or primera vez en la historia del Jazzaldia, la plaza de la Trinidad, uno de los emblemas de este festival, presentó ayer una imagen singular: no había gente de pie y cada espectador tenía su lugar asignado; todo para que los conciertos cumpliesen el estricto protocolo de seguridad contra el COVID-19 y para que la propia Trini no perdiese su lugar en este encuentro, que ha visto reducido su aforo de forma ostensible en todas sus tablas.

Con las mascarillas puestas en todo momento -el Jazzaldia ha puesto a la venta algunas con la imagen de la presente edición-, excepto para consumir, el público asistió a la apertura del espacio con un concierto a cargo de un Javier Colina que el año pasado se encargó de cerrar la Trini junto con Silvia Pérez Cruz; otra que vuelve, pero en este caso, al Kursaal. El contrabajista presentó Veinte VeinteVeinte Veint, un proyecto a ocho manos al que le acompañaron Antonio Serrano a la armónica, Josemi Carmona a la guitarra y Borja Barrueta a la batería.

Al del cuarteto le siguió el primer concierto que Chano Domínguez ofrecerá durante este Jazzaldia, en este caso en formato trío. Al inicio del espectáculo, el pianista recibió el premio Donostiako Jazzaldia de manos del director del certamen, Miguel Martín, quien hizo referencia al "momento de mierda" que vivimos a causa del coronavirus, aunque sin que ello merme la categoría del certamen y el premiado, que es "flamenco y jazz al mismo tiempo". Domínguez, por su parte, agradeció el premio, "uno de los más importantes del Estado" y dijo estar muy contento por recibirlo el mismo año que Jorge Pardo e Iñaki Salvador, con el que precisamente este miércoles, a las 18.00 horas, actuará en dúo en el Kursaal.

¿En qué calle me siento?

El concierto de la Trini sorprendió ayer a los asistentes al utilizar para localizar y separar los asientos (todos los espectadores deben estar sentados) las antiguas placas que servían para identificar las calles de Donostia. Un bonito guiño para hacer menos fría la nueva normalidad.