L a última película de Alex de la Iglesia gira en torno a la grabación de un programa de televisión de Año Nuevo en pleno mes de agosto. Jose (Pepón Nieto), un treintañero en paro, es enviado por una ETT como figurante a un pabellón industrial a las afueras de Madrid para trabajar en la grabación de un especial de Nochevieja. Cientos de personas como él llevan semana y media encerrados día y noche, sudando desesperados mientras fingen reír, festejando estúpidamente la falsa venida del año nuevo, una y otra vez.
Nadie está contento. Alphonso (Raphael), una estrella carismática de la vieja escuela, y Adanne (Mario Casas), un joven cantante ídolo de jovencitas, se disputan ser el primero en aparecer en pantalla tras las uvas. Los presentadores del programa se odian y compiten por ganarse la confianza del productor, que lucha por impedir el cierre de la cadena.
Mientras ríen y aplauden sin sentido actuaciones que no ven, los figurantes enloquecen, la vida de Alphonso corre peligro y Jose se enamora.
Raphael El director Alex de la Iglesia y el guionista Jorge Guerricaechevarría escribieron el papel de Alphonso pensando en Raphael. Pero no es la primera vez que el cantante aparece en un filme del realizador vasco. Ya en Balada triste de trompeta, de la Iglesia utilizó una actuación grabada en los años sesenta en la que Raphael interpretaba la Balada de la trompeta.
En los años 60, Raphael participó en innumerables filmes, en varios de ellos a las órdenes de Mario Camus y Vicente Escrivá. Su último trabajo en el cine fue en 1973 para la película Volveré a nacer. Ahora Alex de la Iglesia ha conseguido que el cantante regrese a la gran pantalla después de más de 40 años y que lo haga como una gran estrella.
En Mi gran noche Raphael es un cantante mítico, con una larga carrera y un personaje que ha logrado devorar su propia personalidad. Como un vampiro de la música o un Darth Vader (un nuevo guiño del director a La guerra de las galaxias), Alphonso no conoce otra vida que el escenario y se alimenta del aplauso del público. La crueldad es su válvula de escape y es capaz de todo para asegurarse de que su actuación obtenga la máxima cuota de pantalla.
La actuación de Raphael, que siempre se entrega en sus interpretaciones, ha tenido una buena acogida por parte de crítica y público tanto en el Festival de Toronto como en el Zinemaldia de Donostia, y el cantante ha anunciado su intención de repetir como actor en los próximos años.
Película coral y enloquecida Junto al carismático Raphael, encontramos un numeroso grupo de caras conocidas del cine español, muchas de ellas actores y actrices habituales en las cintas de Alex de la Iglesia. Mario Casas interpreta al cantante latino de éxito, amante del amor y un poco ingenuo, que nunca ve venir las malas intenciones de algunas fans cazafortunas. Pepón Nieto da vida a un tipo corriente que tiene la oportunidad de dejar de ser figurante en su propia vida, con una posible relación esperándole en la silla de al lado. Blanca Suárez es la chica joven y guapa que lo enamora, perfecta en todo menos en la mala suerte que la persigue. Carmen Machi aparece como la regidora del programa, una profesional curtida poco empática con quienes le estropean sus tomas. Santiago Segura actúa como productor, dispuesto a incluso a delinquir para demostrar quién es el jefe. Carolina Bang y Hugo Silva son los presentadores de la gala, la una molesta con su papel de tonta que enseña las tetas y él tratando de hacerse con la mejor parte del guión. Carlos Areces interpreta al representante e hijo adoptivo de Raphael, uno de sus únicos contactos con el mundo real y la persona sobre la que el cantante descarga todas sus iras. El reparto lo completan Terele Pávez, como madre de Jose, Jaime Ordóñez, el falso figurante, Luis Callejo, el regidor, y Enrique Villén, un figurante veterano que se las sabe todas y disfruta recordando tiempos mejores.
Todo un enjambre de personajes, reflejo de la sociedad actual, que dan forma a la película más coral de Alex de la Iglesia. Gentes encerradas en una situación de la que no pueden escapar, hasta perder la razón. El caos, el espectáculo y las risas están asegurados.