más conocido como Pepe Bago, la peripecia vital de este pediatra donostiarra merece ser recordada a los 51 años de su muerte en el exilio, en Argentina. Nació en Donostia el 4 de agosto de 1900 y falleció en Buenos Aires el 2 de julio de 1963. Hijo de médico, estudió la carrera en Valladolid y la terminó en Madrid, en 1921. Allí empezó a formarse en clínica médica con el célebre oñatiarra y maestro de toda una generación, Juan Mandinaveitia. En esos años 20 del siglo pasado realizó una proeza médica y publicó el caso, primero en España y el 55 de la literatura médica mundial, de una resucitación de un niño en parada cardíaca mediante la inyección directa de adrenalina en el corazón a través del tórax. Eran tiempos aquellos en los que la víscera cardíaca era intocable.

Regresó de Madrid a su ciudad natal y se colegió en Gipuzkoa en 1924. Opositó al cargo de subdelegado de Medicina, obteniendo la plaza en 1925 y superando, por muy poco, a su brillante contrincante, López Alén, y ante un tribunal formado por los doctores Manuel Vidaur; Vicente Peset, inspector provincial de Sanidad, y el reputado tisiólogo Emiliano Eizaguirre. El Dr. Bago ocuparía la plaza que dejó vacante el Dr. Ramón Moraiz por jubilación.

La Guerra Civil de 1936 supuso un quebranto en la vida de este médico cuya peripecia analizaremos. El Dr. Pepe Bago, de ideología de extrema izquierda en su juventud, cambió radicalmente hacia posiciones conservadoras y se convirtió al catolicismo hacia 1934 al contraer matrimonio con Maité Grandmontagne, hija del conocido escritor y periodista Francisco Grandmontagne. Al inicio de la Guerra Civil era pues un hombre de ideología próxima al bando nacional. Esto explica que, en septiembre de 1936, salvó al nacionalista, y muy católico, Dr. Ignacio Mª Barriola, buen amigo suyo, de un destino trágico gracias a sus buenos oficios ante el gobernador militar falangista que tenía detenido a Barriola en el gobierno militar ante la denuncia de no haber saludado convenientemente (arrodillado) al paso del cadáver de primer requeté, Gorospe, caído en Donostia en la toma de Mendizorrotz. Desde ese momento, Barriola se refugió en el Hospital de Manteo durante un mes como médico de guardia. El Dr. Barriola había sido injuriado como nacionalista y tildado de canalla y granuja cuando bajaba en su coche desde el Hospital de Manteo junto a sus compañeros médicos Matamoros y Celorio, ambos falangistas, y que también sufrieron, más tarde, represalias, topándose con la comitiva fúnebre de Gorospe en el puente de Santa Catalina.

Un año después, en 1937, la suerte del Dr. Bago se tornó dura y oscura. En principio, un hombre, diríamos afecto o simpatizante con el bando nacional se vio en apuros por las denuncias, envidias y delaciones, tan frecuentes en aquella guerra. Fue detenido traidoramente en el puente de Dantxarinea, sometido a juicio sumarísimo en Burgos y condenado a muerte. Pudo salvar la vida al ser canjeado por el reputado médico militar Mariano Gómez Ulla(1877-1945), que los republicanos tenían confinado en Madrid, en el Palace Hotel, convertido en hospital. El Dr. Gómez Ulla salió bajo de forma, macilento y con una dolencia renal de su cautiverio, muriendo en 1945. En su honor, el Hospital Militar Central de Madrid lleva su nombre. Es difícil pensar cómo alguien como el Dr. Bago que era, más o menos, afecto al régimen franquista, pudo hallarse en una situación tan extrema. Pero nadie estaba libre de sospecha. Lo he comprobado al leer un documento del 6 de marzo de 1940, que firmó Pedro Sánchez Ros, en donde se dice del Dr. Benigno Oreja, figura indiscutible y afecto al régimen franquista, lo siguiente: “Benigno Oreja, de buena conducta, de ideología tradicionalista; un hermano de éste fue asesinado en los sucesos de octubre de 1934. Durante el mando marxista de esta ciudad (Donostia) no tuvo ninguna actuación en contra de la Causa Nacional. A este señor no obstante su ideología derechista se le considera peligroso para la nueva España en el cargo de presidente del Colegio de Médicos por tener sospechas favorece a los de tendencia rojo-separatista”. Si este era el juicio del primer jefe político franquista en Donostia de una figura como el Dr. Benigno Oreja, ciertamente, nadie estaba a salvo y el terror debía ser indescriptible. Y hablamos de 1940.

Tras el canje, Pepe Bago se exilió en Argentina, no volvió jamás a su patria, salvo algunas estancias veraniegas en Donibane Lohitzun, en donde, de incógnito y jugándose el tipo, le visitó en alguna ocasión el Dr. Barriola gracias a la ayuda y buenos contactos de Carmelo Balda, que le facilitaba el viaje y el paso por la frontera.

Rehizo su vida en Buenos Aires y, por el absurdo acuerdo diplomático de Montevideo, hubo de repetir toda la carrera de Medicina, asignatura por asignatura, en la Universidad de La Plata, como tantos profesionales de prestigio. Ejerció la profesión entre los amigos, compatriotas y emigrados, siendo para todos ellos una especie de cónsul general de la Medicina. En 1942 ingresó en la firma Nestlé y creó los Anales Nestlé, revista de información pediátrica de excelente calidad. Labor encomiable de publicista en actualizaciones y referencias de pediatría, dando a conocer trabajos de pediatras latinoamericanos. Dirigió 91 números y otros países reprodujeron el modelo que Bago diseñó.

Al morir, en 1963, y en su honor, la Sociedad Argentina de Pediatría instituyó el Premio Dr. José Mª Bago para reconocer y estimular los trabajos de investigación en el campo de la pediatría en el ámbito iberoamericano.