Donostia - En diciembre tuvo lugar el descubrimiento de un conjunto de pinturas rupestres de hace más de 18.000 años en la cueva Danbolinzulo de Zestoa. Solo unas semanas después, la Diputación anunció ayer un nuevo hallazgo en la misma localidad, concretamente en la cueva de Erlaitz, donde han aparecido al menos ocho grabados de caballos, ciervos y uros. No existe unanimidad en la datación, aunque lo habitual es situar la antigüedad de estas obras entre los 22.000 y los 15.000 años. Así, este yacimiento ocuparía una posición cronológica intermedia entre Danbolinzulo, que es más antiguo, y Ekain, más reciente, con pinturas de hace unos 14.000 años.
De nuevo, este descubrimiento ha corrido a cargo de miembros de Antxieta Jakintza Elkartea que, “animados” por el hallazgo de Danbolinzulo volvieron a inspeccionar cavidades ya conocidas, entre ellas Erlaitz, que la asociación descubrió científicamente en 1978 cuando recuperaron materiales paleolíticos y pospaleolíticos. La cueva ha sido visitada en ocasiones posteriores pero los grabados siempre pasaron desapercibidos.
“Son muy difíciles de detectar y de hecho, esta vez yo accedí el primero y no los vi”, confesó en la presentación de ayer el espeleólogo Iñigo Arizaga, miembro de Antxieta. Después otros colegas confirmaron el hallazgo de esta nueva “joya” de arte rupestre que se suma al creciente “tesoro” arqueológico guipuzcoano. Como recordó la diputada de Cultura, Ikerne Badiola, hasta hace poco en esta zona solo se conocían las pinturas de Ekain, pero las encontradas en Danbolinzulo y Erlaitz permiten dibujar “un paisaje cultural completamente diferente” que debe “gestionarse de manera unificada”.
Aparecerán más “sin duda” Acompañadas por las alcaldesas de Zestoa y Deba, Leire Etxeberria y Maider Zubikarai, respectivamente, Álvaro Arrizabalaga se adelantó a la pregunta de los periodistas: “¿Aparecerán más grabados en Erlaitz? Sin duda, habrá buenas noticias la próxima semana, el próximo mes o el próximo año”, se respondió el miembro de Aranzadi y profesor de la UPV/EHU. No en vano, a las ocho figuras podrían sumarse otras que actualmente resultan más difíciles de reconocer.
Dividida en tres niveles, la gruta pudo emplearse como hábitat durante el Paleolítico Superior, y después, a juzgar por los restos humanos y de cerámica hallados en el piso inferior, pudo tener un uso sepulcral en un momento aún indeterminado del Calcolítico o la Edad de Bronce. La entrada, clausurada para preservar el yacimiento, está ubicada en el piso medio, mientras que las pinturas están en una zona pequeña de “difícil y peligroso” acceso en el piso superior.
El arqueólogo reconoció que “los grabados no son tan mediáticos ni tan fáciles de ver como las pinturas”. Por ello, mostró unas fotos en las que las siluetas de estos nuevos ejemplares de la fauna rupestre guipuzcoana han sido subrayadas digitalmente: hay cabezas, torsos y patas de animales como caballos, ciervos y uros -bóvidos salvajes similares a los toros extinguidos en el siglo XVII-, así como alguna figura que “parece” un bisonte.
Nuestros antepasados grabaron y pintaron en las cuevas indistintamente, sin importar la época, y no utilizaban modelos porque no los necesitaban: “Las proporciones de los animales les eran tan inherentes que los tenían totalmente asimilados. Podían pintar con los ojos cerrados con la mayor finura anatómica”. El profesor consideró que el artista de Erlaitz probablemente utilizó un buril de sílex para grabar sobre el panel de roca caliza con un trazo de anchura “intermedio” de entre 2 y 3 milímetros. Para ver en un lugar tan oscuro, el autor emplearía lámparas encendidas con grasa animal, como por ejemplo el habitual tuétano.
Arrizabalaga subrayó la “importancia científica” de un descubrimiento que “llena un hueco” en una etapa muy mal conocida en la expresión gráfica y simbólica de los grupos humanos de cazadores-recolectores del Paleolítico Superior. También se congratuló por aumentar el mapa de arte rupestre en Gipuzkoa, que tiene muestras “gigantes” e “importantísimas” como Altxerri o Ekain, pero no yacimientos de tamaño medio o pequeño como los cerca de cien existentes en Cantabria. Precisamente, los grabados de Erlaitz se pueden comparar con los de las cuevas del Monte Castillo en Cantabria. En la CAV, los paralelos más próximos son los de la vizcaina cueva de El Rincón.