La tarde del 26 de abril de 1937, Gernika fue bombardeada durante más de tres horas por la aviación alemana. En oleadas, los aviones de la Legión Cóndor arrojaron su carga contra la población civil. Cuando acabaron los bombardeos, los tripulantes de los aviones acribillaron con ráfagas de metralleta a los que huían. Murieron 1.654 personas y 889 resultaron heridas.
Periodistas de todo el mundo rivalizaron por dar la noticia. Pero sólo uno de ellos, George Steer, consiguió llegar a la ciudad demolida al día siguiente. Su crónica salió el miércoles 28 en la sección internacional de noticias del Times londinense y en la portada del New York Times. Las imágenes desgarradoras que Picasso vio en París sobre el estado en el que había quedado la localidad vasca le sobrecogieron. El artista malagueño había recibido en enero el encargo de realizar un cuadro de grandes dimensiones para el Pabellón de la República en la Exposición Internacional, que debía inaugurarse ese verano en París, pero no tenía todavía muy claro el tema. Fue entonces cuando decidió que el horror que había sentido al leer la noticia lo vomitaría en el Guernica.
Durante los diez primeros días de trabajo, en un ático del número 7 de la parisina rue des Grands Augustins, Picaso se dedicó, de manera frenética, a hacer bosquejos y estudios. El proceso de creación supuso una extraordinaria aventura realizada en un brevísimo espacio de tiempo. Desde que empezó a trabajar en la tela, hasta el día en que quedó colgada en el Pabellón de la República Española, transcurrieron tan sólo veinticuatro días.
Picasso nunca viajó a Gernika, pero pintó la obra más estremecedora sobre el bombardeo que nadie podría haber realizado jamás. El artista malagueño reflejó los horrores de la guerra en tonos negros, blancos y grises. Una pintura hecha de formas dramáticas, violentadas, condenadas a la ausencia de color, que hacen del Guernica un penetrante aullido mudo, la obra más inquietante, genial e inabarcable del siglo XX.
El Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta a partir de mañana la exposición 1937. Sobre Gernika. Guerra y civitas, uno de los casos de estudio incluidos en el proyecto Tratado de paz para Donostia 2016. “Tratado de paz es uno de los proyectos más ambiciosos de la Capitalidad, una propuesta de alcance internacional compuesta por un conjunto de exposiciones, producciones artísticas contemporáneas, publicaciones, seminarios y conferencias sobre las representaciones de la paz en la historia del arte, la cultura y el derecho. Y la exposición que se presentará en el Bellas Artes es, sin duda, uno de los casos de estudios más interesantes. Nos interesaba explorar cómo un cuadro, que es expresión de la guerra en su máxima crudeza, se ha convertido en un icono universal de la paz. Es otra historia del Guernica, la que hay detrás del cuadro, los periplos y la estela que dejó, ajenos a la intención del artista”, explica Pablo Berástegui, director general de Donostia 2016.
Recorrido La exposición se articulará en tres apartados: Picasso y el Guernica; el Pabellón Español de 1937 y la influencia del cuadro en otros artistas del momento. En el apartado dedicado a su proceso de ejecución, se exhiben desde los dibujos y óleos preliminares hasta las fotografías realizadas por la que era entonces su compañera, Dora Maar, quien documentó de esta manera la evolución del cuadro en el taller del pintor. No estará el Guernica, “pero el Museo Reina Sofía de Madrid, donde está depositado el cuadro desde 1992- nos ha dejado una serie de obras que son muy difíciles que salgan de allí y eso ha sido fundamental para poder llevar adelante este proyecto. No estamos hablando sólo de dibujos preparatorios, el público va a poder ver, por ejemplo, un pequeño lienzo sobre tela con la figura del caballo. Son obras que tienen un gran valor en sí mismas”, explica el historiador Valentín Roma, comisario de esta exposición y director del Centro de Imagen la Virreina de Barcelona.
Además, se ha incorporado a la muestra una reproducción de la postal de Los horrores de la Guerra (1637), de Peter Paul Rubens, que Picasso tomó como influencia directa para realizar el lienzo y que le acompañó en sus distintos talleres de trabajo. También se podrá ver Minotauromaquia, un aguafuerte realizado por Pablo Picasso en 1935, que forma parte de la colección del Museo Picasso de Barcelona; y Sueño y mentira de Franco (1937), un conjunto de 18 pequeñas imágenes que el artista grabó en dos planchas, entre enero y junio de 1937. Se considera la primera obra de Picasso con contenido claramente político.
El Pabellón republicano En otro de los apartados de la exposición, se presentará una reconstrucción del Pabellón Español de la Exposición Internacional de París en 1937. La Guerra Civil estaba en pleno apogeo y el Gobierno Republicano, en busca de ayudas internacionales, decidió utilizar el Pabellón para denunciar los crímenes de este conflicto fratricida. Para atraer la atención de las potencias aliadas y los medios de comunicación, se decidió emplear a los grandes artistas de la época.
Atravesando la entrada del Pabellón Republicano, diseñado por los arquitectos Josep Lluís Sert y Luis Lacasa, se encontraba el pórtico que ocupaba la mitad de la planta baja y a la derecha lo primero que llamaba la atención era el gran mural de Picasso. El arquitecto José Luis Sert describió así su influencia: “La gente desfilaba ante él en silencio, como si se diesen cuenta de que era una premonición de lo que después hizo la guerra mundial. Un grito de un pueblo que lucha por su libertad, por su dignidad y por sus derechos”.
El lienzo era la obra más famosa que se había encargado para el Pabellón, si bien no fue la única. Tras su desmantelamiento, muchas de sus obras se perdieron y aquellas que sobreviven se han desperdigado y se encuentran expuestas en distintas ubicaciones.
Algunas de ellas se han conseguido reunir para esta exposición. Además de una maqueta tridimensional del Pabellón, la pinacoteca bilbaina acogerá diversas pinturas realizadas por los milicianos durante el periodo de descanso de la guerra; el pochoir sobre papel de Joan Miró, Aidez l’Espagne; varias muestras de la peseta acuñadas por la Segunda República, conocida popularmente como la Rubia; o la escultura Homenaje a Guernica de Picasso, de Alexander Calder, entre otras obras.
Con Franco en el poder tras la Guerra Civil, Pablo Picasso tenía claro que el Guernica, jamás volvería a España. El lienzo comenzó un largo periplo que le llevaría primero a Oslo, Estocolmo y Copenhague y después se mostró en Inglaterra, donde fue requerido por el Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles, llegándose a exhibir incluso en un concesionario de coches de Manchester.
a nueva york Más tarde, embarcó rumbo a Nueva York en el barco Normandie. Picasso había recibido la propuesta de los Comités de Ayuda para que lo enviase a América para recaudar fondos. Él mismo costeó los gastos. En EEUU, el cuadro giró por Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Boston... Hasta que se instaló en el MoMA en 1942, de donde sólo salió para exposiciones puntuales. (Fue utilizado como instrumento contra la intervención en Vietnam).
Picasso sólo puso una condición: cuando hubiera democracia en España el cuadro debería volver. A finales de los 60, hubo un intento de Franco por recuperarlo. Se iniciaron unas gestiones que no dieron frutos hasta 1981, con la democracia consolidada y el dictador muerto, pero Picasso no pudo verlo. El artista había fallecido el 8 de abril de 1973 en la localidad francesa de Mougins, ocho años antes de que un avión de Iberia, el Lope de Vega, aterrizase en Madrid llevando la preciada carga.
El último apartado de la exposición del Bellas Artes aborda la gran repercusión que tuvo sobre numerosos artistas que pudieron observarlo en directo, como Asger Jorn, Jackson Pollock... En la exposición se podrán ver también, entre otras obras, la placa realizada en 1945 por Jorge Oteiza para el Parque Guernica en Bogotá, así como Estela para un pueblo pacífico que era Gernika (1957), del escultor vasco. Del artista de origen austriaco Oskar Kokoschka, se presenta ¡Ayuda a los niños vascos! (1937); el cartel fue expuesto en varias localidades de Bohemia y sirvió de anuncio para una campaña de acogida a los niños vascos víctimas del bombardeo de Gernika. Según cuenta Kokoschka en sus memorias, era arrancado de las paredes por la policía de Praga y vuelto a colocar por la noche por colaboradores jóvenes afines a esta iniciativa.
Danza El público que acuda al Bellas Artes también podrá conocer la influencia que el Guernica tuvo sobre la escena de la danza contemporánea que se desarrolló en el Greenwich Village de Nueva York a finales de los años treinta. Son muchas las teorías que desgranan cada centímetro del lienzo, la sismología y el significado de lo que el artista quiso expresar con cada una de las figuras que pintó, sus antecedentes e influencias. “Ha sido un cuadro absolutamente explorado, sin embargo, esta clave, que tiene que ver más con la dramaturgia, no se ha explorado tanto. Porque el Guernica se puede leer también como un cuadro muy coreográfico; sin entrar en investigar qué significa el caballo, la llama o la mujer que llora, se puede plantear una hipótesis basada en la interpretación coreográfica en lugar de la iconográfica. El movimiento y la plasticidad de los cuerpos remite, de una manera muy directa, al campo de la danza”, explica Valentín Roma.
“Durante esos años, hemos detectado hasta 15 o 20 coreografías que aluden a la Guerra Civil española o al Guernica. Como fue el caso de Martha Graham, la Picasso del mundo del mundo de la danza como se la conocía, con Deep Song (1937). Esta muestra aporta un importante estudio de la influencia que tuvo Picasso fuera de la hegemonía cultural neoyorquina, simbolizada por el MoMA, el museo de arte que le canonizó”, asegura el comisario. 1937. Sobre Gernika. Guerra y civitas se podrá ver en el Bellas Artes hasta el 9 de enero de 2017.