BAIONA - Itxaro Borda habla con libertad, palabra que en las últimas décadas ha perdido lustre pero que en boca de la escritora de Lapurdi se redime y recupera gran parte de lo que quiso decir alguna vez.

“Soy una extranjera íntima para mí misma”. ¿Siempre estamos tratando de redescubrirnos?

-Me gusta creer que nunca vamos a ser capaces de descubrirnos. En este mundo que proclama la perfección, me inclino más por la imperfección, por la debilidad, por la opción de cometer errores, porque son resquicios que nos ayudan a avanzar.

Desde jovencita tuvo usted conciencia de lo que es ser euskaldun, algo que en su caso estuvo muy unido a la escritura, ¿no?

-Las dos cosas han estado íntimamente relacionadas, el euskera y el ser euskaldun, pero siempre de un modo incompleto, algo manco. Antes de volver a aprender euskera (perdió su lengua materna cuando fue a la escuela), escribía en francés; por tanto, mis primeros escritos son en francés. Vengo de ese mundo ambiguo.

Siente predilección por los personajes marginales, perdedores. ¿La veo cómoda haciendo cierta apología de la derrota?

-Hago apología de la derrota muchas veces, apostando por las cosas que en apariencia carecen de valor. Pero trato de no parecer una looser. Se aprende más perdiendo y buscando al otro que ganando y tratando de someterlo.

¿La erótica del poder que tanto se ha predicado en el mundo capitalista se ha tornado en pornografía?

-Han querido darle ese barniz erótico al poder -sobre todo al poder del dinero- para atrapar a la gente en su red, pero la fiesta ha acabado en tragedia. El poder es atractivo, pero siempre está emparentado a la amenaza de muerte; quizá de ahí le viene la fama de juego lujurioso.

En alguna ocasión usted ha dicho que los creadores del norte de Euskal Herria no son muy conocidos -ni invitados- al sur. Pensaba que era justamente al revés, que Iparralde quedaba más lejos para los vascos de Hegoalde que al revés.

-No hablaba de mí. Yo hace tiempo que conozco bien los caminos y lugares del sur. Y también es verdad que lo que dije en cierta ocasión, hace tiempo, está cambiando poco a poco y eso es bueno, tanto como ver competir a Xala a pelota a mano.

En los últimos años han debutado muchas escritoras en la plaza literaria vasca. Además de un equilibro más que natural, ¿qué más nos aporta esta tendencia?

-En primer lugar, aporta un punto de vista femenino sobre la realidad vasca. Ahora podemos leer clítoris, relaciones de pareja -las más de las veces heterosexuales-, vientres de alquiler, enfados, ataques de celos... para compararlos con las manifestaciones de poder y de guerra de los hombres. Ahora podemos leer las dos caras de la moneda.

Dice que su último libro (‘Zure ha-tzaren ez galtzeko’) de poemas es una declaración de amor. ¿Hablaba del amor que siente hacia el euskera?

-Muchas de las piezas del poemario son regalos u ofrendas, por tanto, señales de distintas clases de amor. Son porciones de vida.

INUN ha creado una canción con una de las piezas de su último poemario. No es la primera vez que cede sus palabras a un músico. ¿Qué le aporta eso y qué siente al ver las palabras escritas por usted invadiendo otra dimensión?

-Felicidad, porque es un honor, la canción es la última meta de un poema. Además, soy una gran aficionada a la música, escucho hasta cuando estoy escribiendo: Big Boy o Maddi Oihenart, radio o el ritmo del tren que pasa cerca de casa. - I.M.E.