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Aún no sabe hablar y apenas caminar. Sus ojos oscuros, brillantes de curiosidad, tratan de descifrar cuanto acontece a su alrededor, pero un par de segundos de música de percusión le bastan para seguir el ritmo y bailar resuelto al son de un tambor que, por el momento, es imaginario. A sus escasos tres años, Rafita es un miembro más de los niños de los tambores, como se les conoce en Lamu (Kenia), de donde procede esta familia numerosa musical. Nació en el orfanato que la ONG Anidan gestiona en esta pequeña isla africana, a donde (aún) no han llegado los automóviles -tampoco hay carreteras-, pero sí los tambores. En colaboración con Anidan, la asociación cultural Bloko del Valle, con sede en Tenerife y dirigida por una familia vasca, desarrolla desde 2010 el proyecto solidario Dona tu tambor. Entre otros objetivos, promueve la donación de este instrumento por particulares a la escuela de percusión que han establecido en Lamu.

En la actualidad, este centro cuenta con dos bandas formadas por una treintena de jóvenes cada una, en las categorías junior y children. Además, cerca de medio centenar de pupilos de la edad de Rafita integra la cantera de esta escuela. "Apenas pueden sostener el tambor, pero lo tocan, tararean? Han aprendido a llevar el ritmo de la música antes que a hablar", comenta Gotzon Cañada, uno de los principales impulsores de Bloko del Valle y del proyecto Dona tu tambor. "En realidad, lo que hacemos es facilitarles los instrumentos, porque el ritmo lo llevan dentro, nacen con esa base musical. En ese sentido, tenemos muy poco que enseñarles, es al revés: son ellos quienes nos están dando lecciones valiosísimas", asegura. Y cosechan no pocos éxitos. "Ahora les reclaman en todos los eventos de Lamu y alrededores", afirma orgulloso. Sin ir más lejos, el próximo 11 de agosto actuarán ante el presidente de Kenia, con motivo de la puesta de la primera piedra de un puerto que construirán en la isla.

Otra de las citas relevantes es la del Lamu Cultural Festival, que comenzará en noviembre. "Se trata del certamen más importante del este de África", destaca. En ese marco, los percusionistas de Lamu presentarán Tambores para la convivencia, una gira de conciertos que se inicia en Lamu y que el próximo año recalará en Roma, Madrid, Barcelona, así como en Donostia, Bilbao, Gasteiz e Iruñea. En su periplo musical, contarán con el apoyo de la Euskadiko Ikasleen Orkestra.

Conscientes del valor de la música -y en particular de la percusión- en la sociedad africana, están convencidos de que la escuela de Lamu formará a futuros músicos profesionales. "Nuestro verdadero objetivo es que sean completamente autosuficientes y, al cumplir la mayoría de edad y abandonar la casa de acogida, dispongan de unas nociones y medios con los que labrarse la vida", explica. De hecho, ya han comenzado a fabricar sus propios tambores de samba, realizados con madera.

Cañada resalta la inmediatez de este instrumento de percusión. "A los diez minutos de dar clase, la música ya empieza sonar". La magia que entonces se produce eleva el autoestima de estos jóvenes músicos -"que han vivido experiencias terribles"-, y traspasa toda frontera religiosa o cultural. Rememora el diálogo entre su hijo Unai, director de la escuela de percusión, y Omar, uno de los organizadores del citado festival, de religión musulmana (como la mayoría de la población). "Omar, tú y yo tenemos culturas y religiones diferentes, ¿pero sabes qué nos une? La música". Con todo, derribar muros no es tarea baladí. La primera vez que organizaron un pasacalles por el pueblo, los promotores del festival pretendían prohibir a las niñas de la banda que actuaran. Por suerte, accedieron a la invitación de Anidan y Bloko del Valle para asistir a una de las clases, y les gustó lo que vieron. Aun así, insistieron en sus reticencias: "Pero que (ellas) no bailen". Entonces Unai medió: "No bailan, se mueven, forma parte de la música". Así, al ritmo de los tambores, se han ido "ganando" al pueblo poco a poco.

Niños felices En su afán por acotar estereotipos y abrir mentalidades, la percusionista palestina Simona Abdallah fue la estrella invitada del Lamu Cultural Festival de 2012. Su testimonio fue muy alentador, sobre todo para las niñas. A los 12 años le prohibieron seguir tocando y la mantuvieron encerrada durante cuatro años. Perseveró y demostró ante su atento público que el mundo se equivocaba: soñar no está prohibido.

Como la de Abdallah, la vida de estos jóvenes músicos no ha sido fácil, pero Anidan y Bloko del Valle comparten la misma máxima: "No estamos aquí para vender miseria, queremos mostrar niños felices". La mayoría de los 260 huérfanos que residen en la Casa de Acogida de Anidan perdieron a sus padres en la guerra o a consecuencia del sida. Algunos recorrieron 300 kilómetros a pie, huyendo de la guerra en Somalia, para llegar al hospital pediátrico de la ONG en Lamu, el cual atiende de forma gratuita a unos 18.000 menores al año. Entre ellos se cuentan historias "impresionantes", testimonios de superación, de vidas truncadas de manera prematura.