donostia - Hablábamos que a nivel estatal, del 2008 al 2016, las ventas de libros han descendido un 32%. ¿Es este uno de los motivos por los cuales Elkar Fundazioa ha apostado fuerte por la distribución a ese nivel?

-Ha decrecido un tercio, en torno a 1.000 millones. Eso significa que la tarta es más pequeña. Eso se debe a muchas razones, no solo a la crisis económica. Se debe a un cambio de paradigma en el sector, en el consumo, modos de lectura... Como la tecnología va muy rápida, tanto los compradores como los vendedores se tienen que ajustar. Ante eso Elkar ha marcado una estrategia, un salto importante en el plano de la distribución. No hacerla solo en el País Vasco, sino en todo el Estado.

Siguen el cambio de tendencia del marco europeo.

-En Europa se está generalizando el caso donde dos o tres distribuidoras toman fuerza. Las relaciones que tenemos con las editoriales son buenas. Y hemos integrado en Elkar otras distribuidoras que estaban, sobre todo, en fase de jubilación y que eran decisorias en sus territorios. Han sido dos en Valencia, una en Madrid y otra en Barcelona. La intención sería ser referentes. Nuestra intención no es ser la mayor, pero sí tener el suficiente volumen como para mantener todas las infraestructuras que tenemos y tener retornos para invertir en la misión de Elkar: el euskera y la cultura vasca.

¿Cómo las integran?

-Las distribuidoras del exterior se mantienen a nivel de know-how. Es decir, a nivel de comerciales y lo que estos pueden aportar. Lo que es toda la estructura de distribución la traemos al País Vasco. De esta manera, también hay un compromiso social con los trabajadores.

La de la distribución es, quizás, la línea de trabajo más desconocida de Elkar, al tiempo que es la que más factura: el 75% del total, nada más y nada menos.

-La distribución no es una cosa que se vea, es algo logístico. Desde el País Vasco entregamos cualquier producto en 24 horas a cualquier punto del Estado. Se trabaja con transportistas como MRW. Nuestros libros llevan la marca Elkar y somos conocidos por su producción y en las librerías estamos in situ. Tenemos tiendas en todas las capitales y también se nos conoce por ello. Pero la parte importante está siendo la distribución.

Con esos volúmenes de facturación en la distribución se da una paradoja: Elkar factura más fuera del País Vasco que dentro.

-Nuestra misión es doble. Por un lado se encuentra el fomento del euskera y de la cultura vasca, y por otra parte, somos extremadamente sensibles con las culturas del lugar. En Catalunya, en Galicia y en Valencia somos extremadamente sensibles con sus culturas propias. Nuestra intención es servir en cualquier lengua y en todo el Estado, pero la finalidad última es el del desarrollo de la misión de Elkar en el País Vasco.

Una de las últimas distribuidoras que han integrado Elkar ha sido la vasca Bitarte.

-Los hemos integrado, de tal manera que hemos absorbido a la gente. En las librerías pasa lo mismo. Por ejemplo, Herriak de Bilbao, que tras la jubilación, la cogimos. Lo mismo con Ramos, en Donostia. Nos estaban pidiendo ayuda porque iban a desaparecer y las integramos. Eso supone que se continúa con su línea de trabajo y que se absorbe a los trabajadores. Además, yo creo que nuestros activos son los empleados. El de Bitarte es un reto importante, esas personas ahora trabajarán con nosotros y daremos servicio a las editoriales que ellos distribuían. Es muy importante para la cultura vasca que las editoriales del país tengan oportunidades económicas para seguir subsistiendo, porque de esa diversidad y de esa competencia es de donde la cultura puede avanzar.

Bitarte tenía asociada una librería en Iruñea, la histórica Auzolan, que ha cerrado sus puertas.

-Ellos decidieron cerrarla antes de este proceso. Es más, las dos personas que trabajaban allí han pasado a integrarse en Elkar en Iruñea.