madrid. Se cumplen 70 años de la publicación de La invitada, el debut literario de Simone de Beauvoir, la filósofa francesa que con su consigna "no se nace mujer, se llega a serlo", esgrimida en El segundo sexo hizo una aportación clave al feminismo y cambió el pensamiento occidental. "Lo que las mujeres deben a Simone de Beauvoir es inconmensurable", afirma, tajante, la profesora universitaria, periodista y escritora francesa Danièlle Sallenave en Castor de guerre, una biografía editada en castellano por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores con el titulo Simone de Beauvoir, contra todo y contra todos, dentro de su serie Voces libres. Y añade Sallenave: "Y no solo las mujeres; los hombres también", pues "la liberación de las mujeres es una condición sine qua non para la liberación de los hombres".
Considerada una de sus mejores obras, La invitada (1943) plasma el triángulo amoroso entre Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) y Jean Paul Sartre (París, 1905-1980) con una joven que fascinaba a ambos, y le sirve para cuestionar el modelo burgués de pareja y de familia, así como explorar los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual. Asuntos que retoma también en sus siguientes novelas como La sangre de los otros (1944) o Los mandarines (1954), por la que logró el Premio Goncourt y en la que cuenta la historia de unos intelectuales lanzados, como ella, a la vorágine de la Liberación. La puesta de largo de Beauvoir en el mundo de las letras con La invitada fue autobiográfica, una constante que marcará sus novelas, ensayos, memorias y diarios, como su abundante correspondencia con su compañero, el también filósofo existencialista francés Jean-Paul Sartre y con el escritor estadounidense Nelson Algren, su amor transatlántico.
De Beauvoir escribe sobre sí misma a fin de comprenderse y de constituirse, según su biógrafa, quien subraya en esta destacada intelectual francesa una actitud de combate permanente, fruto de la época de poderosos antagonismos que vivió: la Guerra Fría.
Y es que para la autora de ensayos tan influyentes como El segundo sexo (1949) o La vejez (1970) la vida es un largo combate por el que se llega a ser uno mismo, esa es la tarea más elevada e ineludible de todo ser humano. Para De Beauvoir todo se construye, incluida la felicidad y, por supuesto, la identidad personal. Ella abraza una filosofía que confía a las personas, y solo a ellas, la responsabilidad de labrar sus propios destinos.
pareja mítica En ese sentido De Beauvoir y Sartre, pareja mítica, tienen el convencimiento, que no cuestionaran jamás, de inventar un modo de vida audaz cuyo radicalismo está fuera del alcance de la mayoría. A Sartre se le ocurrió la idea de firmar con De Beauvoir un contrato de dos años, renovable, durante los cuales vivirían "en la más estrecha intimidad posible", pero distinguiendo entre "amor necesario" (el suyo) y "amores contingentes" (los amantes). Después de esos dos años, cada uno recuperaba su libertad unos años, antes de volverse a unir, una fórmula no exenta de sufrimiento, pero era el precio a pagar por tener garantizada la libertad. A sus 50 años, al escribir La plenitud de la vida (1958), puso todo su empeño en demostrar que superaron la prueba y que formaron una especie de unidad con dos cabezas.