exposición colectiva, excelente, compuesta por valores emergentes, unos más consolidados que otros, algunos madurando, pero todos atractivos y potentes, que arrojan algo de luz al triste panorama expositivo donostiarra con apenas tres galerías independientes al servicio de todo Gipuzkoa.

Koldobika Jauregi (Alkiza, 1959) presenta en su Floating world un cosmos de rocas flotantes y suspendidas en el aire en forma de círculo, que rompe las leyes de la gravedad con su peso y sus texturas grises y ocres. Obra excelente, ecológica, contundente.

Iñaki Olazabal (Andoain, 1959) realiza también una instalación con un cono suspendido desde el techo, que cae sobre la tierra, abriéndola en sus goznes. Plomo y texturas grises y blancas.

Iñigo Arregi (Arrasate, 1954) ofrece una maqueta de madera pintada de rojo, con sus juegos de planos y vacíos internos, que crean una escultura abstracta de carácter lineal, y conectada con las últimas vanguardias del País vasco.

Aitor Etxeberria (Mendaro, 1958) presenta en sus lienzos abstractos Gravitaciones a base de colores pasteles, verdes y rosas, y de manchas abstractas, espacios para la ensoñación y la contemplación poética.

Aitor Sarasketa (Eibar, 1962) ofrece en sus lienzos espacios mínimos de color, irisaciones de azules y rosas, de carácter óptico y cinético.

José Ramón Elorza (Elgoibar, 1957) traza en sus lienzos acrílicos poderosas estructuras de carácter escultórico a base de módulos rectos que se cruzan y entrelazan en ocres-amarillos y azules-negros. Expresionismo geométrico riguroso, que denota la madurez y el buen momento que atraviesa su obra.

Como interesante resulta también la pintura-escultura de Bingen de Pedro (Bergara, 1961), que juega con el trampantojo de la superposición de los lienzos, creando efectos ópticos en una obra de carácter minimal y ricas texturas en sus fondos.

Se trata de una exposición diversa, rica y madura en sus diversas propuestas, y que arroja algo de luz en el alicaído panorama guipuzcoano. Todo un acierto de la galería Kur.