Cuenta el Antiguo Testamento que Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y vio una zarza que ardía sin consumirse. Al acercarse, comprendió que era Dios quien le hablaba en forma de zarza para pedirle volver a Egipto y liberar al pueblo de Israel. Esa poderosa imagen de la inextinguible zarza en llamas fue utilizada por el franciscano Xavier Álvarez de Eulate (1919-2012) como motivo de una serie de 40 pinturas. Veinte pueden contemplarse hasta el 5 de abril en la Basílica de Santa María, que acoge una exposición organizada por Arantzazuko Adiskideak y la Fundación Arantzazu Gaur.

En la cuaresma del pasado año, el templo acogió una muestra centrada en las ‘santas faces’, otro de los temas fetiche de Eulate. En esta ocasión, Zarzas ardiendo incluye diez lienzos de gran formato provenientes del convento de Bermeo y del santuario de Arantzazu, y otros diez de menor tamaño traídos del convento de Olite, donde el artista vivió e instaló su taller a partir de 1961. Además, en la entrada a la basílica hay un boceto de una vidriera diseñada para el convento franciscano de Donostia.

Según recordó ayer Edorta Kortadi, comisario de la exposición y párroco de Santa María, Álvarez de Eulate es conocido principalmente por haber diseñado las coloristas vidrieras de Arantzazu, aunque también es “uno de los pintores vascos religiosos más importantes de la segunda mitad del siglo XX”. Trabajar junto a Sáenz de Oiza, Chillida, Muñoz y Oteiza, a quien consideraba su “único maestro”, el artista donostiarra “se planteó dar un paso desde la figuración hasta la pintura abstracta”.

Kortadi destacó el “espíritu vanguardista” de Eulate, que “conocía muy bien” la obra de los estadounidenses Jackson Pollock y Mark Rothko, dos de los más grandes representantes del expresionismo abstracto de mediados del siglo XX. Aunque sus zarzas de colores ardientes están pintadas mucho más tarde, en los años 90, el comisario ve una nítida influencia de dichos autores, especialmente de Rothko, que también realizó pinturas para una capilla jesuita en Houston, Texas. Los ocho óleos en los que domina el rojo se han dispuesto en serie para que se aprecie el tránsito realizado desde la abstracción del primero, pintado 1994, a la figuración del último, que data de 1996.

El comisario añadió, asimismo, que algunos óleos del franciscano recuerdan al action painting de Pollock. “No es exactamente pintura de gota, pero se acerca con esos puntos en el vacío. Eulate tiene esa concepción del espacio abierto que después utilizó en pinturas de iglesias como San Pedro de Lasarte o las Benedictinas de Oñati”, señaló Kortadi, que en las notas del folleto califica las zarzas como “estallidos de creación y contemplación”. “Encarnan, en el vacío interior del fuego, un lugar místico, un espacio para una aparición”, apostilló.

Iñaki Beristain, de la asociación Arantzazu Gaur, consideró que la exposición refleja la figura de Eulate “en todo su dramatismo”. “Él también era una gran zarza que ardía poderosamente, unas veces más en paz como aparece en sus pinturas, otras más violentamente. Vivió el dramatismo de la presencia de Dios en su vida y no se quemó pese a llevar un gran fuego en su interior”, subrayó antes de que Kortadi destacara el valor de la obra del franciscano: “Tiene suficiente categoría para ser reconocido”.

Un ‘vago’ muy prolífico

No en vano, en Arantzazu siguen trabajando con intención de recuperar y difundir su obra, en cuyo catálogo figuran 600 piezas de pintura y escultura. “Hemos descubierto algunas obras descatalogadas y sacando fotos nuevas. Quizá podrían ser más de 700. Él mismo solía decir que le sorprendía cómo siendo tan vago había trabajado tanto”, bromeó Beristain.

Xavier Álvarez de Eulate. Nacido en Donostia en 1919, desde joven rehuyó cualquier mínimo intento de profesionalizar su sensibilidad artística. Por ello abandonó la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en los años 50. Se había trasladado allí para formarse pero prefirió el difícil camino del autodidacta, una digna y auténtica actitud fomentada por su buen amigo Jorge Oteiza, a quien reconoció como único maestro. Álvarez de Eulate es popular fundamentalmente por haber diseñado las coloridas vidrieras del santuario de Arantzazu, en cuya construcción también colaboraron Eduardo Chillida, Javier Sáenz de Oiza, Lucio Muñoz, Nestor Basterretxea y el propio Oteiza.

Catarsis. Según apuntan sus compañeros de orden religiosa, el franciscano “fue un hombre entregado a Dios y muy reflexivo al que la vocación artística ayudó a la catarsis”. Tuvo unos temas fetiche en torno a los que creó varias series pictóricas como Horizontes, Espacios para una aparición, Santas faces y Zarzas ardiendo.

‘Zarzas ardiendo’. Hasta el 5 de abril la donostiarra Basílica de Santa María acoge una muestra con una veintena de lienzos de la serie que Álvarez de Eulate dedico al pasaje bíblico de la zarza en la que Moisés encontró a Dios.

Entrada. El ticket para acceder a la iglesia cuesta 2 euros.

600

Es el número de piezas, entre pinturas y esculturas, que figuran en el catálogo de Xavier Álvarez de Eulate, aunque siguen apareciendo nuevas obras que podrían elevar esa cifra a 700.