Marivi Ibarrola conoció a Ignacio Gasca, Poch, en los años 80, durante aquella efervescente década que la fotógrafa riojana congeló magistralmente con su cámara Nikormat. Al músico donostiarra lo retrató en infinidad de ocasiones, al frente de la Banda Sin Futuro y de Derribos Arias, pero también en situaciones más o menos insólitas y divertidas. En su valioso archivo fotográfico atesora varias series de imágenes tomadas en 1983, 1984 y 1985 en las que Poch aparece en las playas de Gros y de La Concha paseando, bañándose, jugando a pala o trasteando con un delfín hinchable.

Treinta años más tarde, esas instantáneas de Poch (1957-1998) en la orilla del mar fueron “bañadas” por la pluma de otro gran músico, casi coetáneo: German Coppini (1961-2013). Poco antes de fallecer, el antiguo miembro de Siniestro Total y Golpes Bajos escribió textos inéditos inspirados en una veintena de fotos de Ibarrola. Hasta el 30 de junio, el aroma a salitre y el rumor de las olas llegarán hasta el centro Ernest Lluch, que exhibe la muestra Pochicuentos (1983-2013) dentro del festival Literaktum.

“Dos tíos estupendos, dos incomprendidos”

Aunque a Coppini también le inmortalizó varias veces sobre el escenario en los años de la Movida, Marivi Ibarrola no le conoció en persona hasta que le pidió un texto para su imprescindible libro de fotografías Yo disparé en los 90 (Munster Records, 2012). “Poco a poco empezamos a tener más confianza, vino a mi casa y le enseñé mi trabajo. Imaginamos varios proyectos en colaboración que no cuajaron hasta que al final vio las fotos de Poch en la playa y decidió que quería escribir sobre ellas. Le hacía ilusión porque lo veía como un pequeño homenaje a alguien que tuvo mucha importancia en su vida pero con quien no tuvo trato directo”, explica Marivi. Forzosamente tuvieron que coincidir en más de una noche de concierto porque sus grupos eran contemporáneos pero jamás llegaron a intimar.

Ahora, ambos personajes aparecen unidos en esta exposición foto-literaria impulsada por Ibarrola. “Fueron dos tíos estupendos, dos incomprendidos, precursores de la cultura joven tal y como la vivimos ahora. Las letras de sus canciones traspasaron fronteras y sus trayectorias creativas están marcadas por el altruismo, con un factor integrador”, asevera la fotógrafa, nacida en Nájera en 1956 pero criada en Donostia.

Ibarrola llegó a pasar a ordenador algunos textos manuscritos de Coppini, pero cuando este falleció inesperadamente en las navidades de 2013, la fotógrafa sintió una pena inmensa y creyó que el proyecto quedaría inconcluso. A raíz del homenaje que recibió el músico, la fotógrafa conoció a su viuda, Elvira Reig, quien le confirmó que Germán había terminado los textos antes de morir. “Entonces vi que era un legado que había que sacar adelante como fuera: en forma de exposición, libro o canciones”, afirma la fotoperiodista, que tras tocar varias puertas, recibió el apoyo de Donostia Kultura.

Los textos de Coppini se dividen en tres partes: los agrupados en el epígrafe Poch en la playa hablan de la felicidad, del baño, la timidez o el destino, mientras que Pochicuentos son pequeñas ficciones con títulos tan sugerentes como Tetas y patillas, Pesadilla, Ahogados o El pirata, en el que premonitoriamente escribe “Morirse es un rollo”. Por último, hay letras de canciones y poemas como Cangrejo muerto en un charco, Peces pinza o Día de verano, que bien podrían haber sido convertidos en temas musicales por el autor de Malos tiempos para la lírica y No mires a los ojos de la gente.

Marivi asegura que las fotos que acompañan a los textos las sacó casi de manera fortuita en la playa, un lugar que Poch adoraba. “No hay más que fijarse en canciones como Branquias bajo el agua, Jurelandia o El chico + blanco de la playa de Gros”, destaca la fotógrafa, que ahora estudia convertir la exposición en libro.