bilbao - El XI Bilbao BBK Live Festival se inició ayer, como siempre, siguiendo el modelo de sus hermanos mayores, amodorrado y con un Kobetamendi oxigenado y nada exigido cuando el grupo vasco Begiz-Begi enchufó sus amplificadores, allá por las 17.30 horas. Paulatinamente, el gentío fue conquistando campas y laderas para disfrutar con las melodías soleadas del pop electrónico de Years & Years y Chvrches antes del concierto ochentero de M83.
Las primeras horas del festival apenas resultaron efectivas para comprobar la validez de las mejoras realizadas en escenarios, aseos, servicios gastronómicos y el lago central, ahora ya parte del verde de Kobetamendi, debido al escaso número de asistentes cuando la escudería local -léase Begiz-Begi, ganadores del concurso de Gaztea, y los modernos y bailables Rural Zombies- ofrecieron sus conciertos en el arranque de esta XI edición.
El joven estadounidense de color Gallant, amamantado por la teta del r&blues clásico de los 90 y de ademanes raperos, fue el primer artista en subir a uno de los dos escenarios principales ante un público todavía escaso y que no conocía el contenido de su único disco editado hasta la fecha, Ology, repleto de letras profundas y místicas repletas de angustia vital. El chaval del micrófono dorado -como su voz privilegiada y su música, con el baladón Weight in gold a la cabeza- se mostró desubicado con su propuesta soul, un falsete y guiños a Prince, al rock y jazz, y rastros de Nile Rodgers, The Weeknd y Frank Ocean.
A Years & Years les correspondió inaugurar el escenario principal, pasadas las 19.00 horas. Este trío imberbe y londinense liderado por el también actor Olly Alexander y reforzado con una batería y dos coristas, llegaba a Bilbao con el estatus de estrella pop emergente consolidado tras algún premio importante y haber actuado con Sam Smith. Olly, vestido en una tienda hortera de rebajas de los 80, cinta rosa incluida, le puso ganas con su pop electrónico, sintetizadores, beats, melodías gráciles y comerciales y una voz claramente influenciada por la música negra y el r&b. Los más jóvenes, guiris y chicas mayoritariamente, le regalaron multitud de objetos, bailaron con el pop soleado de King o Desire, reconocieron baladas como Eyes shut y una versión de Katy Perry, y desfasaron con la electrónica y maquinal I want to love. Resultó muy sencillo y teen pero efectivo.
estribillos molones Y si las melodías de los británicos resultan pegajosas, ¡qué decir del repertorio del trío escocés Chvrches! Con solo dos teclados, un bajo ocasional con actitud rock y ella, la periodista Lauren Mayberry al micrófono, de negro, top azul y con su particular maquillaje de lágrimas coloristas, les bastaron para dar rienda suelta a una hora de estribillos refulgentes y lograr el primer gran éxito del festival. Empezaron con Never ending circles y rescataron We sink, alternando temas de sus dos únicos discos, con una mirada pop panorámica, saltando de ABBA y Depeche Mode a Taylor Swift.
Cuando uno es propietario de canciones tan rotundas y bailables como Make them gold y deja para la recta final éxitos del calibre de Leave a trace y Clearest blue -previas a una despedida con la hipnótica The mother we share- el único pero que se puede poner al recital de Chvrches, que pidieron perdón por el Brexit y lograron una sonoridad electrónica casi perfecta, es su moderada relevancia como espectáculo, con su vocalista muy activa en el escenario pero sin el apoyo de una luminotecnia, efectos y proyecciones impactantes.
Con M83, el proyecto de Anthony Gonzalez, la tarde fue dejando paso a la noche. El francés, apoyado en cuatro músicos, centró su concierto en un repaso mayoritario a sus dos últimos y más conocidos discos. Lo suyo fue, como su discografía, un pastiche desprejuiciado de estilos que, anoche, arrancó con Reunion, a ritmo de pop rock épico a lo Simple Minds, y prosiguió con la bailable y funk Do it, try it, de su nuevo último y nostálgico disco, Junk.
Anthony metió en su coctelera sus canciones más recientes y ofreció un recital que saltó del electro-pop de Steve McQueen al indie pop de We own the sky, con alguna deriva instrumental claramente progresiva, pasando por el guitarrero Ok Pal, con sus teclados tan ochenteros, y hasta ecos de chanson en Bibi the dog. El público disfrutó con la fiesta propuesta y reconoció Go!, volviéndose loco con su solo casi heavy.
Fue el paso previo al desenfreno general al sonar un Midnight city (su mayor éxito y pasto de anuncios y sintonías radiofónicas) que precedió a la despedida con otra concesión a la década pasada, el instrumental electrónico y en clímax Couleurs. Algunos añoramos la lírica Wait, quizás su mejor canción, mientras la mayoría reponía fuerzas para enfrentarse al grueso de la velada con New Order y Arcade Fire, cuyos conciertos no se habían iniciado al cerrar esta edición.