objeto de condena por parte del Tribunal Supremo y que ha hablado con personas que estuvieron en las dos líneas de la historia. El primer libro sobre Bevilacqua y Chamorro, sus dos agentes, se titulaba El lejano país de los estanques y lo terminó hace 25 años, en 1995, pero no consiguió que se publicara hasta tres años después. Los personajes triunfaron y hoy son dos clásicos que de cuando en cuando pasean por ahí sus nuevas aventuras. Silva dice que ha pasado el confinamiento escribiendo un diario sobre las impresiones de una situación tan irreal como inquietante, diario que se convertirá en su próximo libro. Pero mientras tanto, hablamos con él de historia reciente vasca.

Intxaurrondo como escenario y ETA y la guardia civil como protagonistas de la historia, un tema muy comprometido. ¿Por qué ahora y no antes?

En parte por lo comprometido que es el asunto. Digamos que la idea está desde el principio. En la primera novela, Bevilacqua, en un roce que tiene con un detenido, le explica que él ha estado en el Norte y todo el mundo sabe lo que eso significa. La historia de ETA siempre me ha interesado, incluso antes de empezar con Bevilacqua, porque ha salpicado con intensidad, y no solo en el País Vasco, también en mi propia ciudad, en Madrid.

Pues ha esperado mucho tiempo para hacer este viaje...

Es que el término municipal en el que más mató ETA fue Madrid, e incluso hay algún vecino mío. Con esto te quiero decir que la historia me toca muy de cerca desde siempre. Precisamente por lo profundo que me toca, por la trascendencia que tiene y por la importancia que tenía para el personaje, pensé que no debía precipitarme. Generalmente no suelo tener prisa, y cuando una historia merece la pena, siento que llegará el momento de hacerlo bien, así que no es necesario meterse en el jardín antes de tiempo.

¿Necesitaba que ETA dejara de matar y se disolviera?

Necesitaba que la historia acabara. Que ETA dejara de matar gente era fundamental, y que esa extorsión sobre la sociedad española y la sociedad vasca dejara de estar presente era condición importante.

¿Y por qué eran tan importantes esas circunstancias? ¿No podía contar la historia con ETA en activo?

Era importante porque me daba cierta distancia. También me daba cierta libertad para entrar a fondo en la historia, y además necesitaba un conocimiento profundo de lo que fue la lucha antiterrorista, que ha estado muy oculta y ha sido bastante inaccesible.

¿Ahora son todo facilidades?

No, ni siquiera cuando yo pude acceder. Muchas cosas no se podían contar, porque si las contabas ponías en peligro determinadas operaciones y la vida de ciertas personas. Yo quería hacerlo bien, meterme a fondo en el tema, y para poderlo hacer necesitaba esa distancia y acceder en verdadera profundidad a la historia.

Pero estamos hablando de ficción, ¿o no?

De ficción, sí La ficción siempre te da la posibilidad de que aunque casi todo lo que lees en la novela haya sucedido, si cambias lugares, nombres, rostros o fechas te permite escribir con mayor tranquilidad. Aun así, necesitaba tener una distancia. Cuando en 2018, porque el libro acaba ese día, ETA anuncia su disolución, me pareció que ya había luz verde para escribir esta historia.

Al contar algo de este tipo parece que la balanza se inclinará hacia un sentido. ¿Es difícil mantener el equilibrio?

Las balanzas se vuelven complicadas cuando la historia también es muy compleja. Por un lado, no quería blanquear ni enmascarar puntos oscuros del lado con el que yo me siento más identificado€

La guardia civil.

Y por motivos obvios. Antes de tener uso de razón ya vivía en un barrio que era objetivo de ETA, así que es evidente dónde estoy yo, pero creo que una historia no es completa si no tiene la libertad y el valor de señalar quiebras y grietas en las estructuras de aquellos que tú dices que te representan más. Por otra parte, creo que la actividad de ETA es absolutamente indefendible, pero también sentía la necesidad de estar con personas que hubieran estado ahí. Con algún antiguo miembro de ETA he hablado, incluso con gente que hoy en día no solo está a su lado, sino también en la validación de la actividad.

¿Esas voces del bando de ETA son personajes de ficción?

Sí, lo son. Pienso que el lector tenía que tener esas voces a través de los personajes de ficción que representan a las voces reales y a los argumentos reales. A partir de ahí, nadie debe tener ninguna duda de dónde está mi balanza o hacia qué lado se inclina, pero que cada cual juegue con las suyas como le parezca y que tenga otros puntos de vista.

Se ha escrito mucho sobre este tema a nivel informativo y documental, ¿no cree que la mayoría tiene ya sus puntos de vista?

Hay puntos de vista que desconocemos. Durante mucho tiempo ha habido personas que ni han hablado ni han podido hablar.

¿Ha viajado mucho a Euskadi para escribir la novela?

A Euskadi llevo viajando mucho tiempo, desde hace 30 años, cuando empecé yendo por trabajo. Cuando era abogado tenía un cliente en Las Arenas (Bizkaia) y viajaba mucho por allí. Para hacer este libro volví a ir y lo hice de la mano de mis amigos vizcaínos y guipuzcoanos. Con esta novela quise ir muy a pie de terreno. Sobre todo quería refrescar algunas sensaciones e imágenes.

El cuartel de Intxaurrondo tiene muchas historias negras en su interior.

Intxaurrondo es el lugar donde Bevilacqua está al principio de su carrera. Es un lugar muy peculiar y hay muchos ambientes. Para los guardias civiles era una especie de condena y su casa. Es un lugar que tiene mucha intensidad.

Hay quien habla de leyendas negras, aunque realmente el término leyenda no sea el más adecuado.

Hay personas condenadas por el Tribunal Supremo, y eso quiere decir que son delitos acreditados, no son leyendas. Es una página negra de la guardia civil que no eludo en la novela. Lo que intento es ponerla en su dimensión. Esos elementos que formaban parte de la historia más sombría de Intxaurrondo, y lo tengo claro, fueron a parte de actos ilícitos y no éticos. Fueron un error, un grave error estratégico. A ETA no se la derrotó así, fue cuando se tomó otro camino y se determinó que ese tipo de soluciones eran una equivocación, no una solución.

Para muchos nunca se ha hablado, escrito y juzgado lo suficiente esos hechos ilícitos que han marcado a Intxaurrondo como un punto muy negro en la historia.

La novela no los deja de lado, pero no va más allá de lo que fue. Siempre que hay un acontecimiento complejo hay quien tiene interés en minimizarlo y también quien tiene interés en exagerarlo. Puedo decir que he pasado largo tiempo hablando con quienes vivieron por ambos lados este tema de malos tratos policiales, torturas, etc.

¿Cuándo se propone jubilar a Bevilacqua?

Ahora tiene 54 años, así que esperaremos a ver qué pasa cuando cumpla los 60. Incluso cuando se jubile, a lo mejor tiene otra actividad en la Guardia Civil.

¿Quiere decir que le va a seguir explotando?

Podrá dar para alguna novela más si ingresa en la unidad de veteranos que actúan como consultores de los agentes jóvenes. Dejaré que Bevilacqua y Chamorro anden todo lo que tengan que andar. Los dos me han permitido hacer un camino muy gratificante como escritor, pero no los pienso mantener con respiración asistida.

Lleva una vida entera dedicada a estos dos personajes, luego ya los ha estirado y con éxito. ¿Pensaba que iban a tener tanta aceptación y le iban a dar tanto de sí?

Ja, ja, ja€ La primera novela la escribí en 1995, pero se publicó en 1998, así que han pasado 25 años desde que terminé la primera historia. Cuando escribí la primera pensé que podía morir. Ya había publicado un libro, pero a la editorial no le iba muy bien y durante tres años nadie quiso publicar El lejano país de los estanques. Cuando hice esa novela fue como hacer un experimento de riesgo.

¿Un experimento de riesgo?

Plantear a la sociedad española de aquella época a un guardia civil como héroe de novela negra parecía bastante inviable, ¿no te parece?

Buena imagen no tenía la guardia civil, eso sí que es cierto.

Era una imagen de reticencia, y en muchos sectores ideológicos de franco rechazo, así que, de entrada, parecía un experimento arriesgado. Hice ese experimento con la libertad que te da el riesgo y no me planteé nada más. La primera novela, cuando se publicó, fue muy bien, y la segunda todavía mejor.

Sobre todo porque El alquimista impaciente

Fue cuando me empecé a plantearme si estos personajes podían tener continuidad. No me he planteado todo esto como una serie, sino como un libro de varios capítulos que tengo que intentar redondear en cada una de las entregas. Cada uno de esos capítulos va constituyendo ese gran libro. Esta nueva novela, El mal de Corcira, es un capítulo importante porque ilumina una zona de sombra. Es en la que se ve al Bevilacqua más maduro y también al Bevilacqua más joven.

¿Qué ha cogido Bevilacqua de usted?

Tiene que es un hombre, y eso marca mucho en su relación con el mundo. Tiene la pertenencia a una generación, la generación del segundo baby boom, el de los 60. Es una generación hipertrófica que tuvo que rehacer su vida por el camino, porque sus primeros planes no salieron. Tiene también en relación conmigo una cierta genealogía cultural. Es un chaval de barrio que gracias a la enseñanza pública pudo acceder a la enseñanza superior. A partir de ahí, todo es diferente y tengo que hacer un fuerte esfuerzo de adaptación mental para ponerme en su lugar.

¿Por ejemplo?

Hay algo que es muy significativo: yo soy hijo y nieto de militares, pero no soy militar. Sin embargo, Bevilacqua vive dentro de la disciplina militar.

¿Algún motivo para no seguir con su tradición familiar?

Comprendí muy pronto que soy demasiado individualista para asumir la vida militar. Mi vida siempre ha sido la de un cazador solitario. Yo soy autónomo, que es la máxima prueba de la vida a la intemperie. Él trabaja para el Estado en una organización jerarquizada. Eso hace que su lugar en el mundo sea muy distinto al mío.

¿Podríamos hablar de un alter ego

Quizá podríamos hablar de esa persona que hubieras sido si no fueras quien eres. También lo puedes decir de Chamorro o de la protagonista de mi serie juvenil, pero también del resto de los personajes de ficción que crea un novelista. Siempre he pensado que los novelistas somos personas con dificultades para la resignación. El novelista no se resigna a vivir en un solo pellejo.

¿Cómo sería su vida sin Bevilacqua y Chamorro?

Diferente. Pero sí me imagino mi vida sin ellos, porque he hecho cosas muy distintas antes y después de dar con ellos, aunque también me la imagino bastante más precaria. Tengo que reconocer que la cantidad de lectores que han conseguido estos dos personajes es algo que me ha proporcionado una gran capacidad y una libertad para organizar mi propio trabajo como escritor, para construir mi agenda y mi propia vida. Si no existieran ellos, a lo mejor tendría que seguir levantándome todos los días a las siete de la mañana para ir a una oficina y seguir trabajando como abogado.

Eligió ser abogado y no militar, como su familia, y lo dejó para convertirse en escritor, ¿nunca ha echado de menos la abogacía?

Quien me lee a lo mejor se da cuenta de que la echo de menos un poco. Me preocupo de los aspectos legales del procedimiento y de la investigación criminal; me preocupo de los derechos de los detenidos, de los límites de los trabajos policiales. Me parece muy importante decir a los lectores que un policía en un Estado de derecho no puede hacer cualquier cosa con los detenidos.

Acaba de publicar con Manuel Marlasca una historia en formato cómic, El solitario

Es más bien una novela ilustrada, un texto corrido con mucha ilustración. Es una forma diferente de acercarse a la narración y al relato criminal. Manuel y yo hemos tenido la suerte de dar con Cristóbal Fortúnez, el ilustrador, porque lo que le da fuerza a esta historia es la imagen.

Parece difícil hacer un libro a seis manos...

Tienes que tener mucha confianza con la persona con la que vas a escribir. A Manuel le conozco desde hace tiempo y tenemos muy buena relación. Sobre esta historia, la de Jaime Jiménez, el atracador que durante catorce años puso en jaque a la policía, teníamos un enfoque muy parecido. Era más incierta la relación con el ilustrador, pero para mí ha sido toda una sorpresa positiva. Ha funcionado muy bien todo. Cristóbal es un hombre muy joven, muy meticuloso, y que entendió a la primera la historia y nuestras intenciones.

PERSONAL

Edad: 54 años (7 de junio de 1966)

Lugar de nacimiento: Madrid.

Formación: Estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y ejerció como abogado de empresa desde 1992 hasta 2002.

Trayectoria: Ha escrito numerosos relatos, artículos y ensayos literarios, así como varias novelas, que le han valido reconocimiento internacional. Una de ellas, El alquimista impaciente, obtuvo el Premio Nadal del año 2000. Sus protagonistas son la pareja de la Guardia Civil formada por el sargento Bevilacqua y la cabo (en la última novela) Virginia Chamorro. Otra de sus obras, La flaqueza del bolchevique, fue finalista del Premio Nadal. Ha escrito también El lejano país de los estanques (1998). Premio El Ojo Crítico 1998, La niebla y la doncella (2002), Nadie vale más que otro, cuatro asuntos de Bevilacqua (2004), La reina sin espejo (2005) o La estrategia del agua (2010). En el género del ensayo ha publicado Viajes escritos y escritos viajeros (2000), Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos (2001), Líneas de sombra (2005), En tierra extraña, en tierra propia (2006), o Y al final, la guerra. La aventura de las tropas españolas en Irak (2006). En 2012 ganó el premio Planeta con la novela La marca del meridiano, otra historia en la que sus protagonistas son los dos guardias civiles más literarios.

Actualidad: Su última historia la centra en Euskadi, en el cuartel de Intxaurrondo, para dar forma a una trama en la que por primera se enfrenta al tema de ETA: El mal de Corcira. También acaba de publicar una novela ilustrada, El solitario, con Manuel Marlasca como compañero de relato y Cristóbal Fortúnez como dibujante.