- El pianista Iñaki Salvador actuará durante este Festival de Jazz en dos ocasiones. Lo hará junto a los otros dos galardonados con el premio Donostiako Jazzaldia: Chano Domínguez y Jorge Pardo. NOTICIAS DE GIPUZKOA se reúne con el pianista en el estudio que tiene en Pasaia San Pedro para repasar su carrera, su formación, su relación con el festival y el resto de los premiados, y también sus recuerdos sobre Mikel Laboa.

Estreno con usted una pregunta que voy a repetir a todos los entrevistados que participarán en el Jazzaldia que empezará hoy: ¿Cómo ha pasado el confinamiento?

-En casa (risas). He pasado por varias fases, me imagino que por las mismas que todo el mundo. Al principio sentí estupor. Luego llegó la preocupación global por lo evidente, por el trabajo de la gente. De la preocupación global pasé a la más particular, aunque yo personalmente no estuviese en una situación complicada. Tengo un trabajo fijo, doy clases en Musikene y la gente que hoy en día tiene una nómina, aunque no es una garantía de eternidad, alguna garantía sí que tiene. No teniendo una preocupación personal, yo sí que me relaciono con muchos artistas.

Le habrán trasmitido que la situación no es nada fácil.

-Mi compañera Ana Pimenta y yo tenemos una estructura de producción teatral: Vaivén. Ahí tengo relación con muchísima gente y trabajo codo con codo con gente que, precisamente, no tiene nómina. Ha sido un periodo de mucha preocupación y de mucho trabajo desde la empresa a ese nivel, de afrontar esa situación. Es verdad que la directora de la empresa y la cabeza de todo es Ana Pimenta, pero he escuchado de primera mano todo el trabajo que ha habido que hacer para volver a los escenarios. Con todo ello, no niego que ha sido también un periodo positivo, en cierta manera.

¿A qué se refiere?

-Le ha pasado a más gente. Ha sido un periodo de introspección, también ha sido importante a ese respecto.

¿Artísticamente ha sido un periodo provechoso?

-Seguí trabajando con las clases de Musikene desde casa, todo telemático. Artísticamente no ha sido un periodo muy productivo, en el sentido de que haya creado algo nuevo, pero sí me dediqué a tocar bastante el piano. Hice una serie de vídeos con músicas que no eran necesariamente jazz, sino que pretendí que fueran tranquilas; de autores como Keith Jarrett o Cat Stevens. Sentí que había mucho ruido, mucha excitación; sigue habiéndolo. Tuve la necesidad de tocar piezas tranquilas, algunas las grababa y las subía. Hubo gente que me escribió muy agradecida diciendo que les resultaron vídeos muy balsámicos. Es el tiempo de buscar serenidad personal, que no tiene por qué estar reñida con tener espíritu crítico y con cierto activismo.

El Jazzaldia remarca que es uno de los artistas que más ha programado. ¿La primera vez fue en 1982?

-Probablemente fue en 1982, pero yo no lo tengo muy claro (ríe). Desde el Jazzaldia siempre utilizan un mantra que me parece muy bonito, que Iñaki Salvador es el músico que más veces ha actuado en el festival. No lo sé, probablemente; ellos lo tendrán documentado (ríe).

Siempre se habla del concurso que ganó aquel año.

-Sí, probablemente la primera participación fuera esa. Fue un concurso de grupos vascos que tuve la suerte de ganar doblemente: mi grupo Kursaal lo ganó en la categoría de grupo y a mí, además, se me dio el premio al mejor solista. Tenía 20 años.

¿Recuerda todas sus actuaciones?

-Es imposible. Muchísimas. Cuando era joven era muy reivindicativo. Si tiras de hemeroteca encontrarás declaraciones muy reivindicativas, de los 80, en las que decía que los festivales tenían que dar mucho más espacio a músicos vascos; que no podía ser que siempre fuesen americanos, que estaba bien, pero que lo de aquí también era necesario... He de reconocer que todos los festivales, como nosotros, han evolucionado.

Desde aquel 1982 ha actuado en el Jazzaldia y fuera de él en multitud de formatos.

-He estado en multitud de situaciones desde aquel 82. Recibir aquel premio de manos de Tete Montoliu fue muy bonito. He pasado de ser un becario del piano, como quien dice, a estar en todo tipo de escenarios. A veces he estado en los ciclos que se montaban en los pequeños clubs como el Altxerri, el Etxekalte o el BeBop, y en otras ocasiones he estado en escenarios medianos y también en los más grandes con proyectos distintos. Hoy en día sigo tocando en distintos formatos, en pequeño club o en gran escenario; eso me enriquece. Mi relación con el Jazzaldia es hermosa porque ha ido en paralelo a mi evolución como músico. Me ha ofrecido oportunidades bonitas, incontables, una barbaridad.

Si no me equivoco, pertenece a una familia muy musical.

-Profesionalmente a la música nos dedicamos dos de los hermanos: mi hermano Eduardo, el segundo, que es bajista profesional y profesor de bajo eléctrico en la Musika Eskola de Donostia y yo, que soy el tercero. Lamentablemente hemos perdido a nuestro hermano mayor hace un mes. También tenemos una hermana que no es músico profesional, pero todos tocamos instrumentos.

¿Cómo decidió dedicarse profesionalmente a esto?

-Mis padres eran muy melómanos. Siempre se encargaron de que hubiese un piano en casa y eso fue determinante. También llegué a cierta música gracias a mis hermanos, al mayor que se ha marchado, y al segundo. Traían a casa discos de muchos cantautores, sobre todo vascos y catalanes, pero por el momento político-social también llegaba mucha música cubana. Veía que el mayor de nuestros hermanos con toda naturalidad se sentaba al piano y sacaba las canciones de los discos de oído y las tocaba. Para mí eso fue muy importante, mi hermano fue un modelo a ese respecto. Me enseñó que al piano ante la duda, tocas, y luego, piensas. Empecé a imitarlo. Además, en esos discos que traían yo me quedaba colgado de la parte jazzística.

Se marchó a Barcelona.

-Mi formación allí fue muy importante. Especialmente, la escuela llamada Taller de Músics. Marché muy joven. Empecé lo que se llamaba Filosofía y Letras en la EUTG y duré tres meses (ríe). Cuando iba a la facultad solo pensaba en que quería tocar el piano. Hablé con mis padres y me marché inmediatamente a Catalunya. Yo tenía el veneno del jazz en la sangre y aquí no había músicos, ni escuelas. En Barcelona estuve en dos periodos distintos, pero cuatro años en total. Aquello fue fundamental.

¿Cómo era la escena de jazz vasca de los 80?

-Éramos muy pocos en Euskadi, los músicos se podían contar con los dedos de una mano. Podías llamar a un bajista o a dos, y contrabajistas no había. Gonzalo Tejada comenzó con guitarra, luego se pasó al bajo eléctrico. Cuando se pasó al contrabajo para mí fue una alegría total, porque por fín había un contrabajista. También tuvimos a Renato Valeruz, un austríaco que durante unos años tuvimos aquí. El batería Paco Díaz era casi el único que tocaba jazz. Éramos una cuadrila muy pequeña. Arrancamos tímidamente tocando standards. Mi primer disco, salvo un tema llamado Orain que es una improvisación, está lleno de standards.

Ahora, ¿cómo ve la escena vasca?

-Se ha sofisticado y se ha diversificado. Han sido 40 años tremendos en los que han aparecido un montón de músicos. La gente joven cada vez está mejor preparada; el jazz que se ha hecho ha sido cada vez de mayor calidad y estilísticamente se ha abierto muchísimo.

¿Qué destacaría de su carrera?

-Como digo veo un paralelismo entre el Jazzaldia y mi carrera. El Festival de Jazz tiene un aspecto de cierto público ortodoxo que critica que se programen cosas como Joan Baez y que haya conciertos que no sean estrictamente de jazz. De la misma manera, me reconozco en este festival y claro que el jazz ha tenido y tiene mucha importancia en mi carrera, pero en mi música, al ser yo vasco y haber vivido aquí la mayoría de mi vida, me obligó a la versatilidad; a tocar muchos palos, a acompañar a cantautores, a componer música para series de televisión, para publicidad... Todo ello no ha hecho más que enriquecer mi carrera como jazzista. Miro atrás y veo cosas que me gustan, esa versatilidad. En ese sentido, mi carrera tiene un ADN parecido al del Jazzaldia: hay mucho jazz, pero también otras cosas.

Sobrará decir que está contento con el premio Donostia Jazzaldia.

-Es una alegría. Es un premio que ha solido reconocer carreras de gente legendaria, se ha dado a nombres importantísimos en la historia del jazz. Este año es diferente. Se ha tenido que hacer un festival fénix, nacido de la nada otra vez. Claro, el carácter que han cogido los premios también ha sido distinto. Que se acuerden de ti para configurar el festival en estas circunstancias me hace ilusión. Hay que decir que yo no estaba programado en el Jazzaldia que se iba a celebrar, no tenía ningún concierto; y ahora estoy en dos con los otros dos premiados. Claro que hace ilusión: es mi ciudad y es un festival que ha sido importantísimo en mi carrera. El premio es como una caricia profesional, como ese abrazo que no nos podemos dar. Sé que es un topicazo, pero me sale del corazón, el premio real es la fidelidad que el Jazzaldia ha demostrado a mi trabajo.

¿Siempre ha aceptado sus propuestas musicales?

-Ha sido muy receptivo a propuestas que yo tenía y, además, me ha propuesto proyectos que a mí ni se me hubieran ocurrido. Recuerdo que cuando el festival cumplió 40 años me encargaron que hiciese una reunión de músicos vascos e hiciese una banda numerosa. De ahí salió un proyecto llamado Iñaki Salvador Noneto. También fue muy importante para mí un proyecto, que también fue un encargo del Jazzaldia, que se llamó Zilbor Hestea y en el que cantaba Amaia Zubiria, Jexux Artze tocaba la txalaparta... Me encargaron que montase una banda grande para fusionar música vasca y jazz, algo que ya había hecho, pero el Jazzaldia me pegó un impulso. Además el festival no solo me ha programado aquí, si no que me ha dado la oportunidad de salir fuera. El premio me lo han venido dando en mensualidades, en cómodos plazos (ríe).

Ha recibido el premio junto a Chano Domínguez y a Jorge Pardo, con los que anteriormente ya ha trabajado. ¿Cómo los describiría?

-Son dos creadores singulares, cada uno a su manera; me siento muy honrado de recibir el premio junto con ellos y por haber colaborado con ellos. Es gente con mucha personalidad y muy propia. Con Chano hice una gira de conciertos allá por el año 2000 que nos trajo, incluso, al Jazzaldia: tocamos en el salón de plenos del Ayuntamiento.

Con Pardo llegó a grabar un disco.

-¡En el Altxerri, además! Más donostiarra no puede ser (ríe). A los dos los he vivido muy de cerca. Los admiraba mucho desde siempre, era fan de ambos y luego tuve la suerte de colaborar con ellos.

En esta edición va a ofrecer dos conciertos, cada uno con otro de los premiados: un dúo con Domínguez y un cuarteto con Pardo.

-Van a ser conciertos especialmente honrados y sinceros. El ensayo que va a haber tanto para uno como para otro, va a ser muy escaso. Tanto Chano como Jorge como yo, los tres, tenemos dos actuaciones, cada uno tiene su correspondiente rueda de prensa... No ha sido nada fácil hacer el rompecabezas de cuándo ensayar. Van a ser sinceros en ese sentido: más jazz que nunca. En cada concierto nos basaremos en música de los respectivos y también temas míos. Además, en ambos he querido introducir música vasca.

¿El Jazzaldia es ahora un buen escaparate para artistas vascos?

-Los hechos están ahí: el Jazzaldia a ese nivel ha evolucionado muchísimo en las últimas décadas y en una dirección muy interesante, de dar mucho espacio a músicos vascos y muy jóvenes. Yo he visto a alumnos míos de Musikene, incluso sin terminar, presentar sus propuestas ante el público en el Jazzaldia, con escenarios bien montados, con buen sonido.

Por las circunstancias, este año esa ventana es aún mayor.

-Da la oportunidad a que se vean cosas de una manera más contundente. Personalmente y otros artistas como yo creo que sí hemos tenido la suerte de estar en potentes escenarios antes del coronavirus. Sí que es verdad que la reducción del número de conciertos, lógicamente va a dar mayor visibilidad a todos ellos.

No se puede hablar con usted sin preguntarle sobre su relación con Mikel Laboa, también parte indispensable de su carrera. ¿Cómo lo recuerda?

-Le gustaba mucho venir a mi estudio en Pasaia. Me ocurre lo mismo que con el Jazzaldia, mi vida profesional fue en paralelo a mi relación con Mikel Laboa. Empecé con Mikel en el 83. Fue una persona de muchísima influencia personal. Ante todo, fuimos amigos. Me cuidó muchísimo y yo le cuidé todo lo que pude. Fue un gran amigo y un gran mentor.

También recibiría una gran influencia artística suya.

-Haciendo una música muy diferente, aprendí mucho de la manera de vivir el hecho musical de Mikel, sin pretenderlo él, porque nunca me dio ningún consejo. De lo que aprendí de él destacaría la necesaria relación de la tradición y la libertad creativa; eso estaba en Mikel.

"En la década de 1980, éramos muy pocos los músicos de jazz en Euskadi; se podían contar con la mano "

"Aprendí mucho de la manera de vivir el hecho musical de Mikel Laboa,

sin pretenderlo él; nunca me dio ningún consejo"

"Hoy en día sigo tocando

en distintos formatos,

en pequeño club o en gran escenario; eso me enriquece"

"La escena vasca de jazz se ha sofisticado y se ha diversificado. Han sido 40 años en los que han aparecido un montón de músicos"