donostia - Nerón quemó Roma. O tal vez no. A día de hoy, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre este hecho por el que el emperador pasó a la posteridad. Lo que está claro, al menos para Muriel, es que Nerón “fue un emperador que no quiso gobernar” y cuya verdadera vocación era la actuación.
¿Qué es lo primero que pensó cuando le ofrecieron dar vida a un personaje tan complejo como es Nerón?
-Es uno de esos retos que los actores buscamos. Surge una mezcla de sentimientos cuando te lo dicen. Por un lado, una emoción extrema de poder hacer este personaje y darle vida; y por otro lado, esos nervios de decir ¡Oh Dios mío, a qué me voy a enfrentar cada noche! Pero en el fondo es una gozada, un regalo de la profesión.
Creo que han tratado de hacer un Nerón más realista y alejado de la imagen que se tenía de él por otras obras.
-Ha sido un proceso de búsqueda del personaje muy intenso, interesante y complejo. Todos tenemos en la cabeza una imagen ya hecha de Nerón, pero lo cierto es que ni los historiadores se ponen de acuerdo sobre él. Hay algunos que dicen que quemó Roma, otros que no, también quien cree que se lucró de ello y solo se dedicaba a tocar la lira y quienes piensan todo lo contrario, que bajó a apagar el fuego. Yo como actor he intentado darle mucha verdad, porque no importa cómo fuese, el espectador tiene que enfrascarse de él y verlo como alguien muy real. Y que además pueda entender por qué hizo todos esos actos. Se trata de un Nerón muy extrovertido, pero con mucho encanto y con el que el espectador empatiza. En la obra hay también comedia. La gente se ríe mucho al principio, pero poco a poco esa sonrisa se va congelando y se va viendo la parte más oscura del personaje. Al final la gente incluso llega a tener pena de él, porque se ve que era una persona normal que no tenía alma ni para gobernar ni para el arte.
Sí, porque Nerón, a pesar de ser un tirano, era un amante de las artes. ¿Cómo ha sido trabajar con esa dualidad?
-Es bonito, porque representas su verdadera vocación, que era la de actuar, a la vez que tiene que dirigir un imperio que no sabía cómo llevarlo. Para ello se valió de gente que supiera cómo hacerlo y él lo que hacía era básicamente preguntar ¿Qué hago?. Aunque en el fondo era un caprichoso y decidía él lo que quisiese. De hecho, hay una faceta muy llamativa de este Nerón y es que quería hacer una Roma moderna y civilizada, lo que pasa es que los medios que utilizaba para conseguirlo era lo que le asemeja a los tiranos como Hitler o Napoleón.
Como actor, ¿le interesa abordar papeles de villano, de tirano?
-Cada personaje tiene su complejidad y a la hora de representar a alguien que podemos ver como malvado, lo más complicado es conseguir que la gente entienda por qué ese personaje actúa así. Eso es lo que trato de hacer como actor. Creo que uno de los mayores logros de la función es que, al final, el espectador empatiza con un tirano y cuando muere dramáticamente la gente se apiada de él. Conseguir eso es muy bonito, porque lo lógico es que todos quisiéramos que terminara mal y, en cambio, al final, el público siente pena por él a pesar de no estar de acuerdo con sus actos.
Precisamente en la obra se tocan temas sensibles como el asesinato, la violencia machista, la tiranía, la castración? ¿Es difícil tratar esas cuestiones ante el público?
-El espectador se asombra o se asusta de muy pocas cosas, pero es cierto que hay temas como los abusos sexuales, ya que la madre de Nerón abusaba de él, que pueden llamar la atención. Nosotros los tratamos con mucha delicadeza y respeto y creo que gracias a ellos el espectador entiende cómo Nerón llegó a esa locura. También eran unos tiempos en lo que todo valía y no había tanto respeto por la vida, por lo que a día de hoy nos pueden escandalizar y dar cierto pudor tratarlos, pero que reflejan lo que era aquella época.
A la hora de encarar el personaje, ¿se ha fijado en el trabajo de algún actor que le haya dado vida previamente o ha decidido desmarcarse?
-Cuando me lo ofrecieron, hacía mucho tiempo que había visto Quo Vadis y la revisité. En ella se refleja un personaje, que aunque está maravillosamente interpretado, no es parecido al mío, asi que me fijé en una serie de la BBC que trata a varios emperadores de Roma entre los que está Nerón, al que da vida Michael Sheen, y ahí sí que capté muchas cosas. Él lleva al personaje hasta dónde voy yo, a esa locura. A un Nerón que empieza siendo un niño mimado que no quiere ser emperador y que acaba pensando, al final de su vida, que Roma tiene que dejar las armas ya que va a vencer a sus enemigos cantándoles.
Mencionaba la película ‘Quo Vadis’ y la obra se basa en la misma novela que ella. ¿Cree que el público puede ir con una idea ya preestablecida de lo que va a ver?
-Algo siempre va a ser diferente, porque la manera de contarlo ya es distinta. Aunque se intentara hacer un calco perfecto de otro trabajo, algo cambiaría. Nosotros hemos hecho nuestro Nerón. La gente que vaya a verlo no va a ver Quo Vadis, va a ver una obra mucho más dinámica, con un lenguaje cinematográfico que mezcla varias escenas a la vez e incluso tiene flashbacks. A priori Nerón puede parecer una obra densa, pero así se le da una estructura más moderna.
La obra está producida por el Festival de Teatro Clásico de Mérida. ¿Qué importancia tiene este certamen para dar una nueva vida a obras clásicas?
-Desde que está Jesús Cimarro como director, se le ha dado un vuelco al festival y está dando una nueva vida a muchas funciones que antes solo se representaban allí. Pero además, autores contemporáneos, como es Eduardo Galán, el creador de Nerón, están dando nuevos puntos de vista a estas obras. Por eso creo que, tanto para el espectador normal como para todos los chavales, Nerón no solo es una obra, sino también una clase de historia a la que deberían ir a ver todos los institutos. Y todo eso no sería posible sin el festival de Mérida.
-¿Cree que es necesaria la producción de más obras clásicas y que no queden en el olvido?
Sí lo creo. Hay que intentar educar a los chavales desde jovencitos a que vayan al teatro, porque, aunque ir a una comedia también está bien, el origen del teatro como tal es dramático y tiene la intención de cambiar algo en el espectador. Y esa es una función que una comedia no tiene. Por eso creo que los padres tienen que llevar al teatro a los niños no solo a ver una comedia, sino también obras más clásicas o incluso una zarzuela o un ballet. Al final, si un niño lo ve desde pequeño se acostumbra y lo disfruta. También me ha pasado que muchos espectadores vienen a ver esta obra porque me conocen por la televisión y allí descubren que les gusta el teatro. Ir a verlo es la mejor manera de romper los prejuicios que a veces hay sobre el teatro dramático.